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Donald Trump: la polémica geopolítica tras su propuesta de nombrar el “Golfo de América”
Por muchos años las disputas sobre denominaciones en el mapa han encendido pasiones nacionalistas en diferentes partes del mundo, algo que los líderes políticos estadounidenses han observado con cautela, marcando distancia o animando discretamente a la paz.
Súbitamente, Estados Unidos pasó de árbitro reticente a guerrero de las nomenclaturas, con la declaración del presidente Donald Trump a favor de que el Golfo de México se llame ahora “Golfo de América”. En una orden ejecutiva poco después de su investidura el lunes, Trump dijo que ese cuerpo de agua es “parte indeleble” de Estados Unidos, clave para la producción de petróleo y la pesca así como “un destino favorito del turismo estadounidense y actividades de recreación”.
El término “Golfo de América” empezó a ser utilizado por la Guardia Costera en un comunicado sobre la aplicación de las nuevas medidas de Trump contra los migrantes, y también por el gobernador de Florida, Ron DeSantis, al hablar de una tormenta invernal.
Un presidente tiene autoridad para cambiar los nombres de lugares dentro del territorio de Estados Unidos, como lo hizo Trump. “Pero el Golfo de México es un cuerpo de aguas que limita con varios países e incluye zonas en altamar” explicó Andrew Thaler, ecologista del océano y fundador de la consultora medioambiental Blackbeard Biologic Science and Environmental Advisors.
“Realmente no existe ningún precedente de que un presidente de Estados Unidos renombre sitios oceanográficos y geológicos internacionales. Cualquier intento de renombrar la totalidad del Golfo de México sería simbólico”, indicó.
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En respuesta, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, sugirió hace varias semanas, en respuesta, llamar a Estados Unidos “América mexicana”, mostrando un mapamundi anterior a 1848 en el que la región América del Norte aparece con ese nombre. “Para nosotros aún es el Golfo de México y para el mundo entero”, insistió Sheinbaum el martes.
Martin H. Levinson, presidente emérito del Instituto de Semántica General, estimó que es incierto cuánto capital político invertirá Trump en el intento de que otros países reconozcan un nombre diferente para el Golfo de México. “¿De verdad quiere presionar por algo tan insignificante como esto?”, se preguntó Levinson. “Creo que el beneficio político está en la audiencia interna para la que actúa, al decir somos patrióticos, esta es nuestra nación, no dejaremos que el nombre sea absorbido por otro país”, dijo.
El experto duda de que que otros países cambien el nombre, sin embargo dijo que Google Earth -una referencia más inmediata para las personas del común- podría incluir un nombre alternativo, como lo ha hecho en otras disputas.
Entre los desacuerdos más enconadas figura la de Corea del Sur, que durante mucho tiempo ha rechazado llamar a las aguas al este de su territorio como Mar de Japón y le dice Mar del Este. Washington, aliado de ambos países, ha mantenido el nombre Mar de Japón, pero los coreano-estadounidenses han presionado para que en los textos escolares se le llame Mar del Este.
En Oriente Medio, Trump en su último mandato enfureció a los iraníes al utilizar el término Golfo Arábigo para el históricamente conocido como Golfo Pérsico. Gerry Kearns, profesor de geografía en la Universidad de Maynooth en Irlanda, opinó que la medida de Trump es parte de la “geopolítica del espectáculo”, pero también muestra su inclinación ideológica.
Trump, que también ha amenazado con tomar el control del Canal de Panamá y de Groenlandia, busca proyectar un nuevo tipo de doctrina Monroe, opina Kearns. “Las denominaciones funcionan porque son compartidas, sabemos que estamos hablando de la misma cosa”, escribió en un ensayo. “Al reclamar el derecho de forzar a otros a usar la denominación de su elección, Trump afirma una suerte de soberanía sobre una porción de aguas internacionales”, dijo el experto.
*Con información de AFP.