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El día que una paloma escogió a un papa; las historias secretas de corrupción y muerte detrás del cónclave
Varios episodios han marcado a la Iglesia católica a la hora de elegir al sumo pontífice, desde la ceremonia más corta hasta estar encerrados por mucho tiempo.

Falta un día para que el cónclave que elegirá al sucesor de Francisco comience y ya los 133 cardenales electores llegaron a Roma para escoger al próximo líder y definir el futuro de la Iglesia de 1.400 millones de católicos.
Los llamados príncipes de la Iglesia se encerrarán a partir del miércoles, 7 de mayo, en la capilla Sixtina para elegir al nuevo pontífice en una votación incierta y sin claros favoritos.
Progresista, conservador, dogmático… ¿Cómo será el próximo papa? Hay consenso en que no será un revolucionario como el argentino Jorge Bergoglio, que planteó un pontificado de reformas, enfocado en los pobres y en las periferias del mundo, y que enfrentó resistencias dentro de la Iglesia.

Una solemne ceremonia dará el pistoletazo a lo que será uno de los eventos más seguidos en el mundo. Ahora es un poco más fácil y sencillo elegir al sucesor, pero la historia papal y católica estuvo marcada por varios siglos de secretos, escándalos y cardenales que soportaron condiciones espartanas.
Estas fueron las elecciones más remarcables.
Una inspiración divina: la paloma
Una paloma blanca fue la señal que decidió en el año 236 quién debía ser el papa, pues la comunidad cristiana de Roma debatía sobre posibles candidatos.
Según el relato, una paloma blanca se posó sobre la cabeza de un espectador, Fabián.
“En ese momento, todo el mundo, como movido por una única inspiración divina, clamó con entusiasmo y de todo corazón que Fabián era digno”, según Eusebio, un historiador de la Iglesia de la época.
Pero esta bendición acabó mal. El emperador romano Decio lo persiguió y ejecutó 14 años después.
La elección más infame con soborno
Votaciones amañadas. Así fueron los primeros tiempos de la Iglesia, el clero y la nobleza romana cuando escogían a los papas.
Una de las elecciones más infames tuvo lugar en el 532, tras la muerte de Bonifacio II, con “sobornos a gran escala de funcionarios reales y senadores influyentes”, escribe P. G. Maxwell-Stuart, en Chronicle of the Popes (Crónica de los papas).
Al final, el escogido fue un sacerdote ordinario, Mercurio, quien fue el primer papa en cambiar su nombre de nacimiento por el de Juan II.
En 1059, Nicolás II dio a los cardenales el poder exclusivo de escoger al pontífice.

Bajo llave
La palabra cónclave viene del latín cum clave, que se significa ‘bajo llave’, y bajo esa idea es que se encerraban los cardenales con el fin de acelerar la elección del pontífice, lo cual se hace desde el siglo XIII.
Goffredo Castiglioni se convirtió en Celestino IV luego de 70 días de este evento. En 1241, cuando la elección se alargaba, el jefe del Gobierno de Roma encerró a los cardenales en un edificio en ruinas y se negó a limpiar los lavabos o permitir que los médicos atendieran a los enfermos.
Según cuenta Frederic Baumgartner en su A History of the Papal Elections (Historia de las elecciones papales), los cardenales sólo llegaron a una decisión cuando uno de ellos murió y los romanos amenazaron con exhumar su cadáver.
El más largo y el más corto
Duró tres años y los cardenales estuvieron encerrados, tras la muerte de Clemente IV en noviembre de 1268, en el palacio papal de Viterbo, cerca de Roma.
Hasta 1271 se dio a conocer la elección del nuevo obispo de Roma: Teobaldo Visconti se convirtió en el papa Gregorio X.
Esto se dio porque los frustrados cardenales retiraron el techo para acelerar el proceso. Su inspiración vino aparentemente de las palabras de un cardenal inglés que aseguró que, sin techo, el Espíritu Santo descendería más libremente.
En respuesta al caos que condujo a su elección, Gregorio X cambió las reglas: exigió que los cardenales se reunieran diez días después de la muerte del papa y ordenó que la comida se racionara progresivamente.
Si no había ninguna decisión en tres días, las comidas contarían con un solo plato principal, de los dos tradicionales en Italia. A los cinco días, solo tendrían pan, agua y vino, según el libro Conclave, de John Allen.
Así como este fue el más largo, también ocurrió el más corto: solo diez horas. Ese fue el tiempo que duró el cónclave más corto en la historia católica en la que fue elegido Giuliano della Rovere como papa Julio II.
Tras la muerte de Pío III, quien solo estuvo como obispo de Roma por 26 días, era necesario elegir rápidamente a un nuevo representante, por lo que de manera sorpresiva los cardenales llegaron a un acuerdo y escogieron a Della Rovere como el candidato ideal.
Diez años de sede vacante
Así como hubo un cónclave que duró tres años, también el Vaticano tiene como registro en uno de los pergaminos del Scriptor del Archivo Apostólico, que en diez años tuvo la sede vacante.
En el documento se lee: “El Cónclave de Viterbo —explica— tuvo lugar al final de un siglo, el XIII, que en poco más de sesenta años conoció diez años de sede vacante. Tras la muerte de Clemente IV, el 29 de noviembre de 1268, se reunieron en la ciudad del Lacio 20 cardenales electores, pero la asamblea se vio pronto bloqueada por la oposición entre dos facciones, la francesa, formada en su mayoría por cardenales creados por el papa francés Urbano IV, y la italiana, que tenía los números para impedir que el candidato del partido contrario alcanzara los dos tercios″.

Catres y la residencia de Santa Marta
Los cónclaves se celebraron durante siglos en el Palacio Apostólico del Vaticano y, desde 1878, de forma ininterrumpida en la capilla Sixtina, que ya acogió otros en el pasado.
En el pasado, los cardenales dormían en catres dentro de cubículos erigidos temporalmente en el Palacio Apostólico, con un baño para cada diez purpurados, según el libro de Allen.
Las ventanas estaban selladas, pero, en agosto de 1978, estalló un principio de revuelta entre los cardenales que pedían abrirlas en pleno verano caluroso en el Vaticano.
Juan Pablo II, escogido en un segundo cónclave celebrado en octubre de ese año, ordenó a continuación construir la Residencia de Santa Marta en los jardines vaticanos, donde los cardenales se quedan ahora.
Cada vez más corto
El último cónclave largo fue en 1831, cuando se necesitaron más de 50 días para escoger a Gregorio XVI. Desde entonces, han durado menos de una semana.
El más largo del siglo XX fue en 1922, cuando se escogió a Pío XI en cinco días (14 rondas de votación).
Las últimas elecciones se cerraron en dos días: Benedicto XVI necesitó cuatro rondas de votación en 2005 y Francisco, cinco rondas en 2013.
*Con información de AFP.