Vaticano
El papa Francisco ordena a la mano derecha de Benedicto XVI, Georg Gänswein, volver a Alemania, ¿guerra en el Vaticano?
Monseñor Gänswein sale por la puerta trasera del Vaticano después de haber sido la mano derecha del papa emérito Benedicto XVI. ¿Traición?
Monseñor Georg Gänswein, definitivamente, no es bienvenido en el Vaticano. El exsecretario del papa emérito Benedicto XVI (Joseph Ratzinger de nacimiento) llevaba desde hace meses, por no decir años, una guerra contra el papa Francisco, con el que no compartía visiones ni ideas. Y todo esto pareció explotar el jueves pasado cuando a través de un comunicado oficial la Santa Sede anunció que Gänswein volvería a su natal Alemania a la diócesis de Friburgo.
“El 28 de febrero de 2023, S. Excmo. monseñor Georg Gänswein terminó su misión como prefecto de la Casa Pontificia. El santo padre ordenó que monseñor Gänswein regrese a partir del 1 de julio, por el momento, a su diócesis de origen”, rezaba el comunicado.
Esto se interpretó a nivel mundial como una movida de ajedrez de Francisco, quien se había demorado en tomar acciones directas en contra de la mano derecha de quien fue su antecesor. Gänswein, tras la muerte de Benedicto XVI, se empeñó por encabezar una campaña de desprestigio en contra del sumo pontífice, que lo llevó a traicionar la memoria de su mentor.
La doble traición
Luego del fallecimiento de Benedicto el 31 de diciembre de 2022, Gänswein lanzó algunas declaraciones problemáticas en contra de Francisco; por ejemplo, lo comparó con el diablo. “El maligno siempre intenta golpear donde más duele. En esos años sentí la presencia del diablo muy cerca, contra el papa Benedicto XVI”, dijo en una entrevista, haciendo referencia a su renuncia y a la elección de su sucesor.
A esto, el papa argentino solo respondió: “El chismorreo es un arma letal: mata el amor, mata la sociedad y mata la fraternidad”.
Y aunque lo dicho por Gänswein parezca a favor de Benedicto, lo cierto es que para justificarse rompió la confianza de quien juraba defender. Antes de morir, se conoció que el papa emérito le dio la importante tarea de quemar y destruir todos sus documentos privados; sin embargo, Gänswein publicó en el libro de sus memorias, Nada más que la verdad. Mi vida al lado de Benedicto XVI, fragmentos de cartas que el papa emérito le escribió a Francisco.
En efecto, esta obra fue la que le costó la cabeza. Según el diario El Debate, apenas fue publicado, Gänswein fue citado a puerta cerrada por el papa. No obstante, se considera que llega tarde la decisión de Francisco, pues, de acuerdo con el diario Welt, el papa eludió “la costumbre de que los exsecretarios privados de los papas fallecidos no permanecieran en Roma”, ya que es muy normal que estos vuelvan a sus diócesis de origen una vez terminada su función.
El problema con Gänswein es que no solo regresa a su casa, sino que lo hace, hasta el momento, sin ninguna misión en particular.
Según Austen Ivereigh, autor de El gran reformador, biografía del actual sumo pontífice, esto se debe a que monseñor es un doble traidor. “Es obvio que Gänswein se opone a lo que hizo Francisco e intenta utilizar a Benedicto diciendo que era una mala decisión”, escribió. Considera que usó la memoria de su mentor y abusó de su confianza para expresar sus propias críticas en contra de la gestión de Francisco.
En el libro, además, “se ven otras motivaciones (más allá de defender a Benedicto). En primer lugar, es evidente que Gänswein se siente maltratado por Francisco y quiere poner en evidencia al papa argentino. A su vez, tiene una visión conservadora o tradicionalista y quiere respaldarla con anécdotas relativas a Benedicto XVI”, dice Ivereigh.
Asimismo, Ivereigh considera gravísimo que haya querido dañar ante la prensa la buena relación que mantenían ambos pontífices. Explica en la biografía de Francisco que se tenían un cariño sincero y parece que monseñor solo quiere desacreditar ese vínculo.
Lo cierto es que Gänswein, quien fue un ícono del estilo y la clase de la Santa Sede a tal punto que lo llamaban el George Clooney del Vaticano, se va por la puerta de atrás después de casi dos décadas de servicio. Llegó de la mano de Ratzinger en 2005 cuando sucedió a Juan Pablo II y ahora se va con la cola entre las piernas. Parece que a todo traidor le llega su hora.