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“El papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos”, las palabras del cardenal Re en la misa previa al cónclave

Los cardenales invocaron este miércoles la ayuda divina para la elección del sucesor del papa Francisco, entre llamados a “mantener la unidad de la Iglesia”.

7 de mayo de 2025, 10:08 a. m.
El cardenal Giovanni Battista Re oficia una misa para la elección del Romano Pontífice, antes del inicio del cónclave, en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el 7 de mayo de 2025. (Foto: Dimitar DILKOFF / AFP)
Durante la liturgia en la basílica vaticana de San Pedro, Re abogó por la "unidad" ante una "decisión de gran importancia", en la que "se debe abandonar cualquier consideración personal". (Photo by Dimitar DILKOFF / AFP) | Foto: AFP

“El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo”, este fue uno de los mensajes que más retumbó en la basílica de San Pedro este miércoles, 7 de mayo, durante la homilía del decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, quien ofició la misa previa al cónclave en uno de los acontecimientos más secretos y misteriosos del mundo.

“Estamos aquí para invocar el auxilio del Espíritu Santo, para implorar su luz y su fuerza, a fin de que sea elegido el papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo”, así inició su homilía el cardenal Re desde la basílica en un mensaje lleno de amor, recordando a Jesús, pero también para mantener la unidad de la Iglesia.

A las 10 a. m., hora local, en Roma, se celebró en la basílica de San Pedro la misa ‘Pro Eligendo Pontifice’, a la que acudieron los príncipes de la Iglesia, quienes entraron al magno lugar en silencio hasta ocupar sus asientos ubicados cerca del altar.

“Recemos para que Dios conceda a la #Iglesia el #Papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios”, dijo.
El cardenal Giovanni Battista Re imploró la luz del Espíritu Santo para que sea elegido el papa “que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo”. Foto: Vatican News | Foto: Vatican News

Tras los actos eucarísticos siguió la homilía del cardenal Re, quien destacó la labor de la Iglesia, pero que también hizo un llamado a la unidad en estos tiempos invocando la guía del Espíritu Santo y de Dios.

“Rezar, invocando al Espíritu Santo, es la única actitud justa y necesaria, mientras los cardenales electores se preparan a un acto de máxima responsabilidad humana y eclesial, y a una decisión de gran importancia”, aseguró.

También el cardenal señaló: ”Entre las tareas de todo sucesor de Pedro está la de acrecentar la comunión: comunión de todos los cristianos con Cristo; comunión de los obispos con el papa; comunión entre los obispos. No una comunión autorreferencial”.

Recordando que “el amor es lo único que puede salvar al mundo”, el cardenal también señaló: ”Entre las tareas de todo sucesor de Pedro está la de acrecentar la comunión: comunión de todos los cristianos con Cristo; comunión de los obispos con el Papa; comunión entre los obispos. No una comunión autorreferencial”.
El cardenal, en un sencillo, corto, pero fuerte mensaje insistió en que “recemos para que Dios conceda a la Iglesia el papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios”. Foto: Vatican News | Foto: Vatican News

Y una de sus frases más contundentes fue cómo “el mundo se ha olvidado de Dios”, por lo que pide que esa unidad y el próximo líder de 1.400 millones de católicos en el mundo esté listo para los desafíos y retos de este mundo.

“Recemos para que Dios conceda a la Iglesia el papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios”.

Además, recordó: ”Entre las tareas de todo sucesor de Pedro está la de acrecentar la comunión: comunión de todos los cristianos con Cristo; comunión de los obispos con el papa; comunión entre los obispos. No una comunión autorreferencial”.

El decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, ofició la misa previa a esta elección, uno de los acontecimientos más secretos y misteriosos del mundo.
Los cardenales asisten a una misa para la elección del romano pontífice, antes del inicio del cónclave, en la basílica de San Pedro en el Vaticano, el 7 de mayo de 2025. (Foto de Dimitar DILKOFF / AFP) | Foto: AFP

A los cardenales también les hizo entender la gran decisión que tienen en estos días, según las normativas del Vaticano: “Los cardenales electores expresarán su voto en la Capilla Sixtina, donde —como dice la Constitución apostólica Universi Dominici Gregis— ‘todo contribuye a hacer más viva la presencia de Dios, ante el cual cada uno deberá presentarse un día para ser juzgado’”.

Tras su mensaje, y prosiguiendo con la misa, el cardenal Re dio la paz y la comunión para luego cerrar el acto. Uno a uno, los cardenales salieron de la basílica para prepararse rumbo a lo que será el cónclave en la Sixtina.

Esta fue su homilía

En los Hechos de los Apóstoles se lee que, después de la ascensión de Cristo al cielo y en espera de Pentecostés, todos perseveraban unidos en la oración junto con María, la Madre de Jesús (cf. Hch 1,14).

Es precisamente lo que también nosotros estamos haciendo a pocas horas del inicio del cónclave, bajo la mirada de la Virgen colocada al lado del altar, en esta basílica que se eleva sobre la tumba del apóstol Pedro. Notamos como todo el pueblo de Dios está unido a nosotros con su sentido de fe, su amor al papa y su confiada esperanza.

Estamos aquí para invocar el auxilio del Espíritu Santo, para implorar su luz y su fuerza, a fin de que sea elegido el papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan difícil y complejo.

Rezar, invocando al Espíritu Santo, es la única actitud justa y necesaria, mientras los cardenales electores se preparan a un acto de máxima responsabilidad humana y eclesial, y a una decisión de gran importancia; un acto humano por el cual se debe abandonar cualquier consideración personal, y tener en la mente y en el corazón sólo al Dios de Jesucristo y el bien de la Iglesia y de la humanidad.

En el Evangelio que ha sido proclamado han resonado palabras que nos conducen al corazón del mensaje-testamento supremo de Jesús, entregado a sus Apóstoles en la tarde de la última cena en el Cenáculo: «Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Jn 15,12). Y para precisar ese “como yo los he amado” e indicar hasta dónde debe llegar nuestro amor, Jesús afirma a continuación: «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn 15,13).

Es el mensaje del amor, que Jesús define mandamiento “nuevo”. Nuevo porque transforma en positivo y amplía en gran medida la exhortación del Antiguo Testamento, que decía: “No hagas a los demás lo que no quisieras que te hagan a ti”.

El amor que Jesús revela no conoce límites y debe caracterizar los pensamientos y la acción de todos sus discípulos, que en su conducta siempre deben manifestar un amor auténtico y comprometerse en la construcción de una nueva civilización, que Pablo VI llamó “civilización del amor”. El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo.

Jesús nos ha dado ejemplo de este amor al comienzo de la última cena con un gesto sorprendente: se abajó al servicio de los demás, lavando los pies a los Apóstoles, sin discriminaciones, sin excluir a Judas que lo iba a traicionar.

Este mensaje de Jesús se enlaza con lo que hemos escuchado en la primera lectura de la misa, en la que el profeta Isaías nos ha recordado que la cualidad fundamental de lospastores es el amor hasta el don total de sí.

De los textos litúrgicos de esta celebración eucarística nos llega, por tanto, una invitación al amor fraterno, a la ayuda mutua y al compromiso por la comunión eclesial y la fraternidad humana universal. Entre las tareas de todo sucesor de Pedro está la de acrecentar la comunión: comunión de todos los cristianos con Cristo; comunión de los obispos con el papa; comunión entre los obispos. No una comunión autorreferencial, sino dirigida totalmente a la comunión entre las personas, los pueblos y las culturas, velando para que la Iglesia sea siempre “casa y escuela de comunión”.

También es fuerte la llamada a mantener la unidad de la Iglesia en la senda trazada por Cristo a los Apóstoles. La unidad de la Iglesia es querida por Cristo; una unidad que no significa uniformidad, sino una firme y profunda comunión en la diversidad, siempre que se mantenga en plena fidelidad al Evangelio.

Todo papa sigue encarnando a Pedro y su misión, y de esa manera representa a Cristo en la tierra; él es la roca sobre la cual se edifica la Iglesia (cf. Mt 16,18).

La elección del nuevo papa no es una simple sucesión de personas, sino que es siempre el apóstol Pedro que regresa. Los cardenales electores expresarán su voto en la Capilla Sixtina, donde —como dice la Constitución apostólica Universi Dominici Gregis— «todo contribuye a hacer más viva la presencia de Dios, ante el cual cada uno deberá presentarse un día para ser juzgado».

En Tríptico Romano, el papa Juan Pablo II expresaba el deseo de que, en las horas de la gran decisión mediante el voto, la majestuosa imagen de Miguel Ángel que representa a Jesús Juez recordase a cada uno la grandeza de la responsabilidad de poner las “soberanas llaves” (Dante) en las manos adecuadas.

Recemos, por tanto, para que el Espíritu Santo, que en los últimos cien años nos ha dado una serie de pontífices verdaderamente santos y grandes, nos regale un nuevo papa según el corazón de Dios para el bien de la Iglesia y de la humanidad.

Recemos para que Dios conceda a la Iglesia el papa que mejor sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios.

El mundo de hoy espera mucho de la Iglesia para la tutela de esos valores fundamentales, humanos y espirituales, sin los cuales la convivencia humana no será mejor ni portadora de bien para las generaciones futuras.

Que la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, intervenga con su intercesión maternal, para que el Espíritu Santo ilumine las mentes de los cardenales electores y los haga concordes en la elección del papa que necesita nuestro tiempo.