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“Extra omnes”: todos fuera, arranca oficialmente el cónclave en la Capilla Sixtina. Empiezan las votaciones para elegir papa
Las puertas de la Sixtina se cerraron y, en total secreto, los 133 cardenales inician este miércoles la primera votación para decidir quién será el papa 267.

Ante la mirada fija del mundo en la pequeña chimenea que emitirá los escrutinios en forma de humo, desde la Capilla Sixtina, los 133 cardenales ya están dentro del lugar más secreto y misterioso del mundo para elegir al sucesor del papa Francisco.
Los cardenales invocaron este miércoles la ayuda divina para la elección del sucesor del papa Francisco, entre llamados a “mantener la unidad de la Iglesia” en un momento “difícil, complejo y convulso”, durante la misa que se celebró en la mañana de este miércoles, 7 de mayo, la cual dio paso al cónclave.
Ya en la tarde, sobre las 4:30 p. m., hora local, los purpurados hicieron una nueva oración en la tarde en la capilla Paulina del Palacio Apostólico, y se dirigieron a la majestuosa Sixtina para el cónclave, la cual fue adecuada con varias hileras de mesones engalanados con telas marrones y rojas, sobre las cuales aparecen los nombres de cada elector.

Ataviados con el hábito coral, al inicio se les vio sentados y orando en la sala de la Capilla Paulina antes de ingresar en una solemne procesión hacia la Sixtina, invocando la asistencia del Espíritu Santo, mientras se escuchaban cánticos y letanías.
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Las puertas se mantuvieron abiertas, mientras que el mundo observaba la transmisión desde el Vaticano, del lugar custodiado a sus afueras por la Guardia Suiza.
Así fue la procesión y entrada de los 133 cardenales a la Capilla Sixtina para dar inicio al cónclave, invocando la presencia del Espíritu Santo y juramentando su voto secreto. https://t.co/if1kX8q65f pic.twitter.com/bekZshUQY2
— Revista Semana (@RevistaSemana) May 7, 2025
El cardenal Pietro Parolin dio inicio a la ceremonia previa: “Entramos a esta oración para entrar al cónclave para que sea elegido el digno pastor de Cristo, que el señor guíe nuestros pasos por el camino de la verdad”.
Con estas palabras, posteriormente, empezó la procesión de los purpurados rumbo a la capilla, nombrando cada una de las letanías a santos y papas en esos metros que separan a la Paulina del lugar donde se recluirán.
Cada uno de los purpurados fue ocupando su silla respectiva, de acuerdo al orden dispuesto, con su nombre marcado en un papel sobre la mesa y las libretas, hojas de votación, como los únicos utensilios que tendrán dispuestos.
Por varios minutos continuaron con oraciones para pedir la presencia de Dios y que les ayude en estos momentos de total reflexión, en cantos que entonaron siguiendo el libro especial que cada uno de ellos tenían en sus manos, para recordar el papel de una profunda comunión.

“Veni Creator Spiritus”, fue la canción que entonaron los cardenales para pedir al Espíritu Santo que se hiciera presente en este acto.
Parolini inmediatamente leyó el juramento: “prometemos y seguir fielmente todo lo suscrito en la constitución apostólica” ante los 133 prelados, iniciando con su propia juramentación con la mano sobre el libro que leyó para luego hacerlo el resto de purpurados.
“Prometo y juro observar secreto absoluto con todo aquel que no forme parte del colegio de los cardenales electores, y a perpetuidad", un fragmento de la juramentación de los 133 cardenales en el cónclave. https://t.co/if1kX8q65f pic.twitter.com/h6M0Hvj3FT
— Revista Semana (@RevistaSemana) May 7, 2025
“Prometo y juro observar secreto absoluto con todo aquel que no forme parte del colegio de los cardenales electores, y a perpetuidad, sobre todo aquello que esté relacionado directa o indirectamente con las votaciones y los escrutinios para la elección del sumo pontífice”, pronunciaron uno a uno.

Frente a los magníficos frescos del Juicio final, que Miguel Ángel pintó en el siglo XV, los llamados “príncipes de la Iglesia” están encerrados y solo votarán “en presencia de Dios” bajo solemne silencio.
Todos Fuera
“Extra Omnes” (Todos fuera), el maestro de las celebraciones Litúrgicas del sumo pontífice, monseñor Diego Ravell, pronunció estas palabras con las que el ritual, heredado desde la Edad Media, indica que las personas que no participan en la elección abandonan la sala, y fue la señal con la que se cerraron las puertas. El objetivo es que los cardenales eviten las influencias exteriores.
Con esta orden salieron aquellas personas que no pueden estar entre ellos los integrantes del coro, la prensa del Vaticano y demás integrantes. Inmediatamente, cantaron “bajo tu amparo nos acogemos, oh santa Madre de Dios”.
Luego quedaron solo los cardenales y el maestro puso la llave sobre las puertas de la Sixtina, quedando así oficialmente cerradas las puertas.
En el primer día, está prevista una sola votación, en la que no se espera que alguien obtenga la mayoría de dos tercios requerida —al menos 89 votos— para proclamar al 267º pontífice.
De ser así, los cardenales votarán cuatro veces a partir del jueves: dos por la mañana y dos por la tarde.
La Capilla Sixtina no será un espacio para discursos, debates y negociaciones que lleven a un nombre en el que estén de acuerdo los ‘bergoglistas’, devotos de Jorge Bergoglio, y el ala más conservadora que criticó mucho su pontificado reformista enfocado en los pobres.

Las elecciones de Benedicto XVI y Francisco tomaron dos días. La mayoría de los cardenales estima máximo tres; los más pesimistas, cinco.
Los purpurados, en cualquier caso, juran mantener en secreto los detalles de todo el proceso.
Así será la elección
Por sorteo, tres cardenales son designados escrutadores, otros tres infirmarii, como encargados de recoger el voto de los purpurados enfermos, y tres más como revisores para comprobar el recuento.
Sentados juntos, los cardenales reciben papeletas rectangulares con la inscripción Eligo in Summum Pontificem (Elijo como sumo pontífice) en la parte superior, con un espacio en blanco debajo.

Los votantes escriben el nombre de su candidato a mano, “con caligrafía lo más irreconocible posible”, y doblan la papeleta. En teoría, está prohibido votarse a uno mismo.
Cada cardenal se dirige por turnos al altar, sosteniendo su papeleta en el aire para que sea bien visible, y pronuncia en voz alta el siguiente juramento en latín: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”.
Deposita su papeleta en un plato y la desliza en la urna frente a los escrutadores, se inclina ante el altar y vuelve a su sitio.
Los cardenales que, por su estado de salud, no puedan acercarse al altar, entregan su voto a un escrutador, que lo deposita en la urna en su lugar.
El escrutinio
Una vez recogidas todas las papeletas, un escrutador agita la urna para mezclarlas, las transfiere a un segundo recipiente y luego otro las cuenta.
Dos escrutadores anotan los nombres, mientras que un tercero los lee en voz alta y perfora las papeletas con una aguja en el punto en el que se encuentra la palabra Eligo. Los revisores verifican a continuación que no se hayan cometido errores.

Si ningún cardenal obtuvo dos tercios de votos, los electores proceden a una nueva votación. Salvo el primer día, se prevén dos votaciones por la mañana y dos por la tarde hasta la proclamación de un papa.
Las papeletas y las notas tomadas por los cardenales se queman en una estufa cada dos rondas de votación. La chimenea, visible por los fieles desde la plaza de San Pedro, expulsa humo negro si no se logró escoger a ningún papa y una fumata blanca en caso de una elección.
Tras tres días de votación sin lograrse el nombramiento de un pontífice, el proceso se suspende para un día de oración y se retoma la jornada siguiente, hasta que de la chimenea salga humo blanco y se proclame: “Habemus papam”.