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Guantánamo, la prisión y ‘centro de tortura’ que Trump quiere usar para la detención de migrantes
La cárcel, que en su momento fue utilizada casi exclusivamente para sospechosos de terrorismo, ha sido denunciada por los tratos inhumanos que vivieron sus reclusos.
El presidente Donald Trump anunció que Estados Unidos evalúa enviar a la prisión militar de Guantánamo, en Cuba, a migrantes en situación irregular como parte de su ofensiva contra la inmigración ilegal, anunciada en su segundo mandato en el poder en la Casa Blanca.
Aunque es conocida principalmente por albergar a acusados de crímenes relacionados con el terrorismo, Trump ordenó la preparación en esa base militar de una “instalación migratoria” para 30.000 personas que se usará para “detener a los peores criminales ilegales extranjeros que amenazan al pueblo estadounidense”, según anunció este jueves el líder republicano en un discurso sobre sus políticas.
La prisión militar de Guantánamo se inauguró en enero de 2002 en una base naval estadounidense ubicada sobre la costa del sureste de Cuba, un territorio que La Habana arrendó en virtud de un tratado que data de 1903.
El centro de detención fue habilitado después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, durante el mandato del presidente George W. Bush con el fin de recibir a prisioneros denominados como “combatientes enemigos”, a quienes se les negaban muchos de los derechos que un detenido tiene en suelo estadounidense. Los mandatarios demócratas Barack Obama y Joe Biden intentaron cerrar la instalación, pero enfrentaron la oposición del Congreso, por lo que sigue abierta.
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Además, el centro ha sido ampliamente criticado por el uso sistemático de torturas y tratos inhumanos contra prisioneros acusados de terrorismo, muchos de los cuales nunca fueron formalmente acusados o juzgados. Entre los métodos de tortura documentados se encuentra el waterboarding o asfixia simulada, en el que se vierte agua sobre un paño cubriendo la cara del prisionero para inducir la sensación de ahogamiento.
También se ha documentado la privación del sueño, con detenidos mantenidos despiertos hasta 11 días seguidos mediante música a alto volumen, luces brillantes y sacudidas violentas. Otro método frecuente ha sido la imposición de posiciones de estrés, obligando a los prisioneros a permanecer en posturas dolorosas durante largos períodos, como estar encorvados o esposados en posiciones forzadas.
Además, se ha utilizado el aislamiento extremo, manteniendo a los detenidos en celdas sin contacto humano durante semanas o meses, lo que ha causado graves efectos psicológicos. También han sido víctimas de violencia física y sexual, incluyendo golpes, humillaciones y amenazas de violación, además del uso de perros para intimidarlos.
Otro de los métodos documentados es la deprivación sensorial y sobrecarga sensorial, en la que se usaban capuchas, gafas opacas y auriculares con ruido blanco para desorientar a los prisioneros, mientras que en otros casos eran expuestos a luces estroboscópicas y sonidos ensordecedores. A esto se suma la alimentación forzada mediante tubos, utilizada contra prisioneros en huelga de hambre, en la que se insertaban tubos por la nariz y la garganta en un procedimiento extremadamente doloroso y peligroso.
Organizaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y el Comité contra la Tortura de la ONU han condenado estas prácticas. En 2014, el Senado de EE. UU. desclasificó un informe sobre torturas de la CIA que confirmaba estos abusos en Guantánamo y otros centros clandestinos.
Detenciones de migrantes en el pasado
El diario The New York Times informó en septiembre de 2024 que la base militar de Guantánamo también había sido utilizada por décadas por Estados Unidos para detener a migrantes interceptados en el mar, pero en un área separada de la usada para albergar a los acusados de terrorismo.
Un número relativamente pequeño de inmigrantes ha sido enviado a esas instalaciones. Según el periódico, sólo 37 fueron retenidos allí de 2020 a 2023, pero esta cifra puede subir drásticamente tras el anuncio de Trump. En su segundo mandato, el magnate republicano ha puesto en marcha lo que considera una ofensiva contra la migración ilegal, con redadas, arrestos y deportaciones en aviones militares.
De las casi 800 personas detenidas como sospechosas de militancia o de crímenes relacionados con el terrorismo que han estado en Guantánamo desde 2002, sólo quedan 15 reclusos, tras la liberación de algunos presos hacia el fin de la administración Biden.
Tres de los 15 reúnen las condiciones para ser transferidos, otros tres pueden tener una revisión de sus casos con miras a una posible liberación, siete enfrentan cargos y dos más han sido condenados y sentenciados, informó a inicios de este mes el Departamento de Defensa, al anunciar la puesta en libertad de 11 yemeníes presos en Guantánamo.
Guantánamo es la prisión de varios de los acusados de conspirar para ejecutar los ataques del 9-11, entre ellos el autoproclamado cerebro de los atentados, Khalid Sheikh Mohammed. Entre sus reclusos también se incluye al hombre señalado de ser el autor intelectual del ataque contra el destructor USS Cole en el año 2000, Abd al Rahim al Nashiri, capturado en 2002 y transferido a Guantánamo en 2006.
Las condiciones en Guantánamo han provocado protestas constantes de grupos de derechos humanos. Expertos de Naciones Unidas han condenado el penal como un sitio de una “notoriedad sin parangón”.
Usualmente, las polémicas se basan principalmente en la práctica de alimentar a la fuerza a los presos en huelga de hambre. Los militares estadounidenses han defendido la medida como un tratamiento médico necesario, aunque sus críticos lo comparan con tortura. El proceso se realiza insertando una sonda por la nariz del reo hasta su estómago, para luego bombear un líquido con nutrientes.
*Con información de AFP.