Cáucaso
Guerra a la vista: ¿en que terminarán los enfrentamientos entre Azerbaiyán y Armenia?
Las dos repúblicas exsoviéticas se enfrentan de nuevo por disputas ancestrales que no han podido superar. Esta vez la influencia de Rusia y Turquía le da un cariz aún más peligroso.
El conflicto entre Azerbaiyán y Armenia por la región de Nagorno Karabaj permaneció como un monstruo dormido por casi 22 años. La tensa paz alcanzada en 1994 con un alto al fuego mostró sus primeros y más dramáticos quiebres en 2016 cuando los países se enfrentaron en la llamada guerra de los Cuatro Días. Más de 200 personas murieron y Azerbaiyán recuperó algunos de los territorios que había perdido 22 años atrás. A pesar de la gravedad de los hechos, no se desató una lucha abierta entre las dos naciones del sur del Cáucaso, pero sí quedó en el aire que la paz era más apariencia que realidad.
Ahora, cuatro años más tarde, se enfrentan de nuevo en el que podría ser finalmente un funesto despertar. Ambos han desplegado sus Fuerzas Militares y un sorprendente poder de artillería. En las zonas de batalla luchan con tanques, drones, helicópteros y hasta misiles. Las cifras exactas de muertos son inciertas, pero se dice que superan los cientos entre militares y civiles. También, poblaciones de Nagorno Karabaj reportaron bombardeos indiscriminados.
La región está ubicada dentro de las fronteras oficiales de Azerbaiyán, pero desde 1994 la controlan las mayoritarias comunidades armenias, que declaran que es una república independiente, lo cual rechaza el Gobierno azerí. Por su parte, Armenia, el vecino rival, defiende la independencia de facto de dichas poblaciones que comparten la identidad étnica de la mayoría de sus habitantes.
Este statu quo es resultado de la guerra que estalló en 1988 cuando grupos nacionalistas e independentistas de Nagorno Karabaj, apoyados por Armenia, se enfrentaron al Gobierno de Azerbaiyán. Entonces, todas esas zonas pertenecían a la Unión Soviética (URSS) y Moscú le echó tierra al asunto.Pero la URSS comenzó a resquebrajarse. Y como ocurrió en otros territorios, la decadencia del régimen socialista significó el resurgimiento de disputas étnicas, religiosas e independentistas nacionales.
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La población de Azerbaiyán es mayoritariamente musulmana y de identidad azerí. Por el contrario, en Nagorno Karabaj, desde tiempos antiguos, habitan poblaciones étnicas armenias, mayoritariamente cristianas ortodoxas. Esta convergencia de identidades ha caracterizado a la región del sur del Cáucaso. Como le dijo a SEMANA Carey Cavanaugh, exrepresentante de Estados Unidos para el Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE, por sus siglas en inglés): “Las poblaciones armenias y azeríes han vivido entremezcladas en un mosaico de ciudades y pueblos en toda esta región durante siglos”.
Sin embargo, esta convivencia de vieja data no calló los fusiles. Los armenios en Nagorno Karabaj sentían que el Gobierno de la entonces República Socialista Soviética de Azerbaiyán los discriminaba política y económicamente, por lo que veían en la independencia su única salida. Para ese momento, la región era una entidad autónoma del país.
La guerra duró seis años y tuvo consecuencias devastadoras. Entre 25.000 y 30.000 personas murieron y aproximadamente un millón fueron desplazadas en ambos territorios. Y aunque compartieron las pérdidas humanas, quien verdaderamente fracasó fue Azerbaiyán. La minoría armenia logró el control de la región y su vecino aprovechó el caos para avanzar sobre sus fronteras. En seis años de guerra, Azerbaiyán perdió cerca del 20 por ciento de su territorio.
El conflicto llegó supuestamente a su fin en 1994 por un cese al fuego negociado con ayuda de Rusia, que, sin embargo, nunca se convirtió en un verdadero acuerdo de paz. Desde entonces, Nagorno Karabaj funciona como un Estado autónomo, aunque no lo reconoce ningún actor internacional. Mientras tanto, Armenia y Azerbaiyán se han mantenido en estado de alerta, esperando que en cualquier momento regrese lo que comenzaron en 1994.
Hoy los temores se materializan. Ni el Gobierno del presidente azerí, Ilham Aliev, ni el del primer ministro armenio, Nikol Pashinián, están dispuestos a ceder. En medio también se encuentran las tropas de Nagorno Karabaj, dirigidas por el presidente, Arayik Harutyunyan. Cavanaugh, hablando con SEMANA el jueves, dijo: “Si las hostilidades continúan después de hoy, este será sin duda el enfrentamiento más significativo desde el cese al fuego de 1994. Están al borde de una guerra total”.
Un conflicto abierto entre los dos países amenaza con desestabilizar a toda la región. Azerbaiyán y Armenia comparten fronteras con Rusia, Turquía, Irán y Georgia. El primero es un aliado cercano de los armenios, con quienes tiene un tratado de cooperación militar. Al norte del país se encuentra la famosa base militar rusa 102, que –según Louis Monroy, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana– para finales del año pasado tenía disponibles 5.000 soldados, helicópteros de ataque y demás equipos de guerra. Aun así, Rusia mantiene una relación cordial con Azerbaiyán y es uno de sus principales proveedores de armas.
Por su parte, Turquía es un amigo de vieja data del Gobierno azerí y desde principios de los noventa condena la avanzada armenia en el territorio de su aliado. Incluso, en 1993, le impuso un bloqueo económico todavía vigente. Por ello, no sorprenden las expresiones de apoyo del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan a Azerbaiyán, y que muchos denuncian también se ha trasladado a la cooperación militar, la venta de armas y hasta el envío de mercenarios provenientes de Siria, lo cual el Gobierno de Ankara niega.
Otro aliado del país de mayoría musulmana es Irán. Su Gobierno ha descalificado la presencia armenia en territorio azerí y afirma: “Creemos que el fin de la ocupación traerá estabilidad a toda la región”. Sin embargo, también pidió la solución pacífica del conflicto. “Nuestra región no puede soportar más inestabilidad ni nuevas guerras”, dijo Mahmud Vaezi, jefe de gabinete del presidente iraní, Hasán Rohaní.
Una guerra que involucre la intervención de potencias extranjeras sería el peor escenario posible, pues amenazaría convertir el conflicto en una prolongada puja geopolítica. En este sentido se han manifestado varios Gobiernos extranjeros. Francia, Estados Unidos y Rusia –los tres miembros que presiden el Grupo de Minsk de la OSCE, creado en 1992 para mediar en el conflicto– pidieron que los países volvieran a las negociaciones y que ninguna fuerza extranjera interviniera. Desde 1994, han ido y venido periodos de diálogo liderados por esta organización, sin embargo, nunca alcanzaron el tan esperado acuerdo de paz.
El Cáucaso sur es una región de gran importancia geopolítica. Funciona como una zona bisagra entre Europa y Asia, y es el punto de encuentro de importantes actores regionales y globales, como Turquía, Irán y Rusia. Además, por allí pasan gasoductos y oleoductos provenientes de Azerbaiyán –uno de los grandes productores de crudo del mundo–, que suplen no solo a la región, sino a Europa y el mercado internacional. Por ello, para muchos es importante que no se quebrante su estabilidad. Desafortunadamente, el Cáucaso sur no ha estado más lejos de la paz.
El viernes por la mañana, el Ministerio de Defensa de Armenia reportó que Fuerzas Armadas azeríes habían bombardeado Stepanakert, la capital de Nagorno Karabaj, dejando numerosos heridos y daños en infraestructura. El Gobierno acompañó el ataque con palabras contundentes: “Si Armenia quiere ver el final de esta escalada, el balón está en su campo. Debe poner fin a la ocupación. Ya es suficiente”.