Donald Trump está empeñado en sacar de Afganistán las tropas de su país, tal como lo prometió en campaña. La mesa de negociación en Doha finalizó su octava ronda de diálogos en agosto. | Foto: Ap / Getty images

ORIENTE MEDIO

Afganistán: entre la paz y la guerra

Estados Unidos y los talibanes, enfrentados a muerte desde 2001, han dialogado por meses para terminar la guerra. Pero Estado Islámico parece dispuesto a aguar la fiesta con atentados como el de la semana pasada.

24 de agosto de 2019

El domingo, en una boda en Kabul, 850 invitados festejaban cuando un paquistaní miembro de la célula afgana del Estado Islámico (EI) se hizo estallar justo en frente de la tarima donde tocaban los músicos. En el lugar quedaron dispersos 63 muertos y más de 180 heridos. El brutal ataque evidenció que el EI tiene una presencia activa en el territorio afgano, pues allí llegaron después de su rotunda derrota militar en Siria e Iraq. Ahora, en Afganistán, quieren continuar su sangrienta guerra por el califato. Según un comunicado en el que el grupo se atribuyó el ataque, estallaron la bomba para castigar a los “apóstatas” chiitas que celebraban la boda.

Por el momento, los combatientes del EI están presentes en algunos poblados del norte y oriente del país, pero no ejercen control sobre ningún centro urbano. Según expertos que han seguido de cerca el conflicto en ese país, los combatientes del EI también querían demostrar que no están interesados en que haya diálogos, ni mucho menos paz con Estados Unidos. Justamente, la bomba de la semana pasada podría hacer tambalear esas negociaciones que tanto trabajo ha costado mantener y que, según las dos partes, hasta el momento han mostrado avances.

Estado Islámico está presente en pequeños poblado afganos, pero todavía no ejerce control sobre ningún centro urbano importante. 

La enemistad de los estadounidenses con los talibanes se remonta a 2001, Después de los atentados del 11 de septiembre, George W. Bush envió sus tropas para castigar a Al Qaeda, que operaba desde ese país bajo el amparo del régimen talibán. Al llegar al país, los norteamericanos sacaron del poder al gobierno ultraconservador de los talibanes, al mando desde 1996, e impusieron un nuevo gobierno ‘democrático’, que hoy en día dirige el presidente Ashraf Ghani. Desde ese momento, los talibanes se convirtieron en un grupo armado insurgente con dos objetivos: expulsar a Estados Unidos y retomar las riendas del país.

En los 18 años de la guerra de Afganistán, 3.500 militares estadounidenses han muerto en combate. Hoy, quedan 14.000 en ese país. Getty Images. 

Sin embargo, después de librar la guerra más larga de su historia, Washington quiere retirarse de Afganistán, tal como lo ha expresado el presidente Donald Trump desde el comienzo de su mandato. La idea se materializó hace varios meses, pues los talibanes también están cansados de la guerra y quieren volver a ejercer el poder político en su país. Así, con la voluntad de las dos partes, instalaron una mesa de negociaciones en Doha, Qatar. El 12 de agosto, el enviado de paz estadounidense, Zalmay Khalilzad, anunció con optimismo que estaban a punto de llegar a un acuerdo. Sus palabras tuvieron eco en Washington, pues Mike Pompeo, secretario de Estado, elogió su gestión y aseguró en un trino que aplaudía “el progreso alcanzado en Doha”.

¿Por qué Trump, conocido por su tendencia a agrandar los conflictos en vez de resolverlos, quiere dialogar con los talibanes en lugar de atacarlos? Al parecer, tiene que ver con las próximas elecciones. El presidente quiere capitalizar la euforia que despertaría traer “a los muchachos a casa”. Hoy, 14.000 militares estadounidenses operan en territorio afgano, una cifra pequeña si se tiene en cuenta que en el punto más álgido de la guerra hubo casi 100.000. Si Trump logra sacar las tropas que quedan, podría declarar que la retirada fue un logro de su administración. Eso podría favorecerlo en gran medida: se consagraría ante sus votantes como el presidente que le puso punto final a la guerra más larga que ha librado su país, algo que ni siquiera pudo hacer su antecesor, Barack Obama. Más allá de las motivaciones de cada parte, las negociaciones de Doha estaban dando resultados y el acuerdo definitivo se veía a la vuelta de la esquina. Pero el bombazo de EI volvió a enardecer el ambiente.

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El atentado de la boda puso sobre la mesa un punto aún no resuelto: ¿qué pasará con la seguridad del país una vez las tropas estadounidenses salgan de Afganistán? Washington aseguró que continuará ejerciendo labores antiterroristas en ese país, pues Trump ha prometido acabar con Estado Islámico. Pero eso podría resultar insuficiente.

Si bien Washington ha limado sus asperezas con los talibanes, aún no hay confianza entre estos y el actual gobierno. Los insurgentes ven a Ashraf Ghani y su gobierno como “marionetas” de Estados Unidos y por eso no los toman como interlocutores válidos. Por su lado, Ghani afirmó que los “talibanes no pueden exculparse de los terribles hechos del domingo, pues les han ofrecido a los terroristas una plataforma” para cometer ese tipo de ataques.

Los talibanes también han usado bombas contra la población civil. Sin embargo, prometieron un cese al fuego si Estados Unidos se marcha. Getty Images.

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Por eso, queda en el aire la pregunta de qué pasará con la estabilidad del gobierno una vez Estados Unidos salga del país. Hasta el momento se ha mantenido a flote, pese a la violencia, porque cuenta con el apoyo incondicional de los militares estadounidenses. Con la oposición férrea de los talibanes y los ataques sangrientos del EI, nada asegura que la frágil democracia afgana sobreviva por su cuenta. Muestra de ello es la incertidumbre en torno a las próximas elecciones. Programadas para el 28 de septiembre, voces del gobierno afgano dudan de que sea el mejor momento para ir a las urnas. En vez de eso, las partes podrían conformar un gobierno interino mientras resuelven el asunto de las tropas norteamericanas y encuentran la manera de proteger a los ciudadanos de las amenazas y ataques del EI.

Simon Tisdall, experto en la guerra de Afganistán, dice en un reciente artículo del diario The Guardian que sería un error si Estados Unidos se va por completo del país en los próximos meses o años. Si bien resultaría ideal retirar todas las tropas en el futuro cercano, “es mejor si Estados Unidos deja algunas fuerzas residuales encargadas de implementar tácticas antiterroristas y de apoyar al gobierno y el ejército afgano”, por el bien de la estabilidad del país. Ante la aterradora amenaza de los islamistas del EI, los talibanes, junto con Estados Unidos y el gobierno afgano, se comprometieron a combatirlos hasta el cansancio.

Ashraf Ghani, presidente afgano, ha condenado el extremismo de los talibanes. Getty Images.

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Afganistán ha estado en la mir desde que los persas salieron derrotados allí. Más recientemente, británicos, soviéticos y estadounidenses han tratado de dominar ese territorio con resultados catastróficos para la población civil. El éxito de las conversaciones de Doha podría abrir la puerta a tiempos más tranquilos y con más consensos políticos que balas. Pero si las cosas salen mal, los violentos del Estado Islámico no dudarán un segundo en tomarse grandes porciones del territorio para imponer su régimen de terror. El martirio de los afganos, como se vio en la sangrienta boda de la semana pasada, no termina.