La llamada de Trump a Zelensky rebosó la copa, pues el ‘Russiagate’ y el escándalo con las conejitas Playboy serían razones mucho más fuertes para destituirlo.

MUNDO

Golpe a Trump

Al decidir iniciar un proceso de ‘impeachment’ contra Trump, los demócratas se juegan el todo por el todo en un proceso que, de fracasar, podría impulsar al presidente hacia su reelección. Todo depende de que el tamaño del problema incida en la conciencia de los republicanos.

28 de septiembre de 2019

Donald Trump siempre hace lo que quiere y, normalmente, se sale con la suya. Desde que subió al poder, su presidencia ha protagonizado una serie de escándalos que, para sorpresa de todos, parecen no afectarlo. Pero este martes, por primera vez, los demócratas, liderados por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, decidieron amenazar realmente su poder. El anuncio de iniciar un proceso de impeachment, o juicio político al presidente, que podría terminar con su destitución, cayó como un baldado de agua fría. En efecto, aunque esa posibilidad ha estado latente desde el principio de su presidencia, los demócratas, y sobre todo Pelosi, habían sido renuentes a llegar a esos extremos que, en las circunstancias actuales, significan una apuesta del todo por el todo.

Pero, ¿qué llevó a los demócratas a no tener otra opción? Y más importante aún, ¿qué hará el Partido Republicano al respecto? ¿Seguirán siendo leales a un presidente que cada vez adopta acciones menos democráticas? Una cosa sí es segura. Tanto para los republicanos como para los demócratas, el impeachment supone un problema de magnitudes astronómicas.

Todo empezó a principios de este mes, cuando empezaron a circular rumores de que un informante, hasta ahora anónimo, había denunciado que alguien (Trump) había hecho una “promesa” inapropiada a un líder extranjero. Pero la bomba estalló cuando un reporte del diario The Wall Street Journal informó que Trump pidió hasta ocho veces al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, investigar al hijo del precandidato presidencial demócrata y exvicepresidente Joe Biden, Hunter Biden, miembro de la junta directiva de una importante empresa ucraniana. La gravedad del asunto radica en que Trump podría haber utilizado la política exterior de Estados Unidos para el propósito personal de favorecer su reelección, mediante artimañas para ensuciar a su rival político más fuerte.

Donald Trump presionó al presidente ucraniano Volodímir Zelensky para que investigara a Hunter Biden.

El golpe a Trump, el anuncio del impeachment, sucedió mientras él se encontraba en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Su defensa, la misma que ha usado desde que subió al poder, consistió en atacar. “Es la mayor cacería de brujas de la historia”, dijo. Pero lo cierto es que, a menos de 14 meses de las elecciones, la política estadounidense ha entrado en zona de turbulencias con consecuencias imprevisibles, así haya pocas probabilidades de que el Congreso saque a Trump a empujones de la Casa Blanca.

Según las acusaciones del informante, Trump presuntamente presionó a su colega ucraniano con retener los 250 millones de dólares que el Congreso de Estados Unidos había aprobado para ese país. The Washington Post reportó que Trump le ordenó a Mick Mulvaney, jefe de gabinete interino, que retuviera la ayuda al menos una semana antes de la llamada. Como si esto fuera poco, a mediados de mayo Trump canceló el viaje a Ucrania de su vicepresidente Mike Pence para presionar a Zelensky. Luego, Trump dijo desde Twitter, su infalible cortina de humo, que todos los políticos ucranianos son corruptos. Pero el embrollo no termina ahí. A principios de agosto, el polémico abogado de Trump, y exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, se reunió en Madrid con un ayudante de Zelensky para, supuestamente, forzar al gobierno ucraniano a investigar a Biden.

Hasta ahora, Joe Biden no se pronunció sobre los negocios de su hijo Hunter ni sobre la relación de Trump con Zelensky. A pesar de que está de acuerdo con iniciar un impeachment, teme el costo político para su campaña. 

Tanto Rudy Giuliani como el fiscal general William Barr han tenido un rol protagónico en el escándalo, pues son los hombres de confianza del presidente y han demostrado estar dispuestos a cruzar cualquier límite para probarle su lealtad a Trump. Pero ahora deberán responder ante la justicia, pues ambos fueron llamados a testificar. Además, Mike Pompeo, el secretario de Estado de Estados Unidos, también deberá comparecer ante los tribunales. La queja del informante anónimo acusa a Giuliani de ser “una figura central en el escándalo”, y a William Barr de “estar involucrado”. En la llamada que la misma Casa Blanca reveló, Barr y Giuliani aparecen nombrados nueve veces, pues Trump le insiste a Zelensky que colabore con ellos.

El contenido de la queja del informante se ha mantenido en secreto, pero varios medios estadounidenses han señalado que la llamada forma solo parte de ello. Es decir, nadie tiene aún la historia completa, y en los siguientes días podría estallar otra bomba. La Casa Blanca, en un intento desesperado de no perder la credibilidad, reveló una transcripción de la conversación telefónica entre Donald Trump y Volodímir Zelensky, un día después de que Pelosi anunciara el juicio político. La conversación deja mal parados a ambos presidentes. Parece un acto de torpeza que el mismo Trump haya autorizado su publicación. No obstante, el presidente, a lo largo de su gobierno, ha utilizado la estrategia de utilizar las pruebas en su contra para apelar a la emocionalidad de sus votantes, quienes terminan por ver en el presidente del país más poderoso del mundo a una víctima indefensa de un complot.

El impeachment supone una peligorsa jugada política para los demócratas. Es ante todo un asunto de opinión pública, tema que Trump domina

Trump afirma en su defensa que en la llamada telefónica con Zelensky no consta que él hubiera presionado a su colega ucraniano diciéndole que no aflojaría los 250 millones de dólares si Kiev no investigaba a los Biden. No habría el “quid pro quo”: el intercambio de favores. Pero muchos comentaristas han aludido al tono de la llamada, lleno de eufemismos, como si se tratara de un mafioso.

Casi todos los medios internacionales coinciden en que Nancy Pelosi es una estratega que supo esperar al momento indicado para iniciar el impeachment. Sin embargo, el tiro podría salirle por la culata. 

El impeachment supone una peligrosa jugada política para los demócratas. Ese proceso es ante todo un asunto político y de opinión pública, tema en el que Donald Trump es experto. No importa que la evidencia está al alcance de todos. El presidente, desde los inicios de su carrera, ha tenido que hacerle frente a graves denuncias, y hasta ahora su estrategia le ha funcionado. Como le dijo a SEMANA el profesor de la Universidad de Cornell, Richard Bensel: “Trump tiene un núcleo de partidarios muy fuertes, casi fanáticos, que representan alrededor del treinta por ciento del electorado. Una de las razones por las que son tan leales es que los ha convencido de que él (y ellos) son objetivo de una ‘conspiración’ muy poderosa para quitarles su país (al admitir, por ejemplo, a muchos inmigrantes). Entonces describirá cualquier proceso de destitución como el desarrollo de una conspiración elitista contra el pueblo estadounidense”.

¿Qué le ocurrirá a Trump? ¿Lo destituirán? ¿Saldrá fortalecido? “Este proceso es como pelar una cebolla: uno quita una capa, y sale otra, y otra, y otra más”, le dijo a SEMANA el analista y consultor político Peter Schechter desde Washington. “Parece seguro que la Cámara de Representantes va a acusar a Trump, pues los demócratas controlan ahí las mayorías. Pero se ve muy difícil que el Senado lo destituya, pues lo dominan los republicanos y se necesitaría que 20 de ellos se sumen a la minoría demócrata”, añade.

En la historia de Estados Unidos, tres presidentes han sido sometidos a juicio político. Pero ninguno ha sido removido de su cargo como resultado directo del impeachment. El caso más reciente fue el de Bill Clinton en 1998. Entonces, el Senado votó a su favor por un amplio margen. La situación de Trump es radicalmente diferente. Por un lado, el de Clinton era un tema mucho más mediático, y digerible; un amorío no tiene nada de extraordinario. Mientras que la complejidad del ‘Ucraniagate’, como algunos medios llaman al más reciente escándalo, requiere un estudio juicioso de los acontecimientos para entenderlo. Por el otro, la estrategia de Trump, y de su círculo, se basa en desestimar la evidencia, sin negar la realidad de las acusaciones. Dicen, por ejemplo, que el whistleblower actúa por su odio a Trump, y que no se trata de un testigo directo, algo que él mismo reconoce.

Hasta ahora, ello parece darle resultado. Es decir, Trump se aprovecha de que el proceso del impeachment es esencialmente elitista; solo lo comprende una minoría, y saca su as bajo la manga; su personalidad mediática que genera pasiones entre su base. Muchos no entienden la gravedad de las acusaciones a Trump y, lo que es peor aún, quienes sí lo entienden se hacen los de la vista gorda. Eso es exactamente lo que han estado haciendo buena parte de los congresistas republicanos durante la administración. De todos modos, el escollo del ‘Ucraniagate’ significa un dolor de cabeza para ambos partidos. Y, es inevitable que alguno de los dos salga seriamente perjudicado, sobre todo en época preelectoral. El tema será definido, en gran medida, en el impredecible terreno de la opinión pública. Para los demócratas, proceder con el impeachment es como dar un salto al vacío. No hay indicios de que pueden lograr destituirlo; además, la jugada no parece estratégica, pues han caído en la dinámica de Trump, quien llegó incluso a rogarles que le iniciaran un juicio político. No obstante, quedarse sin actuar era aún peor porque terminaban convertidos ante la historia en cómplices de un presidente que ha atentado contra la democracia desde el día uno de su mandato. Y es que si seguían con la postura más bien pasiva que han asumido desde el ‘Rusiagate’, el escándalo que determinó que Vladímir Putin intervino en las elecciones estadounidenses de 2016 para favorecer a Trump, su imagen se seguiría debilitando. Entonces, Pelosi no tenía otra opción diferente a proceder con el juicio político, aunque ello suponga un gran costo político en el corto plazo, sobre todo para los congresistas primíparos en distritos disputados que temen por su reelección si el impeachment sale mal.

La gran pregunta es qué harán los republicanos: ¿pasarán a la historia como cómplices de un enemigo de la democracia?

Y para los congresistas republicanos el asunto plantea cuestiones existenciales: para muchos analistas, a largo plazo la permanencia de Trump en la Casa Blanca podría significar un duro golpe a la supervivencia del partido, que quedaría asociado a ese presidente impresentable. ¿Asumirán esa responsabilidad histórica?

Pero otros son más pragmáticos. Como escribió el columnista de The New York Times David Brooks “si cree que los veinte republicanos necesarios para destituir a Trump van a votar a favor de un ‘impeachment’, usted no ha estado prestando atención al accionar de los republicanos durante los pasados dos años y medio”.

Todos se juegan ahora el todo por el todo. Trump entre la espada y la pared ha demostrado que nadie como él tiene la piel de teflón. Sobrevivió a la pesquisa del fiscal especial Robert Mueller por la trama rusa. A las investigaciones por haberse enriquecido en sus hoteles con dignatarios extranjeros como huéspedes. A sus más de 10.000 mentiras como presidente, demostradas por los medios de comunicación como los diarios The Whashington Post y The New York Times. A varios actos de nepotismo, como tener a su hija y a su yerno de asesores en la Casa Blanca. A sus declaraciones racistas, sexistas y homófobas. A su negación del cambio climático y al desprecio por el orden mundial establecido tras la Segunda Guerra. Habrá que ver si logra superar este proceso en año electoral. De eso depende la democracia de Estados Unidos y del mundo. 

Casos de Impeachment: 

En la historia de Estados Unidos ha habido tres juicios políticos a presidentes. Ninguno ha tenido como resultado directo del proceso la destitución. 

Andrew Johnson (1868): Trató de continuar con el legado de Abraham Lincoln, pero ello le generó choques con los republicanos radicales en el congreso. La gota que rebosó la copa fue el despido de su secretario de guerra, Edwin Stanton, sin el permiso del Senado. Johnson se salvó de ser destituido por un solo voto. 

Richard Nixon (1974): El enigmático caso del Watergate  llevó a Nixon a renunciar antes de que fuera formalmente procesado. Ha sido el único presidente de Estados Unidos en dimitir. El escándalo marcó un antés y un después en la política de ese país. 

Bill Clinton (1998): Se le acusó por mentir sobre su relación con Mónica Lewinsky. Entonces, Clinton los índices de popularidad de Clinton eran del 72 por ciento. El Senado lo absolvió. 

Pasos para el impeachment: 

1. PETICIÓN FORMAL:  Primero, un miembro de la Cámara de Representantes, compuesta por 435 miembros, debe pedir formalmente la destitución del presidente si considera que cometió alguno de los delitos del artículo 4, es decir “traición, soborno, altos crímenes u ofensas menores”.

2. VOTA LA CÁMARA : Luego, si una mayoría simple de la Cámara de Representantes, es decir el 51 por ciento, aprueba la destitución, proceden al juicio político. Actualmente la Cámara de Representantes es controlada por los demócratas. Es casi un hecho que votarán a favor del impeachment.

3. JUICIO EN EL SENADO: El caso pasa al Senado que se encarga del juicio. El presidente de la Corte Suprema de Justicia preside el proceso, mientras los miembros de la Cámara de Representantes actúan como fiscales, y los miembros del Senado como jurados. El senado está compuesto de 100 miembros de mayoría republicana. 4. El SENADO VOTA Al final del juicio, el Senado decide. Si dos tercios (67 por ciento) lo encuentran culpable, el presidente es destituido, y el vicepresidente asume el cargo por el resto del periodo. En el improbable escenario de que el partido de Trump votara en su contra, Mike Pence asumiría la presidencia.

4. EL SENADO VOTA: Al final del juicio, el Senado decide. Si dos tercios (67 por ciento) lo  encuentran culpable, el presidente es destituido, y el vicepresidente asume el cargo por el
resto del periodo. En el improbable escenario de que el partido de Trump votara en su contra, Mike Pence asumiría la presidencia. 

Fue más que una llamada

En enero. Rudolph W. Giuliani, abogado personal de Trump, se reúne con un fiscal ucraniano en Nueva York, para que le dé información sobre los contrincantes de Trump y sobre Joe Biden, principalmente.

El abogado personal de Trump y exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, fue uno de los que más contacto tuvo con políticos ucranianos para exigirles investigar a los contricantes de Trump.

7 de abril. Rudy Giuliani insiste en que investiguen a Joe Biden por presionar para que despidieran al fiscal que investigaba por corrupción a la compañía ucraniana para la que trabajaba su hijo, Hunter Biden.

Hunter Biden, el hijo de Joe Biden, trabajaba para una empresa ucraniana investigada por corrupción. Donald Trump utilizó eso para presionar al gobierno de ese país para que lo investigara. 

21 de abril. Donald Trump llama al recién electo presidente de Ucrania, Volodímyr Zelensky, para felicitarlo, y le pide que no desista en sus investigaciones por “corrupción”.

25 de abril. Trump le pide al fiscal general William P. Barr que estudie la información de los fiscales ucranianos y que revise si hubo una colusión ucraniana para intentar beneficiar a los demócratas en 2016.

Una vez más el fiscal general de la Nación, William Barr, tendrá que testificar para explicar por qué no habló sobre la llamada en la que Trump le pidió revisar las pruebas de los fiscales ucranianos contra Biden y su familia.

A mediados de mayo. Trump le pide a su vicepresidente, Mike Pence, cancelar el viaje para asistir a la posesión del presidente Volodímyr Zelensky en Ucrania, según Trump “porque todos los políticos ucranianos son corruptos”. A mediados de julio. Trump le ordena a Mick Mulvaney, jefe interino de gabinete de la Casa Blanca, retener cerca de 400 millones de dólares de ayuda a Ucrania.

A mediados de julio. Trump le ordena a Mick Mulvaney, jefe interino de gabinete de la Casa Blanca, retener cerca de 400 millones de dólares de ayuda a Ucrania.

25 de julio. Trump vuelve a llamar a Volodímyr Zelensky. Una vez más lo presiona para investigar a sus contrincantes políticos. Pocos días después la Casa Blanca mueve la transcripción de la conversación a un archivo ultrasecreto, para proteger “el material políticamente sensible”. 22 de septiembre. Trump reconoce que le pidió a Volodímyr Zelensky investigar a Hunter Biden. Pero asegura que no hizo nada inconstitucional ni políticamente incorrecto con esa acción.

22 de septiembre. Trump reconoce que le pidió a Volodímyr Zelensky investigar a Hunter Biden. Pero asegura que no hizo nada inconstitucional ni políticamente incorrecto con esa acción.