Atlas del Nazismo
La destrucción de una refinería de petróleo en Venezuela que pudo haber cambiado la Segunda Guerra Mundial
El ejército nazi pudo destruir la refinería de Aruba, la que mayor cantidad de petróleo producía en el mundo. Sin embargo, un error de operación impidió su ataque.
Parece inverosímil pero fue cierto. Por un descuido, el teniente de un submarino alemán desperdició la oportunidad de destruir la mayor refinería de petróleo del mundo. Por no quitarle el tapón a un cañón, la refinería se salvó, Venezuela siguió produciendo petróleo y el Reino Unido continuó importando gasolina venezolana.
El petróleo venezolano fue fundamental durante la Segunda Guerra Mundial. En 1939, Venezuela era el segundo exportador de petróleo del mundo y el tercer productor con 500.000 barriles al día.
La refinería de la Esso en Aruba era la más grande del mundo —producía 300.000 barriles diarios de gasolina y productos refinados— y se abastecía de crudo que llegaba del puerto de Maracaibo en buques de bajo calado de unas 1.500 toneladas de desplazamiento.
La gasolina luego partía de Aruba en buques de gran calado. En Curazao, la refinería de Royal Dutch Shell producía 200.000 barriles de gasolina. Aruba y Curazao poseían una capacidad de refinación de más de medio millón de barriles diarios.
Aruba producía además 5.000 barriles diarios de combustible de aviación. Un bombardeo aéreo sobre Alemania requería 10.000 galones de combustible de aviación por minuto y se necesitaban 60.000 galones de gasolina común para una división blindada del ejército.
En 1940, Inglaterra dependía en un 40 % del petróleo venezolano y del refinado en su colonia de Trinidad y Tobago. Cuando Alemania invadió Francia en 1940, el Mediterráneo quedó en poder de Berlín y Roma.
Inglaterra perdió el acceso al petróleo del Medio Oriente que pasaba por el Canal de Suez y empezó a depender en mayor medida del petróleo venezolano. En conjunto las tres islas —Aruba, Curazao y Trinidad— constituían el primer complejo de refinación de petróleo del mundo. “En pocas palabras, el crudo del Caribe permitió a Gran Bretaña mantenerse en la guerra”, según los historiadores canadienses David Bercuson y Holger Herwig.
El papel crucial del petróleo venezolano y de las islas de Aruba, Curazao y Trinidad lo conocía a cabalidad El León, sobrenombre del almirante Karl Dönitz, comandante de la flota de submarinos nazis.
En enero de 1942, Dönitz convocó a cinco comandantes de submarinos a una reunión en la base de Lorient, en la Bretaña. El ataque a Pearl Harbor hacía necesario modificar una decisión de Hitler, que había prohibido atacar las refinerías del Caribe pues pertenecían a Standard Oil, una compañía norteamericana.
Una extraña consideración del Führer, que ya había arrasado con las propiedades y los derechos de los judíos. Al declarar los Estados Unidos la guerra a Alemania la protección a Standard Oil ya no operaba. El almirante lanzó la operación Neuland, Tierra Nueva, destinada a hundir buques petroleros.
Dönitz enfatizó: “Fe en el Führer es el primer y principal deber de un oficial alemán”. Los invitó a atacar como lobos y ordenó que los submarinos se dirigieran a las Indias Occidentales con un solo motor, para ahorrar combustible. Debían utilizar primero los torpedos y luego la artillería.
A las 2:01 a. m. del 16 de febrero el submarino U-156 lanzó los primeros torpedos, que salían disparados a una velocidad de 44 kilómetros por hora. En 48 segundos un torpedo alcanzó el buque tanque británico Pedernales, causando una explosión que hizo pensar que el buque se había levantado. También explotó el tanquero británico Oranjestad. El petróleo que llevaban se incendió y los marineros se lanzaron al mar o acudieron a los botes salvavidas. Un fotógrafo de la Associated Press que estaba en la isla habló de una sola llamarada.
El comandante del submarino ordenó entonces atacar la refinería de la Esso, la más grande del mundo, con la artillería montada sobre el submarino. La costa estaba a 500 metros de distancia. Eran las 2:11 a. m. pero el teniente encargado del ataque, Dietrich von dem Borne, no retiró el tapón del cañón que impedía la entrada de agua salada cuando el submarino estaba sumergido.
El tubo explotó. El teniente tenía una pierna hecha flecos que le fue amputada con coñac como única anestesia y otro marino presentaba laceraciones en el estómago que le causaron la muerte. El ataque a la refinería había fracasado.
El comandante decidió abandonar el lugar y sumergirse. Otro submarino disparó esa misma madrugada un torpedo que hundió el Monagas que transportaba petróleo de Maracaibo a Aruba. Luego continuó disparando torpedos, contra el Tía Juana, el San Nicolás y el Yamonota.
Los habitantes de Aruba despertaron de la noche de terror preguntándose qué había sucedido. No sabían si fueron atacados por un submarino o una nave de guerra o si se trataba de una invasión alemana o si había ocurrido un incendio en la refinería, que empleaba a 10.000 personas.
Hubo más hundimientos de barcos ese mes de febrero, pero la refinería de petróleo más grande del mundo no fue atacada de nuevo gracias al error del teniente von dem Borne. No hubo otra oportunidad.