Entrevista
“Lo trataron sin compasión”: sobrina de hombre liberado por Hamás narra en SEMANA cómo fue el cautiverio
Efrat Machikawa, sobrina de Gadi Moses, relata cómo vivió su familia, el secuestro y la liberación de su tío de 80 años, y envía un mensaje de paz y reconciliación.
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SEMANA: ¿Cómo era su tío Gadi Moses antes del 7 de octubre de 2023?
Efrat Machikawa: Gadi, que era especialista en agronomía y viajaba por todo el mundo, siempre estaba lleno de historias maravillosas y exóticas. Era un hombre alegre, sonriente, muy cálido y afectuoso, de esos que uno siempre quiere tener cerca. Pero también era reservado y sensible; si uno necesitaba hablar o pedir consejo, él escuchaba con atención y te hacía sentir acompañado. Era muy activo, muy querido por todos. Le encantaba viajar con su pareja, Efrat Katz, que fue asesinada ese día, y cada vez que nos visitaban compartía un whisky con mi padre mientras nosotras conversábamos. Era un hombre sabio, conectado con la tierra, muy natural, un espíritu profundamente humano.
SEMANA: ¿Cómo se enteraron del secuestro y cuál fue su primera reacción?
E.M.: Es difícil recordar con precisión porque todo fue una gran confusión. Supimos que seis miembros de la familia estaban desaparecidos y pasamos más de diez horas sin saber qué ocurría con mi prima, sus hijas y nuestros amigos del kibutz Nir Oz. La memoria de esos momentos es como una nube, todo se vuelve humo. Creo que fue en la noche cuando alguien encontró una foto en Instagram, desde Estados Unidos, y nos la enviaron.
En ella se ve a dos terroristas enormes sujetando a Gadi por los brazos. Estaba desaliñado, confundido, con miedo. Era inimaginable. Al principio pensé que era una imagen falsa, como hecha por inteligencia artificial, porque no podía creer que ese hombre tan amable, tan pacífico —que tenía amigos árabes, ayudaba a todo el que podía y era querido por todos— estuviera siendo llevado por terroristas. Esa mirada de pánico quedó grabada en mi mente. Fue terrible. Me persiguió por noches enteras.

SEMANA: ¿Cómo fue el momento en que se enteró de que su tío iba a ser liberado?
E.M.: Fue un día muy especial. Yo trabajo como guía voluntaria para grupos internacionales en la plaza de los rehenes, y ese día estaba guiando a diplomáticos de la India. Mientras hablaba, una voluntaria trataba de llamar mi atención. Yo le dije que no podía interrumpir la visita, pero insistió: “Es sobre tu tío”, me dijo. Me pidió que me apartara y me susurró: “Está en la lista, va a ser liberado”. Me quedé paralizada.
Tenía que procesar la noticia, pero también mantener la compostura frente al grupo. Les pedí disculpas y les dije: “Acaban de anunciar que mi tío va a volver”. En ese momento empecé a temblar sin control; tengo un video de eso. Mis manos y mi cuerpo enteros temblaban de la emoción, de la alegría, del miedo, de la incredulidad. No podía dejar de pensar si mi madre ya lo sabía, si mi familia estaba bien, si realmente era cierto. Sentía una felicidad enorme, pero también cautela. Con Hamás nunca se sabe. Solo cuando lo abracé entendí que sí, que realmente estaba de vuelta.
SEMANA: ¿Cómo fue ese reencuentro?
E.M.: Lo abracé en el hospital al día siguiente. Me dijo: “Estoy bien, estoy normal”. Y lloramos. Verlo vivo era un milagro. Su liberación fue muy tensa: había miles de terroristas alrededor, gritando, y él caminaba entre ellos sonriendo. Solo verlo en televisión fue aterrador. Pensé que podía morir en cualquier instante. Cuando lo abracé sentí que el corazón se me derretía. Lloré de alivio. Había pasado 482 días en cautiverio. Fue el único hombre mayor que logró sobrevivir. Todos los demás, de entre 75 y 85 años, fueron ejecutados. Él resistió porque tiene una fuerza mental y física extraordinaria.

SEMANA: ¿Ha podido hablar con él sobre lo que vivió en el cautiverio?
E.M.: Sí. Desde el primer día empezó a contarnos historias, como siempre hacía. Nos sentamos alrededor de él, como si estuviéramos en una de sus charlas, pero esta vez eran historias inimaginables. Contó que una de la tortura más dura fue la soledad. Lo mantuvieron completamente aislado, solo con los guardias armados. Le daban la comida como a un perro, abriendo apenas la puerta. Para sobrevivir, desarrolló tres tipos de resistencia. La primera fue mental: hacía cálculos, resolvía problemas, repasaba lecciones de agronomía. La segunda fue emocional: trató de bloquear sus pensamientos más tristes para no derrumbarse. Y la tercera fue física: caminaba dentro de su celda, una habitación de cuatro por cinco metros, entre siete y doce kilómetros al día. Medía los pasos con ecuaciones de Pitágoras. Así mantenía su cuerpo en forma.
Al principio no tenía ni libros ni gafas. Luego le dieron dos libros: uno sobre el islam, que se negó a leer, y otro de agricultura, que leyó y anotó una y otra vez. Escribía lecciones imaginarias para sus alumnos. Fue su manera de mantenerse cuerdo. Lo trataron sin compasión. Es inconcebible que se haga algo así con un hombre de 80 años. Es una llamada de atención para el mundo: el terrorismo y la propaganda extremista son peligros reales, no solo en Medio Oriente, sino también en América Latina, Europa o África.
SEMANA: ¿Qué mensaje deja para las familias que aún esperan a sus seres queridos secuestrados?
E.M.: En el helicóptero, cuando lo trasladaban tras ser liberado, Gadi preguntó por la familia. Le dijeron que su esposa había muerto, pero que sus hijos y nietos estaban bien. Entonces dijo: “Sé que mi casa fue destruida, pero voy a reconstruir Nir Oz”. Esa es su promesa, su mensaje para Israel y para el mundo. En Nir Oz, una comunidad de 400 personas, más de una cuarta parte, fue asesinada o secuestrada, y el 95 % de las casas quedaron en ruinas. Pero él decidió volver. Hoy trabaja para reconstruir el kibutz y para lograr la liberación de los 48 rehenes que aún siguen en Gaza.
De él aprendí algo enorme: las tragedias no nos definen. Lo que nos define es lo que hacemos después. Debemos reconstruir, mantener la esperanza, cuidar nuestros valores humanitarios y asegurar nuestra existencia. Pero también desear la prosperidad de nuestros vecinos, porque solo erradicando el terror en toda la región podremos tener un futuro en paz. La vida tiene el mismo valor para todos. Esa es la verdadera lección de mi tío.