Mikhail Gorbachev
Mijaíl Gorbachov durante su mandato en la Unión Soviética. | Foto: AP

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Mijaíl Gorbachov: ¿qué tan importante fue para la caída de la Unión Soviética?

Fue el último presidente de la URSS antes de su desintegración en 1991. Muchos los consideraron como uno de los mayores responsables de la caída del desparecido Estado.

30 de agosto de 2022

En horas de la tarde, medios internacionales anunciaron la muerte de Mijaíl Gorbachov, quien falleció a los 91 años. El que supo ser el último mandatario que tuvo la Unión Soviética tuvo un legado importante por su manejo de la era final del Estado soviético, llevándolo incluso a ganar un Premio Nobel; pero también es considerado uno de los culpables de la desaparición de la URSS.

Gorbachov, nacido en Rusia, llegó al poder en 1985 con el fin de lograr grandes reformas para abrir a la Unión Soviética al mundo y lograr mayor transparencia dentro del régimen. Estas reformas fueron llamadas la Perestroika y Glásnot. La primera buscaba liberalizar la economía y reestructurar la organización de la nación.

Gorbachov vivió serias crisis que pusieron en duda la capacidad del mandatario de dirigir la URSS, así como la idea de tener la unión de repúblicas como un modelo sustentable a largo plazo. Por ejemplo, la primera gran crisis llegó en 1986 con el accidente de la Central Nuclear de Chernóbil, que diluyó la imagen de la URSS ante el mundo.

Otro evento doloroso para los soviéticos fue la retirada de sus tropas en Afganistán en el año de 1989, todo en una guerra en la cual habían invertido demasiado dinero en vano y que debilitó la imagen de la URSS como una potencia militar imparable, además de haber ido perdiendo influencia en zonas donde antes predominaba el comunismo.

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Gorbachov murió a los 91 años después de una larga enfermedad, comunicó su familia. | Foto: AP

Gorbachov también impulsó cambios en materia geopolítica, ya que rechazó continuar con la doctrina Brézhnev, la cual estipulaba una fuerte influencia militar en los países en la órbita de la URSS, con lo cual también perdió apoyo en Europa del Este. Resultado de esto, se retomó la democracia en Polonia y en Hungría.

Ya después de la enigmática caída del muro de Berlín, que supuso una gran derrota simbólica para los soviéticos, otros países se sumaron a mostrar su independencia frente a la Unión Soviética, como Checoslovaquia, Bulgaria y Rumania.

A pesar de los intentos de Gorbachov de mejorar la economía del país, estos no fueron suficientes y, además, la población ya pedía a gritos un cambio. Muestra de esto fue la inauguración del primer McDonald’s en Moscú, que provocó filas de hasta medio kilómetro.

Pero fue hasta 1990 que la situación parecía peor que nunca, ya que existían voces que querían frenar la liberalización de la economía en el país. Por ejemplo, este fue el caso del primer ministro Nikolái Ryzhkov, el cual presentó un plan para intentar parar las reformas de Gorbachov, pero este fue respondido por otra sección comunista que estaba más abierta a la apertura económica, el conocido como ‘Plan de los 500 días’.

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A pesar de haber intentado varias reformas en la Unión Soviética, Gorbachov no pudo evitar la caída del estado. | Foto: AP

Mijaíl Gorbachov, buscando mediar entre ambas posiciones, hizo un informe que no gustó a ninguna de las partes y terminó llevando su popularidad hasta el suelo por el constante desabastecimiento de alimentos que se vivía en el país. Para 1991, Boris Yeltsin triunfó en las elecciones como presidente de la Rusia Soviética y fue acumulando apoyo, al contrario de Gorbachov.

Después de un frustrado golpe de Estado en agosto, para diciembre de 1991, se firmó el Tratado de Belavezha, en el cual Rusia, Ucrania y Bielorrusia en el cual se declaraba a la Unión Soviética como disuelta y se creaba la CEI (Comunidad de Estados Independientes). Días después, la CEI se vio ampliada con la adhesión de Moldavia, Armenia, Azerbaiyán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Kazajistán.

El 24 de diciembre de 1991, Boris Yeltsin informó al secretario general de la ONU que la URSS se había disuelto de manera definitiva y la Federación de Rusia reemplazaría a la Rusia Soviética. Y finalmente, después de varios intentos de reformas fallidas y un clima política inmanejable, Mijaíl Gorbachov le transfirió el poder a Boris Yeltsin.