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Minerales preciosos: la otra razón por la que se pelean Afganistán
Hasta ahora, los talibanes se habían financiado en buena medida con el negocio del opio y la heroína. Ahora controlan efectivamente un país que posee valiosos recursos, codiciados por China.
En 2010, un informe realizado por expertos militares y geólogos, estimó que Afganistán posee recursos minerales por un valor cercano a los 850.000 millones de dólares: hierro, cobre, litio, cobalto y tierras raras.
En la pasada década, la mayor parte de esos yacimientos no ha sido explotada. Y el valor de esas materias primas entretanto ha subido a las nubes.
Otro reporte de 2017, realizado por el gobierno afgano, estimó que la riqueza mineral del país asciende a unos 3 billones de dólares, incluyendo los combustibles fósiles.
El litio, utilizado en baterías para automóviles eléctricos, teléfonos celulares y laptops, experimenta una demanda sin precedentes, con un aumento anual del 20 por ciento.
Tendencias
El documento del Pentágono calificó a Afganistán como la Arabia Saudita del litio, y calculó que sus depósitos podrían igualar a los de Bolivia, que se cuentan entre los mayores del mundo. También el cobre se ha beneficiado de la recuperación de la economía global de los embates del COVID-19.
China y Pakistán muestran interés
Mientras Occidente amenaza con aislar a los talibanes tras la toma de Kabul, China, Rusia y Pakistán podrían prepararse para hacer negocios con los nuevos gobernantes.
China es un factor importante en la demanda global de materias primas. Y se considera probable que Pekín, que ya es el mayor inversionista extranjero en Afganistán, podría liderar la carrera por ayudar al país a construir un sistema minero eficiente, para cubrir su insaciable necesidad de minerales.
“La toma del poder por parte de los talibanes se produce en un momento en que se perfila una estrechez en el suministro de estos minerales en un futuro previsible, y China los necesita”, dijo a DW Michaël Tanchum, del Instituto de Política Europea y de Seguridad, de Austria.
El dirigente talibán mulá Abdul Ghani Baradar indicó que esperaba que China “juegue un papel importante en la futura reconstrucción y el desarrollo económico de Afganistán”. Y Pekín ya ha manifestado estar dispuesto a mantener relaciones de amistad y cooperación con el nuevo régimen afgano.
Problemas de seguridad
Medios de comunicación chinos ya han descrito cómo Afganistán podría beneficiarse de la ambiciosa iniciativa de Pekín de construir rutas viles, ferroviarias y navieras a través de Asia y Europa. Pero existen preocupaciones en cuanto a la seguridad. Un desborde de la violencia hacia otros países de Asia central podría dejar en una situación vulnerable la red de tuberías que suministra buena parte del petróleo y gas de China.
A Pekín también le preocupa que Afganistán pueda convertirse en refugio para la minoría uigur y que sus intereses puedan verse socavados si continúa la violencia en territorio afgano.
También Pakistán desea beneficiarse de la riqueza mineral afgana. El gobierno de Islamabad, que respaldó al movimiento talibán cuando tomó el poder por primera vez en 1996, ha mantenido vínculos con el grupo islamista.
Pero el nuevo régimen talibán tiene por delante una ardua tarea para extraer la riqueza mineral del país. La creación de un sistema de minería eficiente tomará años, y la economía afgana seguirá requiriendo ayuda externa por largo tiempo.
Incluso si se logra superar los problemas de seguridad, la corrupción podría seguir ahuyentando a los inversionistas. Estados Unidos y Europa enfrentan ahora un nuevo dilema. Muchos inversionistas occidentales han sido reacios a involucrarse en proyectos de recursos naturales por temor a la inseguridad y a la debilidad del marco legal. Si tratan de entenderse con los talibanes, serán criticados por ignorar los atropellos a la democracia y los derechos humanos. Si no lo hacen, los negocios los harán China y los aliados tradicionales de los talibanes.
*Reportaje de la DW