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Mujica y su vida austera: el expresidente que solo tenía una granja y un entrañable Volkswagen; “pobres son los que quieren mucho”
Con su estilo directo y su modo de vida austero, esto le llevó a ser considerado del presidente ‘más pobre’ del mundo.

“Yo no soy un presidente pobre”, esas fueron las palabras de José ‘Pepe’ Mujica en una entrevista a la AFP en 2012 cuando era mandatario de Uruguay (2010-2015). Un hombre de hablar pausado, lenguaje llano y poco amigo del protocolo.
“Pobres no son los que tienen poco. Pobres son los que quieren mucho”, afirmó en esa ocasión, luego de que mostrara cómo era su estilo de vida alejado de los lujos, las marcas y lo que más odiaba en el Estado: el derroche.
“Yo no vivo con pobreza, vivo con austeridad, con renunciamiento. Preciso poco para vivir”, aseguró.

Su estilo directo y su modo de vida austero le llevó a ganarse el mote del presidente ‘más pobre’ del mundo, una afirmación que siempre negó. Mujica se transformó en emblema de la izquierda latinoamericana y con su discurso anticonsumista ganó adeptos a nivel global.
A sus 89 años, el expresidente uruguayo murió este martes, 13 de mayo, tras padecer un cáncer de esófago y atravesar la fase terminal de la enfermedad. Mujica estuvo en cuidados paliativos, según informó su esposa, el pasado 12 de mayo, la exvicepresidenta Lucía Topolanski.
La chacra de flores y hortalizas
La sencillez siempre fue la premisa de Mujica hasta en su propio hogar: sin mucho protocolo, con lo necesario y su casa rural (chacra) modesta, que llamó la atención de los medios y fue el orgullo de sus seguidores.
El izquierdista vivía a diez kilómetros de Montevideo, en una casa que se caracteriza por sus paredes desconchadas y tejas verdes, en las que dedicó su tiempo al cultivo de flores y hortalizas, con el uso de un viejo tractor junto al cuidado de animales, y la fiel compañía de su perro de tres patas.

Y es que la chacra, como se le conoce en Uruguay, fue testigo del estilo de vida del expresidente, quien desde su mandato decidió, junto a su esposa, no residir en la casa presidencial sino en el hogar que forjó.
En una entrevista con el español Jordi Évole para su programa Salvados, el exmandatario dijo: “No quiero usar la palabra austeridad porque la prostituyeron en Europa. Vivo con poco, con sobriedad, para ocuparme de lo importante”.
Es tal la visibilidad que tuvo sobre cómo era su día a día, que generó una gran cantidad de titulares y seguimiento a su rutina, hasta el punto que ni carros lujosos, ni el avión presidencial lo trasnochaban durante el tiempo que gobernó Uruguay.
Mujica, muy cercano a Hugo Chávez y al socialismo del siglo XXI, siempre tuvo por bandera que una vida sin tanto lujo era un reflejo de sus valores y creencias, “porque cuanto más tenés, menos feliz sos”, aseguraba en una charla con El País de España.
Esa filosofía de vida, de uno de los líderes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN) —guerrilla que fue derrotada en 1972— data desde cuando estuvo preso por 14 años.
La mayoría del tiempo que pasó en la cárcel estuvo sometido a condiciones infrahumanas, convirtiéndose en uno de los presos de la dictadura (1973-1985) más importantes de los extintos Tupamaros.
Era tanto lo que atraía Mujica que las últimas visitas que tuvo en su granja fueron del presidente de Chile, Gabriel Boric, del propio Gustavo Petro, y hasta de artistas como Residente.
Mujica y su entrañable Volkswagen Beetle
Al exsenador algo que lo hacía cercano a la gente en su país no solo era su austeridad, que en algunos momentos fue criticada, sino también su cordialidad y cómo recorría las calles de Montevideo en su entrañable Volkswagen Beetle modelo 1987, más conocido como Fusca.
Un auto color celeste con el que solía ir hasta el palacio presidencial en compañía de su esposa y por el que un jeque árabe llegó a ofertar un millón de dólares. Mujica dijo que si aceptaba la compra, ese dinero sería donado a causas sociales.

El mismo expresidente contó en una oportunidad que ese Volkswagen llegó a él tras una colecta de unos amigos que decidieron regalárselo.
Pero a pesar de las ofertas por su escarabajo azul, el expresidente nunca aceptó vender su vehículo. El carro se convirtió en el símbolo político de lo que fue su mandato y su trayectoria, una imagen que muchos recuerdan tras el paso de los años.
“Con lo que tengo me sobra”
El patrimonio del que también fuera senador constaba de su chacra, dos automóviles y tres tractores, que para 2012 ascendía a unos 200.100 dólares, según su declaración jurada de ese año, y donó casi el 90 % de su salario de unos 12.400 dólares mensuales para ayuda social.
“No preciso más, porque con lo que tengo me sobra y, cuando me vaya de este mundo, si puedo dejar una escuela, esa va a ser la herencia que voy a dejar. Pero es una actitud política de quererle transmitir a la gente ‘no enajenes tu vida’“, sostenía quien defendía que “el hombre tiene que trabajar para vivir, pero no vivir para trabajar”.
Para Mujica, la acumulación de riqueza era el mal mayor ante la desigualdad: “Estamos cada vez en un mundo más rico, más lleno de desafíos materiales, con un avance científico, pero con una desigualdad lacerante que crece”.
*Con información de AFP.