Atlas del Nazismo
Walter Giese, el ‘Fuhrer de Ecuador’ que espió durante años las operaciones navales en la región
El líder del partido nazi en el país sudamericano no sólo fue perseguido y juzgado por sus filiaciones, sino que se descubrió su importancia como espía.
Para entender lo que fue el Partido Nazi en Ecuador y su líder, Walter Giese, hay que partir hasta inicios de la década de 1940. Una base aeronaval norteamericana empezó a levantarse desde comienzos de 1942 en el Archipiélago de Colón, o Islas Galápagos; concretamente en la isla de Baltra, como resultado del ataque japonés a Pearl Harbor, aunque las primeras tropas llegaron días después del 7 de diciembre de 1941.
La base tenía como propósito evitar incursiones contra el Canal de Panamá, situado a 1.700 kilómetros por vía aérea. Se construyeron más de 200 edificios para alojar a 3.000 tropas. La pista de aterrizaje de la base militar se usa hoy en el principal aeropuerto de Galápagos. Otra base norteamericana funcionó en Salinas, al sur de Guayaquil.
La autorización para la base hizo parte del cambio de la política exterior ecuatoriana, que de neutral al inicio de la guerra, después de Pearl Harbor, pasó a alinearse con los Estados Unidos y a romper relaciones diplomáticas con Alemania. De 500 alemanes censados en Ecuador en 1937, solamente 58 pertenecían al partido nazi, dirigido por Walter Giese.
Giese fue el principal espía nazi en Ecuador. La inteligencia militar lo contrató desde antes de la invasión a Polonia. Con otro informante, Heinrich Loerchner, enviaba detalles sobre los barcos anglo-americanos que navegaban por la costa del Pacífico y sobre la cooperación militar y naval entre Ecuador y Estados Unidos. Giese consiguió en 1941 una verdadera primicia.
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Como tenía contactos en el gobierno, obtuvo copia de un memorando secreto del presidente Carlos Arroyo Del Río a su ministro de Relaciones Exteriores, Julio Tobar Donoso, fechado unos días después del ataque a Pearl Harbor, en el que quedaba claro que Ecuador rompería relaciones diplomáticas con Alemania; al finalizar la reunión de cancilleres en Río de Janeiro en enero de 1942, en efecto así ocurrió.
Fue una de sus últimas misiones, pues el gobierno desde antes lo había declarado persona non grata. En enero de 1942 partió hacia Chile y Argentina y en abril hacia Europa. Su colega siguió enviando información sobre cargamentos de minerales por un tiempo, pero luego fue detenido y enviado junto con otros alemanes a un campo de internamiento en Carolina del Norte por el remanente de la guerra.
Firmado el armisticio, Giese fue detenido e interrogado. Señaló que en general los espías alemanes fueron idóneos, pues hablaban varios idiomas y conocían las costumbres y la psicología de la gente en los países donde operaban. Lo que afectó la eficiencia del espionaje fue la carencia de un sistema de correo confiable.
Tuvieron que ocultar documentos en paquetes que eran transportados por personas que no conocían el contenido. También los afectó la escasez de puntos de recepción clandestinos pues generalmente se valían de consulados y embajadas alemanas, los cuales eran vigilados por los servicios de contrainteligencia de los Aliados.
Habría sido preferible, según Giese, que los espías alemanes pudieran por ejemplo presentarse ante un dentista, como pacientes comunes y corrientes, y recibir órdenes en el consultorio. No obstante, Giese indicó que salvo uno, todos los 220 informes secretos que remitió llegaron a Hamburgo.