Colombianos en el mundo
María Jiménez, la colombiana que puso a comer arepas y empanadas a la fría Islandia; esta es su inspiradora historia
Nacida en Magdalena, esta colombiana se dio a conocer como pionera de las llamadas modelos de tallas grandes y el ‘body positive’. Desde hace un año, fundó una empresa gastronómica en Islandia, donde reside desde niña.
Un food truck con los colores de la bandera colombiana recorre desde hace varios meses algunas ciudades de Islandia, esa remota isla perdida en el Atlántico, famosa por sus volcanes, campos de lava, auroras boreales de película y temperaturas bajo cero en los más crudos inviernos.
Hasta allá llegó, hace más de dos décadas, María Jiménez Pacífico. Tenía cerca de 13 años. Para ese momento, el único mundo que conocía —cuenta al otro lado de la línea— era el de Plato, Magdalena, el pueblo en el que nació y donde la vida suele resolverse con temperaturas que en los días más amables bordean los 35 grados centígrados.
Pero el cambio extremo no importó. Es que no eran tiempos fáciles. Por cuenta de su sobrepeso, María había sufrido varios años de acoso escolar, por lo que alguna vez, a los 8 años, estuvo a punto incluso de quitarse la vida. “Pero Islandia me salvó —dice—. Tenía una sociedad más progresista, donde los cánones de belleza que uno veía en Colombia, impuestos sobre todo por el narcotráfico, no existían. Aquí no importaba si era gorda, y no flaca, que era lo que esperaban de ti en Colombia, de donde llegué con mi autoestima destrozada. Importaba quién era yo”.
Fue el punto de partida de una carrera en la que fue pionera: ser modelo de tallas grandes. “Tenía apenas 21 años y fue un momento en el que me reconcilié con ese cuerpo que otros me criticaron. Empecé a celebrar mis curvas, mis rollitos, a ver en mí belleza e irradiarla”, cuenta María, que con los años se convirtió en modelo internacional y ha sido una abanderada del body positive en Colombia, Estados Unidos, Holanda y, claro, Islandia.
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Los sabores de Mijita
Pero el año pasado torció el destino. Y entonces su alma Caribe la llevó a fundar una compañía que hoy tiene comiendo arepas y empanadas colombianas a los islandeses, acostumbrados a una dieta de bacalao y ballena y muy pocas harinas. Se llama Mijita. Y obligó a que María cambiara las pasarelas y los comerciales por el delantal.
“Un día me pregunté cómo podía ayudar a cambiar la imagen de Colombia en Islandia, donde siempre nos asociaban con Pablo Escobar, las drogas y la violencia. No podemos desconocer que hemos vivido esas cosas. Yo misma, en mi niñez, fui testigo de cómo me sacaban del colegio porque decían que la guerrilla iba a estallar una bomba adentro. Pero estaba cansada de que esas fueran las únicas referencias sobre Colombia. Y como ya tenía una imagen construida como modelo de tallas grandes, pensé que podía aprovecharla para proyectar lo positivo de mi país”, cuenta en SEMANA.
Entonces, movida por la nostalgia y convencida de que lograría poner a los islandeses a comer las preparaciones que esta colombiana solía degustar en su infancia, de las manos de Noris, su fallecida abuela, se puso manos a la obra. Importó desde Colombia una máquina especial para sacar los moldes de las arepas y se las ingenió para importar desde Holanda buena parte de los ingredientes que utiliza en sus preparaciones, porque “en Islandia, por las temperaturas bajo cero, no se da el maíz”.
“En un primer momento, pensé que podía importar esas arepas y empanadas desde Colombia, congeladas. Pero, al hacer cuentas un container me salía en más de 100 millones de pesos. No era buen negocio. Y además, los productos no sabrían a lo mismo. Por eso, preferí yo misma preparar las arepas. Unas son vegetarianas y otras con carne de res y de cerdo, que se venden muy bien, pese a que Islandia es uno de los países más caros del mundo”, revela María.
De ahí que ya ahora a nadie en la lejana Islandia se le haga extraño ver un food truck con los colores de la bandera colombiana, atendido directamente por María y su abuelo Arturo. “Ese food truck lo hice inspirado en la chiva colombiana. Quería que fuera como un pedacito de Colombia y del Caribe en este país, donde también he comenzado a comercializar mis productos en los grandes supermercados. Mientras la gente hace fila, les pongo música de Carlos Vives, de Totó la Momposina, y hasta indígena para que lo sientan como una verdadera experiencia cultural”.
María no niega que ha sido duro. “Son más de 18 horas al día en la cocina. Pero, en apenas un año todo este enorme esfuerzo ha valido la pena”, agrega la colombiana.
Y cuenta que el éxito ha sido tal que dos de sus preparaciones resultaron ganadoras en European Street Food Awards, uno de los festivales gastronómicos más importantes que se realizan en el Viejo Continente.
“A veces, erróneamente, la gente suele avergonzarse de sus raíces. Yo en cambio las celebro. Cuando mi abro mi food truck es como si hiciera salir el sol, el sol de mi tierra, de mi Caribe, de Colombia. Y me alegra saber que cada vez que un islandés saborea uno de mis platos, es como si viajara miles de kilómetros y conociera de verdad un país que es hermoso, pese a todo”.