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Mujer muere tras usar agua del grifo: ¿qué pasó realmente?
Una práctica cotidiana terminó en tragedia y encendió las alertas sobre un microorganismo letal que puede vivir en el agua del grifo.

Una mujer de 71 años falleció en Texas tras contraer una infección cerebral letal causada por la ameba Naegleria fowleri, comúnmente conocida como el “ameba come-cerebros”. El caso ha generado alarma pública, ya que la infección no ocurrió por contacto con aguas recreativas naturales, como suele ser habitual, sino al realizar un enjuague nasal utilizando agua del grifo no hervida mientras acampaba en un vehículo recreativo (RV).
Las autoridades sanitarias informaron que la víctima utilizó un sistema de irrigación nasal conocido como neti pot para aliviar sus síntomas respiratorios, sin saber que el agua contenía el organismo mortal.
El Departamento de Servicios de Salud del Estado de Texas indicó que el sistema de agua del RV no había sido adecuadamente desinfectado, permitiendo que la ameba se desarrollara y llegara hasta las cavidades nasales de la mujer, desde donde accedió al cerebro.

La enfermedad provocada, conocida como meningoencefalitis amebiana primaria (PAM), avanza con rapidez y presenta síntomas como fiebre, náuseas, rigidez en el cuello, convulsiones y pérdida de conciencia. En la mayoría de los casos, la muerte ocurre entre tres y siete días después de la aparición de los primeros síntomas.
Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), de los 157 casos registrados en Estados Unidos entre 1962 y 2022, solo cuatro personas sobrevivieron.
La Naegleria fowleri es un organismo unicelular que se encuentra habitualmente en aguas dulces cálidas como lagos, ríos y fuentes termales, especialmente durante los meses calurosos. Aunque beber agua contaminada no representa un riesgo porque el ácido del estómago destruye al microorganismo, su entrada por la nariz sí puede ser fatal.

El CDC recalca que los dispositivos para irrigación nasal deben utilizar agua destilada, estéril o previamente hervida y enfriada. El agua del grifo puede parecer segura para el consumo, pero contiene microorganismos que pueden resultar letales cuando se introducen en cavidades nasales.
De acuerdo con la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, las infecciones por esta ameba son sumamente raras, pero su tasa de mortalidad supera el 97%, lo que las convierte en una de las enfermedades más mortales registradas.
La fuente añade que la prevención es la herramienta más eficaz, y que la limpieza rigurosa de los dispositivos y el uso de soluciones salinas comerciales aprobadas puede reducir significativamente los riesgos. También enfatizan que esta ameba no se transmite de persona a persona ni por beber agua contaminada, sino únicamente por la entrada directa a través de la nariz.
Este lamentable caso subraya la importancia de una educación pública más sólida sobre prácticas aparentemente inofensivas pero potencialmente peligrosas. Para quienes utilizan irrigaciones nasales como parte de su higiene personal o tratamiento médico, es vital seguir protocolos estrictos y consultar siempre con profesionales de salud.
En situaciones donde la vida depende de una decisión tan simple como hervir agua, la prevención se convierte en el factor determinante entre la vida y la muerte. Además, la comunidad médica recomienda que las autoridades verifiquen la calidad de los sistemas de agua en vehículos recreativos y otros ambientes donde el agua puede estancarse y convertirse en foco de contaminación.

Los expertos aconsejan que, en caso de presentar síntomas sospechosos tras el uso de irrigación nasal, como dolores de cabeza intensos, fiebre o alteraciones neurológicas, se acuda de inmediato a atención médica para un diagnóstico oportuno. Aunque los tratamientos actuales son limitados, investigaciones recientes exploran medicamentos y terapias que podrían mejorar la tasa de supervivencia si se detecta a tiempo.
Esta tragedia no solo alerta sobre el riesgo de la Naegleria fowleri, sino que también invita a una reflexión más amplia sobre los hábitos de higiene y la calidad del agua que se usa en la vida cotidiana, reforzando que incluso procedimientos comunes pueden tener riesgos ocultos que deben ser comprendidos y manejados con responsabilidad.