Nariño
Aunque no lo crea, en el Pacífico colombiano hay una isla donde todos sus habitantes son blancos, monos y tienen ojos azules; los llaman los ‘vikingos’. La historia es fascinante
En tierras inhóspitas del Pacífico nariñense hay una comunidad de hombres y mujeres de ojos verdes, descendientes de europeos. Viven allí hace 200 años, pero han tenido poco contacto con el exterior.
Nadie tiene una explicación clara de cómo y cuándo llegaron los primeros, solo tienen la certeza de que están ahí. Los han visto en un par de ocasiones, aunque no conocen nada de su cultura, tradiciones, relaciones interpersonales o su forma de supervivencia. Los vikingos del Pacífico colombiano son reales y se han mantenido en la periferia de un país que en los últimos 200 años nunca se percató de su presencia.
Viven en la isla Mulatos y también en Vigía, unas fracciones del parque natural de la subregión Sanquianga, Pacífico nariñense. En el papel forman parte del municipio de La Tola, pero en realidad ese territorio no es de nadie. O sí, es de ellos, los vikingos, que lo han habitado por casi 200 años.
Tienen los ojos verdes y azules, pelos claros, piel blanca machacada por el sol, a veces golpeada con temperaturas superiores a los 35 grados. Hablan español y son los únicos de sus características en todo el cordón del Pacífico colombiano. No hay datos exactos, pero se estima que en ese territorio viven más de 600.
La isla Mulatos es una de esas contradicciones de la rutina de lo extraordinario. Allí todo es diferente, no solo por sus habitantes, sino porque en la playa no hay un solo rastro de basura. Las casas, todas coloridas, tienen un diseño particular, y las embarcaciones para aventurarse mar adentro tienen la proa mocha.
“Nuestros ancestros llegaron a estas tierras hace más de 200 años y se dedicaron, en gran medida, a la fabricación de barcos para navegar, pero en su estilo, de origen europeo, ellos los hacían con la proa corta. Por eso, nos ganamos el sobrenombre de los culimochos, que es como nos conocen hasta ahora”, dice Melissa Reina, lideresa y una de las habitantes de Mulatos.
Los mitos de cómo llegaron estas personas de ojos verdes y pelos claros al corazón del Pacífico colombiano son muchos. Unos dicen que un barco de vikingos encalló cerca a la entonces inhóspita isla Mulatos y, al ver las riquezas naturales del lugar, decidieron quedarse ahí. Otros aseguran que son españoles y arribaron a esa región por cosas del destino.
Entre los mitos y leyendas, hay una certeza: nunca más se fueron. Durante casi 150 años no se mezclaron con las comunidades afrodescendientes e indígenas que habitan en zonas aledañas. “Anteriormente, el racismo aquí era evidente. Si de pronto venía una persona negra a comercializar y le daban un plato de comida o un vaso de alguna bebida, cuando esa persona se iba, ese traste se botaba”, contó uno de los habitantes de Mulatos en la serie documental Aislados, dirigida por Óscar Jiménez y proyectada por Telepacífico y Señal Colombia.
De hecho, tanto es el hermetismo de los culimochos que las pocas imágenes que se conocen de esta comunidad fueron expuestas por esta serie. A través del documental, Jiménez y su equipo le mostraron a Colombia ―y al mundo― el día a día de una de las comunidades más enigmáticas y apartadas del país.
Un paraíso oculto
Un equipo de SEMANA viajó hasta Mulatos. Hay tres formas de llegar a este lugar enterrado en la inmensidad del Pacífico: una, saliendo de Buenaventura y navegando aproximadamente cuatro horas en mar abierto; la otra, en un vuelo hasta Guapi, Cauca, y luego un trayecto en lancha de aproximadamente 40 minutos; y, la última, embarcarse desde Tumaco en un viaje de más de seis horas.
Mulatos no es de fácil acceso. Es una isla que parece sacada de una serie de ficción de cualquier plataforma de streaming. Es como cruzar un portal y llegar de tajo a otra realidad, otras costumbres y a un paraíso escondido.
Desde hace más de dos décadas, la comunidad vikinga de Mulatos ha iniciado un proceso ―muy tímido― de apertura. En la zona hay un solo hotel; no obstante, las casas son amplias y bien organizadas, con diseños particularmente hermosos. Hay poca conectividad y elementos de disposición de residuos en cada esquina para mantener las calles limpias.
“Es una costumbre que siempre se ha tenido, y es el barrer debajo de las casas, barrer los patios, barrer la grama para conservar su color verde y pues la limpieza del territorio, porque es una presión social. Es tan marcada esa costumbre que, por ejemplo, cuando tú no barres tu patio, entonces, la misma comunidad te reclama”, cuenta Melissa.
Por eso, el turismo en Mulatos es selectivo. Para pasar unos días en ese lugar, los foráneos deben adelantar un requerimiento previo y cumplir las normas establecidas. Los vikingos del Pacífico no están detrás de una práctica turística voraz, sino de la conservación del territorio.
¿De qué viven?
Los residentes en Mulatos y Vigía no desconocen el racismo y la especie de apartheid practicado por sus antepasados en esa región del país. Incluso, dicen, muchas de las personas de esa comunidad son producto de relaciones entre primos lejanos para no mezclarse con otras comunidades.
“Mi abuelo era de ojos azulitos, azulitos (...). En ese tiempo no podían llegar negros a la isla porque todo el mundo se escondía y, si alguien decidía hacer pareja con personas de El Charco o Iscuandé (Nariño), se tenía que ir de aquí. Podía tener su marido o esposa, pero lejos de este lugar”, relata una de las residentes de Mulatos.
Sin embargo, aseguran que esas barreras discriminatorias se empezaron a derribar hace más de 30 años. En muchos hogares de Mulatos ya hay una mezcla con otras comunidades, algunos de los descendientes no son rubios de ojos verdes, sino mestizos o mulatos. “Eso es algo en lo que se trabajó desde hace mucho tiempo. Aquí la consigna es el respeto a todo aquel que viene a querer y cuidar este lugar, así como lo hacemos nosotros”, añade Melissa Reina.
Otro de los factores importantes en los vikingos del Pacífico es que Estupiñán y Reina son apellidos principales (o primarios). Los tenían los primeros habitantes y también los tienen los últimos. En Mulatos y Vigía hay Reinas y Estupiñanes. La principal actividad económica es la pesca. Nunca abandonaron su amor por el mar y la creación de navíos grandes y pequeños. También hay ganadería en menor escala y labores de agroindustria.
En su etapa de adolescencia, los culimochos salen a estudiar a zonas como Buenaventura y Cali, pero siempre con el compromiso de que, en algún momento, retornarán a sus tierras para poner el conocimiento adquirido al servicio de la comunidad.
Los vikingos del Pacífico han sobrevivido durante 200 años en el anonimato, desde un paraíso en la periferia. Ahora están dispuestos a abrirse al mundo, obviamente con pasos pequeños y calculados, para que nadie vuelva a tener duda de su existencia. Viven, son reales y están aquí.