NORTE DE SANTANDER
Cúcuta, asediada por los atentados terroristas y bandas criminales: ¿qué está pasando?
La capital de Norte de Santander vive hoy presa del miedo por posibles nuevos ataques de violencia. La intranquilidad se ha apoderado hasta del más optimista. Así está hoy la ciudad luego del atentado terrorista y las amenazas de grupos criminales.
El pánico en Cúcuta parece haber tomado vida para acabar con la tranquilidad de la capital de Norte de Santander y principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela. Y no es para menos, con el atentado terrorista ocurrido el martes pasado en el aeropuerto internacional Camilo Daza, que dejó a dos intendentes de la Policía muertos, cualquier maletín abandonado, motocicleta y carro mal parqueados, así como bolsas de basuras no ubicadas correctamente, se convierten en una amenaza y pedido de ayuda de la comunidad; no en vano, entre jueves y viernes las autoridades de esa ciudad ejecutaron seis procedimientos de aparentes paquetes bombas y solo uno de ellos resultó positivo.
El miedo ha hecho de las suyas, y los criminales celebran en el anonimato. Desde el primer momento en que se conoció el doble atentado en el aeropuerto Camilo Daza, se ha tejido una serie de hipótesis por parte de las autoridades. Pero la principal versión es que la explosión en ese lugar se debió a una posible retaliación de la disidencia de las Farc Segunda Marquetalia para dar un golpe de autoridad, tras las bajas que ha sufrido de sus principales cabecillas en zona rural de Norte de Santander y Venezuela, país que convirtieron en su guarida y centro de operaciones criminales, según las pruebas desveladas por inteligencia militar.
En los estados fronterizos de Venezuela, al igual que en Cúcuta, se libra una guerra por el control criminal de la zona. En esas disputas han caído asesinados Jesús Santrich, Romaña y alias el Paisa, principales alfiles de la Segunda Marquetalia. Todo apunta a que ese nuevo proyecto mal llamado insurgente está contra las cuerdas, solo queda con vida Iván Márquez, pero al parecer se encuentra en serios aprietos por el asedio de sus enemigos y de las autoridades colombianas.
La Segunda Marquetalia, que en esta zona del país está aliada con el ELN, pretendía llegar hasta las aeronaves de la Fuerza Aérea que se encontraban parqueadas en el aeropuerto Camilo Daza, sin embargo el atentado no salió como ellos esperaban. Uno de los terroristas contratado para llevar a cabo esta macabra misión murió cuando intentaba burlar la malla de seguridad: el paquete le explotó en la espalda, y como era de esperarse, su cuerpo quedó reducido a retazos que aún no han podido ser identificados.
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El segundo terrorista, al ver la escena, huyó del lugar. No sin antes dejar una mochila cargada con 30 kilos del poderoso explosivo pentrita en la mitad de la pista de aterrizaje. Todo ocurrió pasadas las 5:30 de la mañana. Una hora después, al lugar llegaron los intendentes William Bareño y David Reyes, dos de los mejores explosivistas de Norte de Santander. Juntos habían logrado desactivar centenares de cargas explosivas en la última década, gestión que les valió un reconocimiento a la excelencia en la Policía Nacional.
El del martes era un procedimiento más de rutina. Los perros antiexplosivos fueron llevados al lugar, pero no detectaron peligro en esa maleta abandonada, los dos explosivistas se acercaron sin trajes de protección para hacer un primer análisis de la situación, pero la carga explotó. Ambos murieron. Desde ese momento, la tranquilidad se fue de Cúcuta. La ciudadanía se mantiene alerta ante cualquier paquete sospechoso. Tanto ella como las autoridades saben que la situación de inseguridad en la ciudad está en unos niveles máximos históricos. Hoy, cualquier cosa puede pasar y podría ser peor que la anterior.
El alcalde de Cúcuta, Jairo Yáñez, le contó a SEMANA que esa ciudad ha quedado en medio de un coctel delictivo que tiene al menos 20 ingredientes que luchan por el control ilegal. “Estamos hablando que en la región hay más de 40.000 hectáreas de coca y eso ha generado que todas estas estructuras criminales quieran el poder”, dijo.
Lo de Cúcuta no solo se remite a su parte urbana, donde ya es confirmado que Los Rastrojos, Pelusos, Clan del Golfo, Tren de Aragua, ELN y disidencias de las Farc tienen sucursales del crimen en los sectores más deprimidos de la ciudad, sino también al área rural, donde hay retenes ilegales, secuestros y asesinatos selectivos casi a diario. Por eso el atentado contra el helicóptero del presidente Iván Duque y el carro bomba contra el batallón de Cúcuta, más el ataque terrorista del martes pasado, no son hechos aislados. Hacen parte de un andamiaje criminal de las disidencias de las Farc y el ELN que pretende devolver al país al caos y al miedo de hace dos décadas.
Las disidencias quieren apoderarse del control de la ciudad. Y la mejor manera de hacerlo es creando escenarios de pánico, de intranquilidad para luego, por medio de las armas y la violencia, presentarse como aquellos capaces de restablecer el orden.
Los movimientos de Márquez
Otra de las hipótesis fuertes del atentado en Cúcuta es la posible salida de Iván Márquez de esa región. Las autoridades no descartan que el otrora jefe guerrillero quería utilizar el boom mediático que genera este tipo de hechos para salir de la región. Al parecer, su estadía en Venezuela, con la pérdida de sus principales alfiles, se ha vuelto insostenible y Márquez quiere retornar a Colombia para moverse en las espesas selvas del país. Sin embargo, las autoridades tendrían monitoreadas las principales rutas que podría utilizar para retornar.
Márquez pretendía crear una distracción para luego ejecutar un movimiento estratégico. Con toda la fuerza pública pendiente de posibles nuevos atentados en el área metropolitana de Cúcuta sería más fácil moverse en la ruralidad.
Venezuela, el vecino del caos
Para las autoridades de Cúcuta no cabe la menor duda de que la situación política y social de Venezuela es uno de los detonantes para el crecimiento de la violencia en la capital de Norte de Santander. “Lo de Cúcuta es una situación históricamente preocupante por la permeabilidad de la frontera (...) Venezuela es un Estado fallido y eso afecta la seguridad de esta capital”, reseña el alcalde Yáñez.
Cúcuta, por su cercanía con Venezuela, es un corredor principal para la salida y entrada de estructuras delincuenciales. La ciudad es una puerta giratoria del crimen que cuenta con más de 60 trochas para pasar al vecino país, donde no existen mayores controles. “En el pasado había una solución por el diálogo constructivo que existía. Lamentablemente ahora con el cierre de frontera y los últimos 25 años de permanencia del régimen venezolano, las relaciones para resolver estos problemas como el que enfrentamos hoy son nulas. Lamentablemente eso nos complica. Nos atrasa”, agregó el alcalde de Cúcuta.
Para el Gobierno nacional tampoco hay dudas de que Venezuela, con la permisividad de alojar a estructuras criminales que delinquen en Colombia, ha abierto un agujero negro para que los controles fronterizos no entreguen los resultados adecuados. Cúcuta vive hoy bajo el caos.
Es una ciudad que no duerme, porque está a la espera de un nuevo golpe. Los ciudadanos caminan por las calles con la intranquilidad del desesperado. Todos saben que en cualquier momento se pueden convertir en una cifra de la violencia creciente en esa zona, aquella que no distingue nada. Solo le interesa ahondar en el caos para que unos pocos puedan sacar tajada.