Entrevista
“Deberíamos poner de moda el liderazgo por amor”
Nekane Rodríguez de Galarza, managing director global affiliates de Lee Hecht Harrison yexperta en liderazgo, habla sobre el papel de los líderes en las actuales circunstancias mundiales y de la necesidad de combatir la mediocridad.
SEMANA: ¿Cuáles son las características indispensables de los líderes, especialmente los políticos?
Nekane Rodríguez: En mis conferencias siempre comienzo con un juego. En él pongo a elegir a las personas entre tres candidatos. El primero tuvo contacto con curanderos, consultaba con astrólogos todo el tiempo, tenía dos amantes, su mujer era la lesbiana, fumaba mucho y bebía diez martinis al día. El segundo no se mantenía mucho en el mismo empleo por su arrogancia, dormía hasta el mediodía, consumió opio de colegial, era mal alumno y bebía coñac todas las mañanas. El tercero fue condecorado como héroe, era vegetariano, bebía una cerveza de vez en cuando y permaneció con la misma mujer en la victoria y la derrota. Siempre todos eligen al último, y la verdad es que el primero es Roosevelt, el segundo, Churchill y el tercero, Hitler. El juego tiene una moraleja: entendemos mal el liderazgo. Pensamos que un líder es al que la gente sigue, pero para mí eso se debe medir en el ejemplo, en las consecuencias y en el para qué. El liderazgo no se trata de personas perfectas, sino de personas que toman las decisiones correctas, pensando a largo plazo y en el para qué. Por eso yo pienso que hay pocos buenos líderes políticos, porque la mayoría resuelven los asuntos públicos con objetivos cortoplacistas como que sean elegidos, pero no tienen en cuenta el impacto a largo plazo.
SEMANA: Entonces, ¿qué significa ser líder?
N.R.: Yo siempre digo que deberíamos poner de moda el liderazgo por amor, porque amar es reconocer la singularidad del otro y entender sus necesidades. Amar significa cuidar e inspirar para que a través de nuestro apoyo las personas puedan alcanzar la mejor versión de sí mismas. Hay que ver si a todos les interesa que las personas alcancen su mejor versión o si eso haría que se conviertan en personas incómodas. Para mí liderar significa inspirar y ayudar a las personas a crecer. Si hablamos de liderazgo político, se trata de conseguir el mejor bienestar para todos. Creo que el buen líder se diferencia del malo en las consecuencias de sus acciones. Hacerlo es complejo, porque es más sencilla la mediocridad. Por otra parte, para ser líder hay que comenzar a transformarnos nosotros mismos. Vivimos en una sociedad que culpa a los demás de todo lo que no puede hacer, y en realidad el buen liderazgo empieza desde adentro. Sabemos que no todo lo podemos controlar, pero unas cosas sí. La pregunta es ¿qué cosas cambiamos de las que controlamos?
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SEMANA: ¿Formar líderes basados en el amor no es algo muy utópico teniendo en cuenta que el odio vende más?
N.R.: Cuando hablo de liderazgo con amor, no quiero decir, por ejemplo, que no se pueda despedir en una compañía, lo que digo es que hay que hacerlo desde la ética. El liderazgo con amor no es que nos queramos todos y que todo sea fácil, a veces hay que tomar decisiones difíciles, y los líderes se diferencian por cómo las ejecutan. Ahora, a la gente le gustan más los insultos, porque el hombre está programado para ver lo malo, pero eso no quiere decir que sea mejor líder el que genera más ruido. Pienso que la solución es ser responsables desde nuestro comportamiento; si alguien pone un tuit que está enjuiciado, la responsabilidad no es solo del que escribe, sino de los que leemos.
SEMANA: En ese sentido, ¿se puede decir que es fundamental que los líderes formen pensamientos positivos?
N.R.: Efectivamente. Aunque, como decía, esto es muy difícil, el odio es fácil transmitirlo, porque hace parte de nuestros instintos y es más fácil ser mediocre. Entonces tenemos que educarnos en pensar en oportunidades y no en límites. Pongo un ejemplo, muchos creen que después de la vacuna contra la covid-19 todo volverá a ser como antes y no, todo cambió. Lo único cierto es que todo va a ser incierto. Lo que nos puede ayudar es tener líderes que sean capaces de ver cómo es el futuro, de desarrollar estrategias y competencias que las personas necesitan en este nuevo tiempo. Por eso me gusta hablar de liderazgo en términos más sencillos, se trata de comprometernos como seres humanos, algo muy diferente a obedecer.
SEMANA: ¿Por qué a pesar del boom del liderazgo en realidad no se promueve? Por ejemplo, en las empresas dictan conferencias sobre el tema, pero al mismo tiempo se censura a la persona que tiene nuevas ideas.
N.R.: Lo primero es diferenciar entre liderar y ser jefe, una persona que no promueve el crecimiento de su equipo y es antiético no es un líder, sino un jefe. Normalmente, la persona que más vende en una compañía es promocionada a jefe comercial, pero que sea buen vendedor no quiere decir que sea bueno manejando personas. Los buenos resultados con malos líderes son “pan para hoy y hambre para mañana”, y esa visión cortoplacista nos hace ver que todo vale para conseguir los resultados. Puede ser que un buen líder al principio consiga menos resultados, pero luego los va a maximizar, porque tendrá un equipo en su mejor versión. Entonces, como he estado diciendo, el problema es que confundimos el concepto de liderazgo con el de ser jefe, por eso vemos las contradicciones que la pregunta señala.
SEMANA: ¿Cómo ha visto el papel de los líderes de la sociedad frente a la pandemia?
N.R.: Frente a la capacidad de mandar a todas las personas a la casa ha sido excepcional, han pensado en la humanidad y nos han protegido. Es decir, la reacción ha sido muy buena. Donde veo el problema es hacia el futuro. Se cree, de manera mediocre, que con la vacuna todo va a ser como antes, como si el 2020 no hubiera existido. Toca tomar decisiones a largo plazo y teniendo en cuenta que todo cambió. Ahora bien, tenemos una buenísima oportunidad para convertirnos en una sociedad solidaria, sin buscar culpables, porque, si cada uno de nosotros toma la responsabilidad de liderar por amor a los demás, posiblemente la sociedad será diferente.
SEMANA: ¿Cuál es el mensaje que suele incluir en sus conferencias de liderazgo?
N.R.: Lo primero es que el mundo será lo que queramos que sea, en la medida que nos esforcemos el mundo será mucho mejor. Somos corresponsables de todo lo que ocurre y de tanto pensar en todo lo que esta fuera de nuestro control, en los políticos, la covid-19... Olvidamos mejorarnos a nosotros mismos para construir un mundo mejor. Hasta que no nos demos cuenta de eso, de ser corresponsables, no podremos construir una buena sociedad. El segundo mensaje es que todo el mundo debería plantearse preguntas como ¿quién quiero ser?, y ¿para qué? Luego debemos replantear el cómo, porque el buen líder se ve en cómo ejecuta el cómo. Esta es la reflexión: debemos invertir más en pensar qué queremos ser.
SEMANA: Nuevamente, ¿no es muy utópico pensar que una sola persona puede luchar contra lo que representa la mediocridad?
N.R.: El tema es que nadie hace nada, porque cree que no puede hacer nada, y un ejemplo son los programas de televisión, los criticamos, pero no hacemos algo muy sencillo: dejarlos de ver. Creo que como individuos lo primero que debemos hacernos es responsables de nuestra vida y plantearnos cuál será nuestro legado. No se trata de ir a la calle con un cartel de amémonos todos, sino de responder por mi comportamiento, por lo que escribo, lo que digo, lo que critico, por cómo habló de los demás y, aunque no hay personas perfectas, se pueden pedir disculpas.
SEMANA: Por último, ¿cómo se puede luchar contra esa mediocridad?
N.R.: Ojalá tuviera una respuesta. Creo que la mediocridad se supera con una buena educación y un buen entorno. Diría que, si tenemos buenos guías, los que ayudan a las personas a reflexionar, tendremos personas que quieran abandonar la mediocridad. Luego están los amigos, no los que te ponen el hombro para llorar, sino los que te dicen: ¿qué podrías haber hecho diferente? Finalmente, yo creo que a los Gobiernos les interesa que seamos mediocres, y por eso la mediocridad se combate con buena educación y con ganas, porque es más fácil culpar a los demás que hacerte responsable de tu vida.