Relaciones Exteriores
El excanciller Julio Londoño analiza el criticado papel del presidente Gustavo Petro frente a la posesión de Nicolás Maduro
El excanciller Julio Londoño Paredes analiza el cuestionado papel del Gobierno de Gustavo Petro frente a la posesión de Nicolás Maduro.
Después de días de expectativa en Venezuela y también en Colombia, llegó el esperado 10 de enero, día de la nueva posesión de Nicolás Maduro. Algunos parecen olvidar que no fue este acto el inicio de un periodo dictatorial mediante unas elecciones fraudulentas. Las elecciones anteriores tuvieron características similares y fueron descalificadas por un numeroso grupo de Estados, entre los cuales se contaron los del llamado Grupo de Lima, liderado por Colombia.
En el sainete del acto de posesión solo estuvieron los mandatarios de Cuba y de Nicaragua, así como el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, marioneta de Venezuela. Igualmente, se hicieron presentes enviados especiales de la Duma rusa y de la Asamblea Popular China. Petro, con cualquier pretexto y seguramente contra lo que deseaba, no asistió al acto.
Hubiera sido un error político gravísimo, más ahora cuando la campaña presidencial ha empezado y existe una serie de proyectos de ley pendientes en el Congreso. Debe agradecer a sus asesores que se opusieron a que hiciera semejante dislate.
Designó al embajador en Caracas, lo que le ha generado críticas, no solo en Colombia, sino en Venezuela, tanto por los agentes del Gobierno de ese país, como por la oposición. Bien hubiera podido ordenar a un secretario de la embajada que asistiera o incluso que no estuviera presente ningún funcionario en un acto simplemente de carácter protocolar.
Lo más leído
El hecho es que la embajada y los consulados de Colombia siguen allá y el canciller colombiano ha señalado que las relaciones diplomáticas entre los dos países continuarán normalmente.
En Colombia, no obstante todas las reticencias y censuras que merece el Gobierno de Maduro, tendremos que seguir conviviendo con nuestro vecino. No somos ni Chile, ni Paraguay, ni Argentina, ni Uruguay. Ni siquiera como México, separado de Venezuela por el mar Caribe; ni como Brasil, que sus centros poblados se encuentran a miles de kilómetros de los de Venezuela.
En medio del remolino de hechos de estos días, el Gobierno de Estados Unidos subió la recompensa por Maduro y Cabello a 25 millones de dólares por cada uno y ha agregado al general Padrino López, cotejándolos con los líderes de los grupos terroristas en el Medio Oriente. Entre tanto, Trump ha llamado a González “presidente electo”, lo que hace prever que tomará una posición de confrontación con Venezuela, pero posiblemente no con el mismo fragor que en su anterior mandato.
Por el hecho de que ahora deberá enfrentar dos guerras con riesgo de que se constituyan en conflictos nucleares. Para no hablar de la situación con China, que cada vez ha asumido una actitud más belicosa respecto a Taiwán.
El Gobierno de Maduro, sin embargo, va a enfrentar frecuentes dificultades y el camino que creía expedito hasta 2031 va a ser complicado. De todas maneras, es evidente que Colombia no se prestará en esta ocasión para constituirse en una eventual cabeza de puente, ni en un centro para la desestabilización de Venezuela.
La gran incógnita será el del comportamiento de las Fuerzas Armadas. El régimen ha tenido el buen cuidado de expulsar o encarcelar a los militares que no eran afectos a su causa. Por el contrario, emprendió un activo proceso de politización a todos los niveles, al mismo tiempo que promovía a generales, con todos los beneficios y prebendas. Se ha dicho que, no obstante, existe una gran masa de oficiales de menor grado, suboficiales y soldados, que no están de acuerdo con el régimen y que sufren las mismas dificultades del resto de los venezolanos.
Sin embargo, la esperada reacción de ese grupo hasta el presente no se ha percibido y, además, saben que ahora en Venezuela, como sucedió durante la Primera Guerra Mundial, el acusado de deserción o el traidor tienen los días contados.
Entre tanto, los organismos internacionales muy poco pueden operar. Por una parte, la OEA no solamente carece de medios coercitivos para actuar frente a la situación, sino que el Gobierno de Maduro ya no pertenece a la organización.
En la ONU, cualquier decisión importante frente a Venezuela debería ser aprobada por el consejo de seguridad con el voto favorable de los cinco miembros permanentes, entre los cuales están Rusia y China.
La absurda paranoia de los matones policiales del régimen, que creyeron que serían condecorados por la hazaña de la detención de María Corina Machado, hicieron posible que el inicio de un periodo presidencial de Maduro ahora tenga el ingrediente de una duración incierta.