INVESTIGACIÓN
El oscuro mundo del tusi: SEMANA revela cómo esta peligrosa droga se coló en todos los escenarios de Bogotá. Jóvenes, al borde de una adicción sin precedentes.
Cada bolsita de tusi, que se vende en discotecas, colegios y universidades, podría contener hasta 30 clases diferentes de sustancias psicoactivas, fármacos e, incluso, polvo de ladrillo y cal.


Un grupo de jóvenes baila en la sala de un apartamento en el norte de Bogotá. La música suena fuerte, las luces bajan y sobre una mesa hay varios celulares, bolsitas plásticas y tubos cortados. Alguien saca un polvo rosado, lo riega con cuidado y lo inhala. Es tusi.
“Por lo general, lo consigo con contactos de amigos. Un punto cuesta entre 80.000 y 120.000 pesos”, cuenta uno de los asistentes. Dice que a veces trae MDMA, éxtasis, ketamina y algo que llaman nexus. No sabe exactamente qué tiene. Solo que “pega”.
“Sientes euforia, te sube el ánimo, bailas sin parar, no sientes cansancio, todo se intensifica: la música, las luces. Y, cuando pasa, llega el bajón. Te sientes agotado, como una nostalgia que te jala hacia abajo. Te recuperas si duermes, si comes, pero igual te deja drenado”.
El tusi no es cocaína rosada, aunque así lo llaman en las calles, en las discotecas y hasta en redes sociales. No es rosado por su origen, sino por los colorantes que le ponen para venderlo mejor. No tiene una fórmula fija. Lo que sí se sabe es que es una mezcla peligrosa.
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Puede contener MDMA, ketamina, LSD, cafeína, benzodiacepinas, metanfetaminas, incluso fentanilo de uso médico que se comercializa de manera ilegal en el mercado negro en Bogotá. Cada dosis es diferente. Y nadie sabe con certeza qué está inhalando. Es como una ruleta rusa en la que muchos caen. Apareció por primera vez en Colombia en 2007 durante una fiesta clandestina en Medellín.
De acuerdo con la información reportada por la Policía Metropolitana de Bogotá, en lo que va de este año se han allanado dos laboratorios clandestinos dedicados a la producción de sustancias sintéticas y se han incautado 9.730 gramos de este alucinógeno.
Sin embargo, el problema no es el producto final, sino la cadena de más de 30 drogas diferentes que se tienen que producir o mover ilegalmente por las carreteras del país para que en Bogotá se pueda cocinar la droga rosada.
El tusi se ha convertido en un enemigo silencioso que se ha colado en cada esquina de Bogotá. Lo consumen en fiestas, colegios, universidades, hogares y casi que en cualquier lugar. Se desliza con facilidad entre los grupos criminales, y su método de venta no es más complicado que el pasamanos.

Hay evidencia de investigaciones de las autoridades que prueba que dealers y consumidores mezclarían la droga con agua para camuflarla gracias a sus propiedades incoloras. Lo particular de esta droga es que casi cualquier combinación de estupefacientes y fármacos puede convertirse en tusi; no hay fórmula ni una mezcla estandarizada.
El último estudio elaborado por el médico psiquiatra Luis Fernando Concha Cabrera, magíster en Toxicología de la Universidad Nacional de Colombia, reveló que casi ninguno de los consumidores de tusi tiene idea de qué es lo que está inhalando, y más del 60 por ciento de quienes tienen contacto con esta droga no son conscientes de los factores de riesgo.
El estudio de Concha, realizado entre 15 jóvenes de 25 años en promedio y en proceso de rehabilitación, también demostró que la cantidad inhalada por sesión varió entre menos de un gramo y más de 10, siendo más común el consumo de entre 1 y 2 gramos. El tiempo de uso osciló entre tres meses y siete años, y el 13,3 por ciento declaró haber consumido varias veces al día durante el último mes.
“Te sudan las manos, empiezas a ver borroso, sientes el cuerpo liviano. Las piernas también tiemblan. El viaje con el tusi es largo y progresivo. Nunca sabes de verdad en qué momento pasa el efecto, porque los sentidos están permanentemente alterados. Se siente el beat de la música en el pecho, es como si el latido del corazón marcara el ritmo”, dice un consumidor.

El médico toxicólogo Concha señaló en su investigación: “Estamos ante una sustancia que no tiene una identidad fija, por lo que es imposible anticipar sus efectos en el cuerpo, lo que dificulta tanto el diagnóstico como el tratamiento en casos de urgencia médica”.
Además, la alta variabilidad de la composición química impide contar con pruebas rápidas para detectarla en urgencias. Las manifestaciones pueden ir desde taquicardia, fiebre alta, agitación, sudoración y temblor hasta hipertensión, crisis psicóticas, disociación, aceleración del ritmo cardiaco y convulsiones. Según lo reportado por el Ministerio de Salud, un solo gramo de esta droga podría contener hasta 30 componentes.
Justo por esa razón, por lo que provoca en el cuerpo de quien la consume y luego no puede salir, es que la última encuesta de consumo de sustancias psicoactivas del Ministerio de Salud reveló que el acceso y predilección por la marihuana y la cocaína bajaron hasta 1,2 puntos porcentuales por año en los últimos diez años. De ahí que sea urgente, para los analistas e investigadores, prestar atención a las nuevas sustancias como el tusi o cocaína rosada, que paradójicamente no es una variable de la coca ni tiene relación con ella.
Andrés Nieto, director del Observatorio de Seguridad de la Universidad Central y ex subsecretario de Seguridad de Bogotá, señaló que “el tusi o 2CB es una mezcla de totales sintéticos y, a diferencia de las sustancias naturales o tradicionales, sus costos de producción son hasta un 39 por ciento más bajos. Ello hace que no se trate de una ruta de ingreso de la sustancia pura o ya hecha a la ciudad, sino de una fórmula de mezcla que puede hacerse desde una cocina casera hasta un laboratorio dedicado”.
El negocio redondo
Este año se han detectado dos laboratorios para el procesamiento de drogas sintéticas: el primero en Puente Aranda, donde se desarticuló la banda los Químicos, y el segundo en Ciudad Bolívar.

Según los investigadores de la Policía Metropolitana de Bogotá, la construcción de laboratorios caseros obedece a una práctica cada vez más común entre los grupos delictivos que se dedican a la venta de sintéticos.
Muchos de ellos tienen conocimientos técnicos sobre química y mezclas, y son los directos responsables de la fabricación. Por ejemplo, la cocina desarticulada en Puente Aranda era liderada por un sujeto, alias el Químico, al que se le pudo comprobar que había cursado estudios en química. Justamente, la sustancia que más se halló en ese lugar fue tusi.
“Estos laboratorios caseros han sido descubiertos gracias a la información entregada por la comunidad. Una vez denuncian, se inicia una investigación para capturar a quienes cometen esta actividad ilícita”, señalaron desde la Metropolitana de Bogotá.
De esa manera, a diferencia de los laboratorios de cocaína o bazuco, su preparación no requiere de gran inversión, elementos, herramientas o una logística, lo que impide que se identifique una olla o laboratorio en específico dentro de la ciudad.
Adicionalmente, al ser un producto sintético, es muy fácil su almacenamiento siempre que se garantice el aislamiento de la humedad. Además, su perdurabilidad es mucho mayor que otras, como la marihuana.
Nieto advirtió, además, que los componentes del 2CB no tienen una fórmula puntual, sino unos mínimos, es decir, elementos que deben llevar, pero que no excluyen otros con los que generalmente se rinden.
“En su mayoría, los mínimos son de fácil acceso para la compra, algunos de estos legales. El problema radica en que al hacerse de forma artesanal resulta mezclada, para que su gramaje sea mayor, con polvos como cemento, arena, alimentos veterinarios triturados, cal o polvo de algún tipo que permita luminosidad y mayor número de dosis por preparación”, dijo.