NACIÓN
Estos son los impactantes testimonios de los colombianos arrepentidos de haber migrado a trabajar a Polonia: “Trabajábamos 13 horas sin comer nada”
SEMANA habló con algunos compatriotas que han vivido una pesadilla en ese país. Por Vanessa Ruggiero, desde Polonia.
En Polonia, los arándanos y fresas del desayuno, la leña de invierno en las chimeneas, las donas glaseadas de paquete, la carne del kebab, el pollo empaquetado y las salchichas del almuerzo han sido fruto del sudor y lágrimas de cientos de colombianos (y otros muchos inmigrantes) que están llegando a este país a ser explotados con la promesa de un mejor sueldo. Aterrizan aquí con reclutadores, agencias, algunas sin registro, o por la recomendación de un amigo, y, muchas veces, terminan en la calle. Pasan de un infierno a otro porque han confiado en terceros que juegan con su dinero y sus ilusiones.
El afán e interés por venir es palpable en los diferentes grupos en Facebook de colombianos y latinoamericanos en Polonia, o en las publicaciones de tiktokers y youtubers. En Facebook se comparten consejos para entrar a este país como turista sin tener problemas en Migración en Europa. “Compañeros, una pregunta, (sic) por dónde es más fácil entrar (sic) por España o Ámsterdam?”, escribía Jesús el 5 de junio en el grupo de colombianos con más de 35 mil miembros.
Según datos de la Guardia fronteriza (Straż graniczna en polaco), el año pasado, 3.395 colombianos ingresaron a Polonia; y les fue denegada la entrada a 114. Sin embargo, esta cifra está lejos de ofrecer el panorama completo: algunos vienen en avión, pero muchos otros arriban en bus -después de pasar más de 48 horas allí- desde otros puntos de Europa, como España, Francia, Inglaterra u Holanda, y por lo tanto, su llegada no aparece registrada de manera oficial.
Lo preocupante es que los colombianos están, cada vez más, entre las primeras nacionalidades que trabajan de manera ilegal o tienen negocios ilegales en Polonia, según las estadísticas de la Guardia. En 2023, nuestro país ocupó el quinto lugar, después de Ucrania, Georgia, Bielorrusia y Moldavia. Y en la primera mitad del 2024 el número de colombianos trabajando de manera irregular se ha incrementado de tal forma -un 10.414 por ciento, con 736 casos (respecto a 7 para el mismo período del año pasado)-, que ahora es el segundo país, después de Ucrania, en tener la mayor cantidad de trabajadores ilegales. A modo de ejemplo del tamaño del fenómeno, a inicios de julio la Guardia encontró a 200 colombianos trabajando de manera irregular en una empresa de procesamiento de pescado; el resto de personal sin papeles, unos 20, eran ciudadanos de Uzbequistán, Perú, Argentina, Kazajistán, Venezuela, Ucrania, Bielorrusia, Chile, Cuba y Zimbabue.
No es una sorpresa entonces que el consulado de Polonia haya publicado un comunicado -que no aparece aún en la legislación oficial, informan los abogados-, según el cual, a partir del 15 de agosto de este año los colombianos solo podrán trabajar en Polonia con visa de trabajo. La decisión se toma, informa el Ministerio de Relaciones Exteriores polaco, “debido al drástico aumento en el número de solicitudes de permisos de trabajo para ciudadanos de este país”, las “numerosas violaciones a las reglas de viaje sin visa” por parte de los colombianos, así como “los casos de violaciones de los derechos laborales básicos”.
Aunque las agencias decían antes del cambio anunciado que era posible trabajar durante los 90 días de estancia legal en Polonia como turista solo con un permiso de trabajo, quienes venían a trabajar sin visa quedaban a merced de circunstancias fuera de su control (no todos los trabajadores sin visa cuentan con seguridad social, por ejemplo; o pueden perder el empleo sin previo aviso al estar sujetos a la demanda de las empresas).
La Fundación La Strada, que ejecuta la tarea del Ministerio del Interior polaco denominada Centro Nacional de Intervención y Consulta para las Víctimas de la Trata de Personas prestó asistencia a 115 colombianos (de un total de 295 personas de distintas nacionalidades) en 2023. La Guardia fronteriza, por su parte, ha identificado entre 2021 y 2024, a 88 colombianos como “víctimas potenciales” de trata de personas. El consulado colombiano ha registrado 8 casos de trata. Y el Centro Operativo Anti trata de Personas (COAT), del Ministerio del Interior colombiano, reporta cuatro casos desde el 2020, por trabajo o servicio forzado.
Hasta ahora ha estado llegando sin visa “el 95 por ciento de las personas, porque las agencias dicen, ‘tú puedes venir aquí como turista -porque es más fácil- y después te vamos a legalizar’, lo que es otro engaño (...). La verdad es que hay muy pocas personas que han venido con la visa” de trabajo, dice el psicólogo polaco Piotr Wagner, que asesora a la comunidad hispanohablante en La Strada.
Geraldine y su esposo, ejecutivos comerciales que ganaban unos 3 millones de pesos en Colombia, llegaron así. Viajaron a Madrid en mayo, turistearon en París y después tomaron un bus en dirección a Polonia. Una vez aquí empezaron a trabajar por intermedio de una agencia en una pastelería, por recomendación de una “supuesta amiga”; lo hacían en turnos de 12 horas, con un mínimo de tiempo en la semana para ir al baño, dormir, respirar o, como se los había asegurado su amiga, viajar por Europa los días de descanso. La agencia no les inició su proceso de residencia; de hecho les quitó sus pasaportes con la excusa de empezarlo. Por eso cerca de que se les vencieran los 90 días de estancia legal, decidieron contratar al bufete de abogados Migran Expert. “Nos escapábamos al baño -en las dos pausas de 15 minutos del día- a enviar documentos y soportes de envío del dinero” al bufete, recuerda Geraldine. Pensaron que los abogados los legalizarían, sin embargo, en octubre ella y su pareja descubrieron, para su pesar -con paseo en patrulla de la policía, interrogatorio y fotos de frente y de lado, como criminales-, que se encontraban de manera irregular en Polonia y debían ser deportados. El bufete no había enviado sus documentos a tiempo (este medio contactó a Migrant Expert pero declinaron comentar al respecto).
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Este año, los colombianos “son la población con mayor flujo entre los países hispanoamericanos” -otros latinos que están llegando provienen de Venezuela, Argentina, México e incluso Chile- explica Freddy Abadía Rubio, consultor colombiano de la Asociación Nómada, ONG polaca que presta atención y asesoría legal a refugiados y migrantes de manera gratuita. Si bien al principio los colombianos llegaban sobre todo de Bogotá, últimamente provienen de Valledupar, Riohacha, Cartagena, Tolima y Boyacá, dice él.
El creciente interés por Polonia se debe a que “es uno de los países con mayor crecimiento económico dentro de los países de la Unión Europea”, indica Abadía y agrega que “como el país se ha venido quedando sin mano de obra por el conflicto de Ucrania, la latinoamericana sale más barata”.
Las ofertas de las redes para trabajar (sea en cárnicos, recogiendo fresas, o en producción de ventanas) en este país parecen pintar pajaritos en el aire sobre ese sueño “polaco” -o a veces pesadilla-. El proceso parece facilísimo, con prometedores salarios y alojamiento y transporte supuestamente “incluidos” -estos en realidad se deducen del salario mensual-. Lo que tampoco se cuenta en esos anuncios es qué tan largas serán las jornadas laborales (desde 12 y hasta 17 horas, en el peor de los casos, por ejemplo), si se debe permanecer durante largos períodos a la intemperie, a bajas temperaturas o de pie; si habrá multas por faltar al trabajo, o por cualquier otra razón; ni que pueden descontar el tiempo que un trabajador pasa en el baño; y mucho menos qué hacer si se llega a tener un accidente laboral. Sobre las condiciones de la vivienda tampoco hay información confiable: se omite con cuántas personas se dormirá en una habitación; que se puede llegar a compartir una cocina de solo dos fogones con casi 30 personas en hostales, por ejemplo, o que hay ratones, como le ocurrió a Geraldine en el hospital soviético donde la alojaron. Con frecuencia, cuenta Wagner, “hay bichos en los colchones, falta la calefacción, a veces también el agua caliente, y tuvimos un caso de personas que ni tenían agua corriente; no tenían electricidad ni calefacción y estuvieron cocinando durante el invierno afuera con una fogata”.
La abundante desinformación en los grupos de Facebook se debe, en parte, a que se censuran ciertas publicaciones. De hecho, uno de los grupos colombianos, con casi 90 mil miembros, ni siquiera es administrado por un coterráneo sino por un ucraniano. Kamila, una polaca que ayuda a los latinos en Polonia desde hace diez años en Facebook, quería publicar allí contenido útil para que los latinos viajen conociendo qué pasa en Polonia y fue bloqueada. “No quieren que los colombianos conozcan la ley para que no puedan defenderse”, explica esta fuente.
Acertar a decir cuántos colombianos hay en Polonia en este momento es muy difícil. El consulado Colombia en Varsovia registra 1.376 -por eso la embajada insta a todo colombiano, esté o no dentro de los 90 días de estancia legal, a realizar el registro consular en Polonia aquí-. ZUS, la Seguridad Social en Polonia, arroja, según Abadía, que “3.565 personas contribuyeron en el 2023″. Sin embargo, no todos los colombianos son contribuyentes. La estimación de Nómada, teniendo en cuenta esa cifra, así como los permisos de trabajo expedidos (casi 12.000 este año y más de 4.000 en 2023), sumados a la cifra registrada en el consulado, es que -especulativamente- al menos habría unos 4.000 colombianos. No se puede decir con certeza que haya 12.000 en este momento, dado que es común que las personas cambien de trabajo unas tres o cuatro veces, y por cada nuevo empleo se debe solicitar un nuevo permiso. Sara, una colombiana que lleva cerca de nueve meses en Polonia, por ejemplo, ha pasado por tres empleos distintos. “Así se la pasa el colombiano aquí, cambiándose de agencia”, dice ella.
El negocio de las agencias: “el primero que paga es el primero que viaja”
Gabriel, un diseñador gráfico de Medellín aficionado al café llegó a Polonia gracias a una vacante laboral para fabricar ventanas publicada en la página del Sena en noviembre de 2022. Un reclutador bogotano de una reconocida agencia radicado en Varsovia, le pidió “talla de zapatos, talla de ropa, fotocopia del pasaporte, fotocopia de cédula de ciudadanía, edad y datos personales” para empezar a tramitar un permiso de trabajo, que, pensaba él, le abriría las puertas de Polonia. Y le pintó el viaje de esta manera a él y a otros colombianos: “Quiero un grupo que decida pedir visa de trabajo en Bogotá ante la embajada en Polonia, pero (esto) se demora más de tres o cuatro meses y es más caro; le puso ese pero en el camino, la piedrita en el zapato, para que escogiéramos venir como turistas”, dice Gabriel.
La agencia no le cobró nada a Gabriel por tramitar su permiso de trabajo. Él se tuvo que costear sus vuelos, el seguro de viaje, y traía un ahorro para sobrevivir los primeros dos meses hasta que le hicieran el primer pago. Otras agencias sí cobran por venir, y los precios son muy variados. En los últimos meses, y antes de que se exigiera visa para venir a trabajar, en redes se hacía mención de una que estaría pidiendo hasta 14 millones de pesos por el viaje. Otras agencias -o a veces sus intermediarios-, pedían entre 6 y 8 millones de pesos. Y las que menos, 500 ó 400 eslotis (unos 500 ó 400 mil pesos colombianos) por el permiso de trabajo. Esos intermediarios son en realidad tramitadores, personas que “simplemente tiene(n) los contactos aquí en Polonia, y consigue(n) a las personas (en Colombia) que pagan por el cupo (de trabajo para venir)”, cuenta Sara. Ella le pagó a una tramitadora 2 millones 200 solo por una carta de invitación y un precontrato que resultaron falsos. Una vez trabajando en Polonia, Sara empezó también a traer a otros colombianos a cambio de dinero durante un breve período. Sin embargo, ella asegura no haber cobrado lo que desembolsó, sino menos.
Abadía aconseja no pagar por el permiso de trabajo -ningún tramitador o persona natural tiene la capacidad de expedirlo; únicamente los voivodatos tienen esta potestad-. En realidad, el permiso cuesta unos 100 mil pesos para el empleador. Si la persona en todo caso decide pagar, no es recomendable desembolsar más de 500 mil pesos por el documento. En todo caso, el mismo consulado de Colombia en Polonia ha hecho varias publicaciones donde, explícitamente, recomienda no hacerlo. Abadía se pregunta, “¿por qué no infraccionan a las agencias que me cobran eso?”. Él trata de promover una política del no pago, y explica sus razones: “cuando se paga, se está reforzando la estructura de esa empresa; y reforzar ese tipo de estructuras lo que hace es lucrarlos a ellos y perjudicarlo a usted y al que viene detrás”.
Hay quienes, más arriesgados aún, y quizá por ahorrarse costos y tiempos de espera -porque el permiso de trabajo puede demorar hasta 2 meses en salir, por ejemplo-, han decidido llegar a Polonia por su cuenta para buscar empleo “a la de Dios”, sin tener nada asegurado. Dice Abadía, “la gente llega aquí, mano adelante, mano atrás (...)” a pedir trabajo. Y añade, “más que ignorante, la gente es indiferente respecto al tipo de situaciones que aquí enfrentan”.
¿Qué es lo peor que puede pasar? Caer en redes de explotación laboral. Terminar durmiendo en la calle, sufrir jornadas exhaustivas de trabajo, pasar por períodos sin empleo, ser amenazado, o recibir sueldos incompletos o muy bajos respecto a lo esperado. En suma, ser víctima de esclavitud moderna. Allí la persona lejos de estar encerrada en un cuarto bajo llave, no tiene los medios para salir porque desconoce el idioma polaco y se encuentra “atrapado” en remotos lugares sin acceso a un medio de transporte: la mayoría de ofertas de empleo para latinos no están localizadas en las grandes ciudades, sino en pueblos que prácticamente nadie conoce. De modo que, desamparada al otro lado del mundo, bajo el peso de una deuda contraída y la inminente falta de dinero, la víctima no sabe a quién acudir. Y si osa salir de allí, vienen las amenazas (incluso con armas: lea la segunda parte para conocer los detalles).
Wagner aclara que algunas de estas agencias tienen representantes “activamente reclutando a personas que están en una situación de pobreza y desempleo”, en Colombia, México y Argentina. Y lo clave aquí es que los reclutados están en una situación muy vulnerable “y (...) saben que algo malo puede pasar (en Polonia)”, e igual se arriesgan por su determinación a “mejorar o salir de la situación donde están”, dice.
Es imposible saber a qué tipo de empresa llegarán los colombianos que vienen con agencias -en ocasiones la oferta laboral es una en Colombia, y una vez aquí, cambian los planes-.
Las agencias de empleo están reguladas y deben estar registradas en la página web Stor, informa la Inspección Nacional del Trabajo (PIP, Państwowa Inspekcja Pracy). La PIP reporta que desde el 2021 ha recibido 28 denuncias contra las siguientes agencias: Order Solutions, New life, Soluciones Internacionales, Galport/Appjobs y Rivbud. Sin embargo, la lista no es exhaustiva. No gozan de gran popularidad Carden Group, Giewont ni Colombian Global Work Agency. Y en una reciente encuesta virtual y anónima de La Strada se mencionó también a Primus Group, Navis, Job fix Rogelio, Harry solutions, Smart work, Global Work JK y MDK como agencias que abusan de sus empleados. Sobre EWL, si bien no hay denuncias de explotación, sus empleados se quejan sobre la falta de comunicación con los supervisores y la falta de claridad sobre los pagos.
En 2023, la PIP recibió oficialmente 12 denuncias de abuso en el trabajo a latinos en Polonia. De esas, 8 fueron hechas por colombianos.
Lo más desconcertante es, quizá, que algunos colombianos que se han visto engañados en la promesa de una Polonia ideal, empiezan a reclutar a otros compatriotas. O en algunas ocasiones, los tramitadores ni siquiera han pisado suelo polaco. A Carolina, una mexicana que lleva casi un año aquí, esto la sorprende mucho: “los reclutadores son sus mismos paisanos. Y tú dices, oye, pero si sabes cómo está la situación acá, ¿cómo es que traes gente?”.
A Sneyder -un tiktoker de Ricaurte (Cundinamarca) que trabaja en una fábrica de ensamblado de automóviles en Polonia-, lo convenció de viajar una mujer que vivía en su municipio, porque, le dijo, aquí podría ganarse un sueldo de 7 a 9 millones de pesos. Le pareció raro que únicamente le pidieran seis millones y su pasaporte para viajar, y nada más, no obstante, siguió adelante con el proceso con ella y con el reclutador colombiano de una agencia en Polonia (mencionada arriba, entre las que están siendo investigadas por la PIP). Luego, cuando preguntó si él mismo podía costearse los tiquetes por su cuenta, porque saldría más barato, le dijeron que no. Eso aumentó su desconfianza. Finalmente, ya en Europa, un contacto en migración de España le informó que el permiso que le había dado el reclutador colombiano no tenía ninguna validez.
Desde su cuenta de Tiktok, @solosoysm, Sneyder da recomendaciones sobre la vida en Polonia. En este momento cuenta con unos 6.500 seguidores. Otro tiktoker, quizá por esa popularidad de la que Sneyder goza, lo invitó a reclutar. “Me dijo que pusiéramos una agencia trayendo colombianos, y que les cobráramos de 7 a 8 millones de pesos (...). Y yo le dije, mire hermano, ¿usted cree que es justo traer una persona con mentiras y engaños a trabajar acá?”, comenta Sneyder, quien desconfía de colombianos y ucranianos en Polonia.
La Guardia fronteriza afirma que en este momento no está investigando de manera preliminar “a ciudadanos colombianos que viven en Polonia y cobran por dar permisos de trabajo falsos”.
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Lastimosamente, viajar con visa de trabajo no exonera a los trabajadores de ser engañados. De hecho, Abadía llegó a su primer trabajo en Polonia en plena pandemia gracias a un anuncio de Facebook, en 2021, esperando ganarse 600 euros al mes, con la visa y “permiso de trabajo, carta de recomendación y seguro por un año”, cuenta. Al grupo de colombianos con el que llegó (14 con él), por haber venido durante la pandemia, los tuvieron dos semanas encerrados en una casa en la mitad de la nada -a 30 minutos caminando de Sochaczew, un pueblo ubicado a 70 kilómetros de Varsovia-, rodeados de nieve y más nieve, y a partir del décimo día, “nos dejaron, como al caballo”, a punta de “paja y agua”. Lo peor: nadie les respondía al teléfono. También les hicieron firmar un contrato en polaco y otro en inglés, sin tener la más mínima idea de a qué se estaban suscribiendo. “Sigue siendo lo mismo que hoy en día, que es, mírelo (el contrato), pase hojas, firme, firme, firme y sabrá Dios qué firman (...) hoy en día lo primero que le digo a la gente es mire qué están firmando o tome fotos, porque en estos momentos tú puedes estar firmando algo y es la carta de renuncia”, recuerda Abadía.
Recién llegado, él estuvo en Stargard trabajando como bodeguero junto con sus compañeros a veces 12 a 14 horas, o en jornadas menos frenéticas que no les querían remunerar. Desesperados y sin dinero, algunos decidieron contactar a la embajada para presentar la denuncia. Unos tuvieron éxito y recibieron asistencia del consulado o La Strada, otros fueron reubicados por la agencia en una zona diferente de Polonia.
Terminar en la calle
Uno de los mayores riesgos que han corrido los colombianos que llegan a Polonia con las ofertas de algunas agencias en las redes -y sin haber estudiado bien el proceso-, o al venirse por su propia cuenta y riesgo, es terminar en la calle. El consulado registra “8 asistencias por precariedad económica o migrantes varados”.
“Cuando llegué, todo era muy bonito como por cinco o seis días, después, ¡jum!, Dios mío, eso era una cosa de locos, trabajábamos 12 horas, 13 horas sin comer nada, absolutamente sin comer, y yo decía, no, pero qué es esto, ni porque estuviéramos en el tiempo de esclavitud”, recuerda Sneyder sobre su paso por la fábrica de embutidos, donde le habían prometido un sueldo de 22 eslotis la hora -que resultó de 17, porque le descontaban el arriendo-. Y lo que esperaba ganarse (hasta 9 millones) nunca se materializó: alcanzó a devengar, por mucho, 4 millones 600, casi lo mismo que ganaba en Colombia, pero trabajando a bajas temperaturas, domingos incluidos, y siendo tratado como “un animal”. Entraba a trabajar a las seis de la mañana, pero la ruta pasaba por él a las tres. “Solo teníamos dos o tres przerwas (descansos) de diez, doce minutos”, dice, pero a eso había que restarle los minutos que le tomaba ir corriendo hasta la cocina, quitarse el plástico, el casco, el gorro, los guantes, los incomodísimos zapatos, comer en seis minutos, y volver a vestirse y correr para reanudar la jornada en las profundidades de la fábrica.
Sneyder empezó a exigir que le hicieran sus papeles para legalizarse antes de que se le acabaran los 90 días de estadía legal como turista, y lo tuvieron en vilo hasta el sexto mes. Finalmente lo echaron de la planta con insultos y amenazas por exigir mejores condiciones laborales, aunque él no quería irse sin haber antes recibido el pago de los días trabajados durante ese mes, con el que se sostenía, pagaba la deuda del viaje y ayudaba a su familia en Colombia. “La tesorera me dijo, si tú no te vas, creéme que conocemos gente muy poderosa y te vamos a destruir”, recuerda Sneyder. Pese a que no se amedrentó y le replicó que acudiría a la PIP, no tuvo otra opción más que salir de allí a la calle con su maleta y sus ahorros, solo eslotis en monedas, en febrero, en pleno invierno. Pasó varias noches en los baños de las estaciones de trenes, con tres jeans, cuatro camisas, un saco y una chaqueta para soportar el frío, o a veces buscaba calor en las iglesias. “Empecé a caminar por Polonia porque no tenía a dónde llegar (...). Así anduve más de un mes por Polonia, caminando, caminando, hasta que llegué a la Guardia fronteriza, hablé con la PIP de la ciudad donde estaba, que no me recibió la denuncia, porque tenía que ir hasta Varsovia (...)”, recuerda Sneyder, quien en Colombia era salvavidas, reciclador, negociante y prestamista.
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Heidy y su pareja, provenientes de Bucaramanga, estuvieron a punto de quedarse en la calle recién llegados a Polonia. De profesión contadora y tecnólogo en logística, respectivamente, aterrizaron en Polonia en mayo de 2021 gracias a la oferta de una agencia colombiana. Ellos habían venido a trabajar en un invernadero de tomates, y el alojamiento de entrada no les dio ninguna confianza. “En una habitación acomodaban como de 8 a 10 personas, (había) un baño como para diez o quince cuartos, la cocina igual. A los chicos que estaban ahí yo les decía, ¿ustedes cómo hacen para cocinar si nada más hay una cocina, una lavadora? Les tocaba levantarse a las tres o cuatro de la mañana para poder hacer algo”, cuenta Heidy. A ellos los habían instalado en una de esas habitaciones grandes para compartir con extraños -otro engaño común de las agencias es prometer una habitación privada para las parejas, dice La Strada-. Ese primer día en la noche, recuerda, “nos querían pedir pasaportes, querían que firmáramos documentos como a las 10, unos comprobantes, unos pagarés en blanco, muchas cosas, y yo les dije que no, que no íbamos a firmar eso -(y mucho menos entregar documentos de identidad)-”. Entonces les pidieron que se fueran. Si bien ellos se negaron, otros compañeros accedieron a hacerlo por miedo. Al día siguiente, estos santandereanos se contactaron con La Strada, que les sugirió poner una demanda por trata de personas; y terminaron hospedándose durante una semana en casa de una colombiana a quien acababan de conocer.
Kamila, la polaca que da consejos prácticos a latinos en Facebook, no olvida situaciones en las que la contactaron para pedirle ayuda cuando la temperatura afuera marcaba los -20 grados centígrados (en esas condiciones, ningún polaco razonable quiere permanecer en la calle ni cinco minutos): personas en “el parque, con dos bolsas de ropa, pedían ayuda y era una situación muy fea y dramática”, sin embargo, no siempre se puede prestar apoyo, dice ella y agrega: “hay personas que pueden ayudarte pero a veces (están) en otra ciudad, muy lejos”, y en invierno, por ejemplo, “el refugio para las personas sin techo estaba lleno de polacos y no había espacio para latinos”.
Abadía subió a su cuenta de tiktok, @freddynomada1, un video donde se refiere al riesgo de no tener dónde vivir. Lo que muchos de quienes lo conocen o lo siguen virtualmente no se imaginan, es que estuvo durmiendo en un albergue para habitantes de calle en inmediaciones de la estación de trenes de Breslavia (Brat Albert), así como en la Librería española. Se vio en la necesidad de hacerlo luego de que otra agencia a la que había contactado lo dejara esperando 15 días en una casa el inicio de un trabajo que no se materializó, y de que en otro empleo como albañil tampoco le respondieran por su sueldo.