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Fentanilo en Colombia: crece el robo de esta sustancia en hospitales para comercializarlo como droga psicoactiva
Los jóvenes entre los 18 y los 35 años de edad son los que más consumen fentanilo.
El consumo recreativo del fentanilo se ha incrementado de forma considerable en el mundo y Colombia también enfrenta esa realidad, que ha generado estragos en la salud pública de los Estados Unidos, donde cientos de personas caen en adicción. En cuestión de tres años, las muertes por sobredosis de este opiáceo han aumentado en más del 90 %. En 2021 se le atribuyeron unos 70.000 fallecimientos en el país norteamericano.
En Colombia, cada vez son más los casos de intoxicación por el consumo de fentanilo. El general Alejandro Zapata, director del departamento de Antinarcóticos de la Policía Nacional, alertó por el incremento de los robos de fentanilo en los hospitales del país con el fin de comercializarlo como sustancia psicoactiva.
“Hay 146 casos documentados que indican intoxicaciones y temas de hurtos en hospitales (86 casos)”, dijo Zapata a Noticias RCN. El general explicó que en Colombia no hay producción de fentanilo sino “desviación”. El principal productor de esta sustancia es Estados Unidos.
En Colombia el fentanilo es legal, pues es una droga que se aplica como inyecciones en los hospitales y clínicas del país. Cada frasco rinde hasta 200 dosis. Sin embargo, esta es una medicina que se aplica bajo observación médica.
Tendencias
Expertos en medicina explican que el fentanilo es un fuerte analgésico opioide sintético similar a la morfina, pero entre 50 y 100 veces más potente y se utiliza para calmar el dolor de los pacientes.
El director de la Policía Antinarcóticos aseguró que “cuando la dosis está rendida con heroína o ketamina tiene un costo de $ 250.000 a $ 400.000″ y rinde más. Es allí donde se convierte en una sustancia mortal para quienes la consumen. Agregó que Medellín, Cartagena y Sincelejo son las ciudades donde más casos de consumo de fentanilo se reportan.
La plaga del fentanilo: así actúa esta droga devastadora
Según las estadísticas del Plan Nacional sobre Drogas (EDADES 2022) de España, el 15,8 % de la población de 15 a 64 años reconoce haber tomado analgésicos opioides con o sin receta en alguna ocasión. Concretamente, el consumo del fentanilo se ha incrementado del 3,6 % en 2020 a un 14 % en 2022.
Como apuntábamos antes, el fentanilo pertenece a la categoría de los opiáceos (que pueden ser de origen natural o sintético), uno de los analgésicos más potentes de los que dispone la humanidad. La sustancia natural, conocida como opio, se obtiene de la planta Papaver somniferum –más conocida como adormidera–, cuyo uso es conocido desde la antigüedad.
Pese a ser fármacos muy útiles en la medicina, en los últimos años se ha registrado un rápido crecimiento del mercado negro de los opiáceos sintéticos. Es la nueva moda en el mundo de las sustancias psicoactivas.
Estos compuestos estupefacientes tienen propiedades similares a la morfina y a la heroína, pero su potencial adictivo y su toxicidad son mayores. A esto hay que añadir que son más baratos de fabricar y, por lo tanto, económicos para el consumidor, incrementando el riesgo de sobredosis.
Y entre esos nuevos fármacos de laboratorio destaca el fentanilo, 50 veces más potente que la heroína. Sintetizado por primera vez en 1960 por el médico e investigador belga Paul Janssen, fue utilizado a partir de 1963 como analgésico intravenoso. Pero en los años 70 y 80 empezó a consumirse con otros fines.
El efecto placentero o reforzante producido por el fentanilo depende del sistema dopaminérgico mesolímbico, las vías que usa el neurotransmisor dopamina para distribuirse por el cerebro. Sin embargo, tras un consumo continuado comienzan a producirse las primeras neuroadaptaciones que afectan al estriado dorsal, región implicada en la formación de hábitos.
Los órganos reclaman la droga
Si el consumo se interrumpe, aparece un estado emocional negativo que pone en marcha el circuito del estrés. Entonces aumenta la liberación del neurotransmisor noradrenalina, se enciende la amígdala y se incrementan los niveles del factor de liberación de la corticotropina, una hormona también relacionada con la tensión emocional.
Este torbellino de reacciones provoca síntomas vinculados a la activación del sistema nervioso autónomo, cuya función es regular la actividad de los órganos internos –corazón, hígado, órganos reproductores, glándulas sudoríparas, etc.– para adaptarse a las demandas del medio. Son los temblores, sudores, vómitos o taquicardia con los que se manifiesta el síndrome de abstinencia cuando cesa la administración de la droga.
Además, la aparición del ansia por conseguir y consumir la sustancia se relaciona con neuroadaptaciones en la corteza cerebral, el hipocampo y la amígdala, que intensifican el deseo ante las señales asociadas al consumo.