Violencia
La espeluznante historia detrás del macabro crimen de un agente del FBI en el sur del Cesar
Un agente adscrito a esa unidad de investigación extranjera fue brutalmente asesinado en el sur del Cesar. El crimen pasó desapercibido, pero encierra una historia de horror.


El crimen del investigador Brayan Andrés Mojica en el sur del Cesar no tuvo los focos necesarios, a pesar de lo que estaba en juego. SEMANA revela lo que hay detrás de este aterrador asesinato, que esconde una estrategia criminal para tapar la operación de narcos invisibles en esa zona.
Mojica, patrullero e investigador judicial de la Dijín, fue asesinado a sangre fría. No era cualquier policía; él formaba parte de un grupo especial que le rendía cuentas exclusivamente al Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos, que desde hace meses tenía puesta la lupa sobre esa zona de Colombia. El crimen ocurrió el 21 de junio de 2024 en el corregimiento de Santa Isabel, jurisdicción de Curumaní, justo cuando se acercaban al corazón podrido del negocio.
“Lo tocaron y lo mataron”, sentencia una fuente de alto nivel consultada por SEMANA. “Esa zona está en manos de quienes nunca figuran, de quienes parecen empresarios, ganaderos o comerciantes… pero mueven toneladas de droga en coordinación con el ELN. Mojica sabía demasiado”.

Detalles del crimen
Iba de civil, a bordo de un carro institucional, acompañado por otro policía que sobrevivió al ataque perpetrado por hombres con fusiles automáticos que los emboscaron. Nadie dio la cara. Nadie ha hablado, porque en Curumaní reina la ley del miedo, del silencio impuesto a sangre.
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“Uno no puede ni mencionar al ELN. Le revisan el celular, lo desaparecen. Aquí nadie ve, nadie escucha. Los que mandan son ellos”, relata un poblador que aceptó hablar con SEMANA bajo reserva.
La investigación apunta a un temido cabecilla conocido como alias W, que lleva más de 20 años en las filas del ELN. Fue capturado en abril de 2025 en Aguachica, pero las huellas de sus crímenes recorren todo el país.

“Ordenó el asesinato del patrullero y también ha estado detrás de ataques en Antioquia y confrontaciones con el Clan del Golfo. La logística del crimen fue calculada con frialdad militar”, dijo la fuente.
¿Dónde está el Estado? ¿Dónde están los políticos que se jactan hablando de paz total y de seguridad? Estas son algunas de las voces dentro de las agencias de inteligencia que son un clamor desesperado.
“No hay recursos. Trabajamos con las uñas. Desde el Gobierno nos tienen atados. Uno pone el pecho, pero el respaldo no existe. Nos dejaron solos en territorio enemigo”, denuncia un oficial.

Brayan Mojica lo sabía. Sabía que estaba pisando terreno peligroso. Sabía que lo vigilaban. Le ofrecieron mucho dinero, le sugirieron que bajara la intensidad de sus indagaciones. Nunca aceptó.
“Él era obsesivo con la justicia. Un tipo que no le bajaba la mirada a nadie. Sabía que entrar a trabajar con el FBI era firmar casi una sentencia de muerte, pero lo hizo. No por plata. Por convicción”, dijo alguien que lo conoció bien.

Hoy, mientras el sol cae sobre los caminos de Curumaní, nadie menciona su nombre. Nadie pregunta quién lo mató. Nadie toca a los intocables. En el sur del Cesar, cuando se rompe el silencio, de inmediato llegan las torturas que terminan en homicidios estremecedores.
En el sur del Cesar, las zonas enmontadas se entrelazan con la impunidad. Existe una verdad que la han sabido muchos durante años, pero nadie se atreve a decir nada. En estas zonas olvidadas por el Gobierno de Gustavo Petro delinque el Ejército de Liberación Nacional (ELN), donde sus palabras son reglas que a sangre y fuego deben cumplir los pobladores.