DEBATE
La historia del hombre que pagó el crimen de Hernando Pizarro, que hoy las FARC reconocen como suyo
Gustavo Sastoque pide que se limpie su nombre, después de ser condenado a 46 años por el crimen del hermano del líder del M-19 Carlos Pizarro. Las FARC se atribuyeron ante la JEP este asesinato.
Gustavo Sastoque Alfonso ha pasado la mitad de su vida tratando de demostrar que es inocente y parece estar cerca de conseguirlo. Las FARC reconocieron ante la JEP que serían los responsables del crimen de Hernando Pizarro Leongómez, el hermano del líder del M-19 Carlos Pizarro, quien fue asesinado el 25 de febrero de 1995 en Bogotá. Sastoque contó, en entrevista con María Jimena Duzán, su historia y las implicaciones que tiene para su caso la revelación de la antigua guerrilla.
“Yo no estaba mintiendo, es triste que después de 25 años se venga a saber la verdad. Ya me dañaron la vida. Esta es una luz muy grande y espero que esta vez sí haya justicia y verdad. Yo no sé si fueron las FARC, pero si fueron, que ojalá confiesen. A mí no me interesa saber quién lo mató, pero quiero que se limpie mi nombre”, asegura Sastoque, quien fue condenado en 1997 a 46 años de prisión por el asesinato de Hernando Pizarro.
Desde entonces, Sastoque intentó demostrar su inocencia, porque asegura que se convirtió en un chivo expiatorio y fue usado para encubrir a los verdaderos responsables. El calvario de Sastoque empezó el 8 de marzo de 1995. Trabajaba en la Fiscalía, era asistente judicial del Cuerpo Técnico de Investigación de la sección de criminalística. Ese día lo mandaron llamar a las oficinas de la Fiscalía regional, con el propósito de averiguar sobre un proceso; sin embargo, horas más tarde lo capturaron dos agentes del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) y, según Sastoque, no fue informado por cuáles delitos se le acusaba.
Cuenta Sastoque que él no conocía a Hernando Pizarro. Incluso cuando le dijeron que estaba acusado de matar a “Pizarro” creyó que se referían a Carlos, su hermano. “Pero si yo nunca en la vida he montado en un avión”, respondió. Sin embargo, lo acusaban de ser parte de un grupo de personas que mataron a Hernando Pizarro, quien también fue guerrillero. Pizarro formó parte del Comando Ricardo Franco –una disidencia de las FARC– y junto con Fedor Rey fueron los autores de la masacre de Tacueyó en 1985, en la que fueron torturadas y asesinadas más de 125 personas; algunas habían ingresado a las filas de la disidencia, otras eran campesinos de Toribío, Cauca.
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La historia de esa masacre, dice Sastoque, la conoció después en el largo proceso que tuvo que afrontar y que, según cuenta, nunca hubo pruebas contundentes en su contra, solo dos testigos que ni siquiera vio. “El proceso lo llevó la justicia sin rostro, era con un vidrio oscuro, yo estaba solo con mi abogado ahí al lado. No conocí al fiscal, al juez ni a los testigos, no pudimos controvertirlos”, asegura.
25 años después, Sastoque no sabe por qué terminó pagando 10 años y nueve meses en las cárceles La Modelo y La Picota. Cuenta que gracias a una denuncia que instauró por fraude procesal y falso testimonio aparecieron dos testigos que contaron cómo lo habrían escogido para el falso positivo judicial.
“Ellos narran que a mí me escogieron dentro de varios álbumes de funcionarios de la Fiscalía, en las hojas de vida. Escogieron mi foto y yo fui el que llené el perfil, desafortunadamente. A cada testigo le pasaron las fotografías para que se grabaran mi físico, inclusive recibieron 20 millones de pesos de la época. En el proceso nunca se aportó una huella digital, un arma, nada, solo fui condenado con dos testigos”, dice Sastoque, quien perdió su libertad cuando tenía 26 años.
Los dos testigos dijeron haber visto detalladamente a Sastoque en la escena del crimen cuando disparó dos veces contra Hernando Pizarro. Ambos dieron versiones similares, describieron cómo estaba vestido y “hasta el iris de los ojos”. Sin embargo, Sastoque asegura que él se encontraba en el sur de Bogotá el día del asesinato, en el barrio Restrepo, comprando unos zapatos. Incluso cuenta que él aportó pruebas y llevó testigos, pero no fue escuchado.
“Yo no me maté gracias al apoyo de mi familia, gracias a Dios, porque yo dije: aquí ya no hay poder humano para poder demostrar mi inocencia”, cuenta Sastoque. Sin embargo, el momento más difícil fue cuando su mamá se enteró de la condena por un medio de comunicación y no soportó la noticia. “Ella sufrió un derrame cerebral y falleció a raíz de esa injusticia. La justicia mató a mi mamá y acabó con mi vida”.
La vida de Sastoque quedó truncada por la condena, en ese momento soñaba con estudiar derecho, tener un hogar y comprar un apartamento. Nada se hizo realidad, pero ahora que pagó su pena, quiere limpiar su nombre, espera que las FARC den detalles del crimen de Hernando Pizarro y que estos sirvan para darle impulso a la denuncia que instauró ante la Comisión Internacional de Derechos Humanos.