Reportaje

La reportera Salud Hernández-Mora recorrió el Darién y se llevó una sorpresa: Trump y Panamá acabaron con la bonanza migratoria

La reportera Salud Hernández-Mora recorrió los pasos fronterizos del Darién y confirmó que la bonanza migratoria de ciudadanos ilegales que buscaban llegar a Estados Unidos pasó a la historia.

22 de febrero de 2025, 7:00 a. m.
ED 2224
El dramático fin de la odisea para los migrantes venezolanos en Capurganá. | Foto: SEMANA

Los llamados trocheros tendrán que volver a echarse una mochila a la espalda y atravesar el Darién con alguno que otro kilo de cocaína. Les iba mejor y más seguro con los migrantes, habrían querido que no desaparecieran como por arte de magia, pero la bonanza se esfumó cuando menos lo esperaban.

Los organismos internacionales, expertos en la materia, habían pronosticado que unas 800.000 almas pasarían por Urabá en 2024, en su ruta hacia la conquista del sueño americano. En enero, sin embargo, no llegaron ni a 2.000 y la tendencia sigue a la baja. El frenazo no obedeció a las agresivas políticas restrictivas de Donald Trump. Se le anticipó el presidente de Panamá, que prometió cerrar la frontera cuando era candidato y puso en marcha la propuesta en cuanto triunfó en las urnas.

De tres pasos fronterizos por el Darién, José Raúl Mulino solo dejó uno y en noviembre pasado empezó a disminuir de manera abrupta el caudal del río humano, hasta que el impetuoso arribo del mandatario republicano lo dejó reducido a un escuálido caño. En los días que estuve en la zona, solo encontré una familia haitiana, vestidos todos de manera elegante, como si fueran turistas, iniciando el calvario. “No me preocupa”, respondió el progenitor, al preguntarle por los decretos de Trump. Es la nacionalidad que continúa intentándolo, ahora en grupos pequeños. De pronto es fiel creyente del mantra “si tiene para pagar, tiene para cruzar” de los guías de migrantes.

En los primeros meses de 2022 había robos y asesinatos de migrantes para quedarse con sus pertenencias o los abandonaban a su suerte en medio de la selva. | Foto: salud Hernández-Mora

Necoclí, en el Urabá antioqueño, y los chocoanos Acandí y Capurganá, bañados por el Caribe, empiezan a asimilar que no volverá el diluvio de millones de pesos, que escampó por un buen tiempo o tal vez para siempre, y deberán retomar las precarias economías de antaño.

“Había plata y trabajo para todo el mundo, movió mucho la economía doméstica”, repitieron con un deje de nostalgia en las localidades citadas. Fueron tres años de una riqueza y una ocupación laboral, así fuese en funciones menores, como nunca soñaron. Era tal la abundancia de dólares que algunos amasaron fortunas a costa de los emigrantes, llegados de Cuba, Haití, Venezuela, China, Filipinas, Bolivia, Siria o Turquía, aunque la mayoría las dilapidaron.

No falta en cada pueblo la historia de un vecino que ganaba 80 o 100 millones de pesos diarios y ahora no tiene ni para una gaseosa. Entre los afortunados, se destaca un señor que se apostaba en la entrada del primer campamento de emigrantes de Acandí, por el que debían ingresar todos los extranjeros antes de seguir hacia las montañas, a fin de mantener un cierto orden en las calles. Solo por hacer el conteo de los miles que franqueaban el umbral cobraba un dólar por persona. “Imagine lo que ganaba en un solo día”, me dijo el mototaxista que me condujo a dichas instalaciones, a las afueras del centro urbano, completamente desiertas en la actualidad.

“Los chinos eran los que traían más plata y pagaban mucho más. A uno le podían quedar 5 millones de pesos por cada uno que llevaba hasta Panamá y casi siempre iban en grupos de diez o más”, admitió un guía. | Foto: Salud Hernández-Mora

“Los chinos eran los que traían más plata y pagaban mucho más. A uno le podían quedar 5 millones de pesos por cada uno que llevaba hasta Panamá y casi siempre iban en grupos de diez o más”, admitió un guía, que llamaré Julio, y que narró sus experiencias a condición de no dar su nombre.

Hubo semanas de 15 recorridos con orientales, y al inicio reconoció que todo lo enterraba en trago y rumba, igual que la mayoría que trabajaba con migrantes. Con el pasar de los meses, sentó la cabeza y empleó la plata en comprar herramientas y montar un pequeño taller.

Otros consiguieron vivienda o mejoraron sus casas, o cambiaron la bicicleta por una moto. Pero fueron más los que despilfarraron ingentes ganancias. “Yo compro cadenas de oro y motos de los que no ahorraron nada y ni siquiera tienen para dejarlas en las prenderías”, dijo un joven comerciante de Necoclí.

 En Necoclí pasaron de 80 a 250 hoteles por la avalancha migratoria. Billetes de 38 nacionalidades, migrantes que impulsaron las construcciones.
En Necoclí pasaron de 80 a 250 hoteles por la avalancha migratoria. Billetes de 38 nacionalidades, migrantes que impulsaron las construcciones. | Foto: Salud Hernández-Mora

Salvo los venezolanos, que eran los nacionales más pobres y con frecuencia dormían semanas y meses en playas de Necoclí hasta conseguir reunir el dinero necesario, el resto solía llegar con el tour completo reservado y con suficiente plata en el bolsillo para costear hoteles y comidas. Antes de embarcar, les ponían una manilla para distinguirlos y en cuanto pisaban tierra ya los estaba esperando el responsable de su grupo.

“Todo lo pagaban más costoso. Los hoteles, 25 dólares la habitación, y por un corrientazo, 25.000 o 50.000 pesos”, confesó un lugareño de Necoclí.

La tarifa solía ser 350 dólares para transportarlos desde Necoclí hasta Acandí o Capurganá en lancha y, después, otros 150 o lo que cuadraran por atravesar la selva.

 Salud Hernández-Mora recorrió la región y confirmó que los pobladores tendrán que potenciar el turismo ante la ausencia de migrantes.
Salud Hernández-Mora recorrió la región y confirmó que los pobladores tendrán que potenciar el turismo ante la ausencia de migrantes. | Foto: Salud Hernández-Mora

“Uno veía cosas terribles en las trochas, pero no se puede vincular nada emocional. Te dicen: ‘Piensa que eso no es familia tuya, nada tuyo. Lo que te toca es llegar’”, rememoró el guía. “Cuando había un muerto, tocaba cambiar de ruta para evitar que se desmoralizara el grupo, y aunque apartaran el cuerpo del camino, como siempre estaba cerca, era fuerte el olor”.

La avalancha humana iba dejando a su paso un reguero de ropa, zapatos, bolsas y maletas por no soportar más la carga, a tal punto que las AGC (Autodefensas Gaitanistas de Colombia) impusieron a unos guías la obligación de dedicar el domingo a limpiar la manigua. “También se ocupaban de retirar los cadáveres, no sé dónde los enterraban”, explicó Julián.

Él pagaba una vacuna de 50 dólares por persona a las AGC, y aunque en un principio también ganaba algo con los dólares, la banda criminal acaparó el negocio. Solo ellos podían cambiar los billetes verdes y daban 1.000 pesos por debajo de la cotización oficial.

“Me detuvieron en Estados Unidos, nos expulsaron, y en México me dijeron que nos devolviéramos hasta Colombia de la misma manera por la que entramos. Se portaron muy mal con nosotros, no nos respetaron”, se quejó. | Foto: Salud Hernández-Mora

En los primeros meses de 2022 había robos y asesinatos de migrantes para quedarse con sus pertenencias o los abandonaban a su suerte en medio de la selva, hasta que las ACG, única autoridad real en la zona, impuso orden en toda la cadena migratoria a cambio de sustanciosas vacunas.

Una vez cerca de la frontera, el grupo debía optar entre tres sendas posibles. “Una pasa por el medio de las bases militares de Panamá y Colombia, situada entre dos cerros”, detalló Julián. Se trata de un camino menos tortuoso, pero deben pagar una coima a los uniformados de ambas naciones para seguir. “De los migrantes comen muchos, no solo nosotros, hasta alguno de la ONU”, deslizó Julián.

La segunda “rodea una base por el río, que es más peligroso en invierno y se llevó a muchos. Crece de repente y no da tiempo a reaccionar”. La tercera asusta. Se trata de una trocha estrecha, al borde de un abismo. “Unos se asustaban tanto que dejaban botado el computador para no tener nada en las manos”, concluyó Julián.

 La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos terminó por sepultar el interés de los migrantes ilegales de transitar por el Darién. Panamá ya había hecho lo suyo.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos terminó por sepultar el interés de los migrantes ilegales de transitar por el Darién. Panamá ya había hecho lo suyo. | Foto: Salud Hernández-Mora

Los migrantes que comienzan la odisea por Acandí no adivinan el viacrucis que les espera cuando inician recorriendo un valle solitario, de fincas ganaderas, cruzan el río Muerto, de escasa hondura, y empiezan a subir los montes selváticos de pendiente cada vez más pronunciada. Solo pude recorrer un trecho a caballo porque las AGC restringen el paso si no cuentas con un permiso de antemano.

En el vecino Capurganá, estando en el muelle, vi llegar dos lanchas con una veintena de venezolanos cada una. Desembarcaban con rostros tristes, derrotados, angustiados, con sus pertenencias en bolsas de plástico negras. Los esperaba un coyote alto y corpulento que, de malas maneras, no me dejó entrevistarlos y a ellos les dio temor desobedecer sus órdenes. Solo pude intercambiar unas palabras con Andreína, que viajaba acompañada de su hijo y tres familiares más. “Me detuvieron en Estados Unidos, nos expulsaron, y en México me dijeron que nos devolviéramos hasta Colombia de la misma manera por la que entramos. Se portaron muy mal con nosotros, no nos respetaron”, se quejó.

Debieron, por tanto, reunir los billetes que aún guardaban y, por 350 dólares/persona, contratar a los mismos que los habían metido por el Darién, pero esta vez no tuvieron que atravesar la selva. Desde Panamá les permitieron desplazarse en una lancha hasta Capurganá. En la joya caribeña, que ha recuperado su vocación turística y sus visitantes, los tuvieron durmiendo una noche en el piso de una sala destartalada y, al día siguiente, los transportaron hasta Necoclí.

“Uno veía cosas terribles en las trochas, pero no se puede vincular nada emocional. Te dicen: ‘Piensa que eso no es familia tuya, nada tuyo. Lo que te toca es llegar’”, rememoró el guía. | Foto: Salud Hernández-Mora

Andreína preferiría no retornar a Venezuela, donde no ve futuro alguno. “Si podemos, iremos a Chile, con una hermana, pero nos dejaron sin un peso”, dijo entre inquieta y esperanzada. “No volveré nunca más a la selva. Nunca”, dictaminó su hijo, haciendo énfasis en “nunca”. El niño, de 12 años y muy despierto, se extravió cuatro días durante la travesía por el Darién. “Me recogió otro grupo y en Panamá encontré a mi mamá con los de la ONU. Solo quiero ir a casa”. No supe más de su proeza porque los empleados del coyote no le permitieron continuar el relato.

En toda la región urabeña que recorrí son conscientes del reto que les aguarda. En Necoclí, por ejemplo, en los últimos tres años pasaron de 80 hoteles, que acogían turismo nacional en puentes y vacaciones, a 250 establecimientos registrados. “Los empresarios mejoraron sus inversiones y obtuvieron una rentabilidad importante. Pero los picos con aglomeraciones de entre 10.000 y 20.000 personas desbordaron el acueducto y alcantarillado y el sistema de salud del municipio”, recordó. Por tanto, al igual que Acandí, no solo tendrán que promover el turismo y la pesca, además de buscar otras alternativas económicas, sino reforzar los servicios públicos porque no descartó que más adelante reciban otro aluvión de migrantes. El sueño americano sigue vivo, ni Trump ni nadie lo sepultará para siempre.