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Los rostros detrás de los explosivos: alias Karina, Rayo y Raúl, los cabecillas que desatan el terror en Colombia
El cabecilla del ELN coordina ataques desde Venezuela, mientras disidencias de las Farc siembran el miedo con artefactos explosivos en Cauca y Valle del Cauca.


Desde el norte del Cauca hasta la frontera con Venezuela, las rutas llenas de monte, trochas clandestinas y corredores de narcotráfico han sido sembrados con una violencia sin precedentes.
Las explosiones que destruyen vehículos militares, mutilan soldados y paralizan pueblos enteros no surgen de la nada: son el resultado de estrategias diseñadas milimétricamente por tres cabecillas invisibles que, lejos del frente de batalla, tiran de los hilos de la guerra.
Uno de esos rostros es el de Michael Fabiana Hernández Páez, más conocida como alias Karina Cortés, una mujer de apenas 26 años de edad, pero que ha demostrado una brutal eficiencia al frente de la estructura Jaime Martínez, una de las facciones más radicales del Estado Mayor Central (EMC) de las disidencias de las Farc.
SEMANA conoció que su carrera criminal inició a los 19 años, y en tan solo siete ha ascendido al rol de cabecilla de escuadra y directora de una escuela de guerrillas en el Naya, donde también ejecuta consejos de guerra, que terminan en fusilamientos y castigos como actos de barbarie.
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Karina no solo entrena combatientes. También ordena asesinatos internos, administra recursos financieros y diseña ataques con explosivos. Uno de los más recientes ocurrió el 26 de marzo de 2025, cuando por su orden se perpetró un atentado contra la fuerza pública en el sector del Patía, Cauca, usando artefactos explosivos improvisados (AEI).

Esta operación, lejos de ser un hecho aislado, forma parte de una cadena de acciones terroristas que ha ejecutado desde 2022: desde enfrentamientos con el ELN en Huisitó, hasta fusilamientos de sus propios hombres en La Concha y Yurumanguí, en Buenaventura.
Fuentes de inteligencia militar que hablaron en exclusiva con SEMANA la describen como una operadora letal, capaz de combinar la violencia armada con la manipulación de movimientos sociales, Juntas de Acción Comunal e incluso líderes indígenas, para camuflar sus verdaderas intenciones bajo un ropaje seudopolítico.
Porta un fusil Colt CAR-15 y mantiene contacto directo con alias Pablo Villa, otro de los jefes de las disidencias de las Farc, además de tener propiedades en sectores rurales del Valle del Cauca, desde donde planificaba sus desplazamientos.
La mujer fue capturada por el Ejército, pero fuentes de inteligencia creen que su accionar sigue desde su centro de reclusión.
En el centro del Cauca, alias Rayo representa otra pieza clave del ajedrez subversivo. Su identidad real es aún desconocida, pero su influencia en las estructuras armadas de la estructura Carlos Patiño es indiscutible.
Con más de 16 años de trayectoria, este cabecilla de escuadra ejerce control en las zonas de El Plateado, El Sinaí, La Belleza y otras veredas del Cañón del Micay, en Argelia y El Tambo.

Rayo es el típico guerrillero de vieja escuela: formado en cursos de manejo de armas, trabajo político y estrategia militar, su liderazgo se basa en el miedo. Dirige operaciones de extorsión a cultivadores de coca y a pequeños mineros ilegales, pero también es el encargado de proteger a cabecillas superiores, planear emboscadas con explosivos y ejecutar desplazamientos forzados.
Su influencia en la inteligencia delictiva territorial es tal, que coordina redes de apoyo clandestinas que le informan sobre movimientos del Ejército en tiempo real.
La fuerza pública lo considera un objetivo de alto valor, responsable de crueles ataques con explosivos en corredores estratégicos que conectan al Cauca y Nariño. Estos atentados han dejado múltiples bajas militares y han sembrado el terror entre las comunidades rurales.
“Alias Rayo representa un actor de alta peligrosidad. Su neutralización es clave para desarticular las redes logísticas y financieras del Bloque Occidental Jacobo Arenas”, dice un informe de inteligencia al que tuvo acceso este medio de comunicación.
Más lejos, pero no menos letal, está Arturo Archila Rincón, alias Raúl o Nacho, el gran estratega del Frente de Guerra Oriental del ELN, quien hoy dirige sus operaciones desde territorio venezolano, en el estado Apure, exactamente.
Con 59 años y más de tres décadas en la ilegalidad y el terrorismo, este cabecilla es uno de los hombres más peligrosos del ELN. Su poder no solo radica en su experiencia militar, sino en su capacidad para coordinar acciones armadas, políticas y financieras en Arauca, Boyacá y Casanare, el denominado “ABC” del conflicto armado.
Alias Raúl tiene al menos cinco órdenes de captura, una circular azul de Interpol y está implicado en algunos de los atentados más graves de los últimos años.
Según las Fuerzas Militares, él fue quien ordenó el ataque en Fortul en 2003, el asesinato de nueve policías en 2008, y el asalto que costó la vida a once soldados en Boyacá en 2015. También ha sido vinculado a la planificación del atentado contra la Escuela de Cadetes General Santander, en 2019, que dejó 23 muertos.
En 2020, ordenó el secuestro de una suboficial del Ejército en Saravena. Desde su santuario en Venezuela, donde se mueve entre Puerto Contreras, Caño Azul y Puerto Córdoba, sigue coordinando el uso de explosivos para emboscar caravanas militares, destruir infraestructura energética y enviar mensajes de poder.
La ofensiva en contra de estos grupos armados ilegales no se detiene en las diferentes zonas del territorio nacional colombiano.