Nación
Murió el empresario Pedro Gómez, constructor del emblemático Centro Comercial Unicentro de Bogotá
Dejó un gran legado durante sus 94 años de vida.
Un legado amplio y emblemático deja en el sector de la construcción el empresario Pedro Gómez, quien falleció este viernes 17 de febrero en horas de la mañana, a los 94 años, en Bogotá.
Nacido en Cucunubá (Cundinamarca), en 1929, empezó tempranamente el camino hasta llegar al emporio que edificó durante años y que le permitió experimentar altibajos que lo curtieron tanto como empresario, como ser humano.
Por muchas obras emblemáticas será recordado, pero hay que empezar por el Centro Comercial Unicentro, de Bogotá, que fue una de las construcciones que lo puso en alto relieve, luego de haber trabajado como gerente de varias firmas edificadoras, entre ellas Fernando Mazuera y Currea & Uribe Holguín.
Eran entonces los años sesenta y aún la idea de centros comerciales no estaba muy propagada en las ciudades. Tras ese arranque, vinieron después 23 proyectos más que iban sumando a la fama de Pedro Gómez.
Tendencias
Pese a su éxito, pasó las duras y las maduras, como todo empresario. De hecho, Pedro Gómez y Cía., su sociedad empresarial, que fue constituida el 12 de agosto de 1968, hasta entró en proceso de reorganización ante la Superintendencia de Sociedades, luego de haber estado ‘en el curubito’, en las capitales del país. Finalmente, la decisión fue la liquidación.
Pasó por la más fuerte crisis inmobiliaria, ocurrida en los años noventa (conocida como la crisis del Upac), lo que lo llevó casi a tener que volver a arrancar de cero, pues de haber tenido 180 empleados, quedó solo con siete.
Conjuntos residenciales a granel
En Bogotá, fue el desarrollador de la también simbólica urbanización Metrópolis, que está entre las pioneras en vivienda de ese estilo, porque Pedro Gómez le puso todos los juguetes: centro comercial, parques, juegos infantiles al interior de las unidades familiares, parqueaderos, entre otros.
El estilo de Pedro Gómez se iba consolidando, pues le ponía de todo a los proyectos. Metrópolis, por ejemplo, cuenta con 2.560 apartamentos en bloques de cinco pisos que ocupan manzanas a lado y lado de la avenida 68 en Bogotá.
Los proyectos que adelantaba el constructor fueron promoviendo el desarrollo alrededor de los mismos. Construyó Calatrava y Sindamanoy, el famoso condominio en Sopó que le causó varias dificultades. Se trata de una urbanización de chalets unifamiliares. Localizada en el municipio de Sopó, edificada sobre una colina que deja ver la sabana de Bogotá.
Barrios como Atabanza o Santacoloma en Bogotá, también llevan la firma de Pedro Gómez, al igual que otras muchas urbanizaciones. Incursionó no solo en ciudades colombianas, sino que también se expandió a otros países.
Su labor social
De profesión abogado, Pedro Gómez tuvo mucho que ver con el trabajo social que en Colombia se ha desarrollado alrededor de desastres naturales, como es el caso de Armero (Tolima), en cuya reconstrucción participó el empresario a través de la Fundación Resurgir, la cual lideró. De esta labor en particular, alguna vez confesó que no supo cómo pudo resistir un trabajo de 18 horas durante ocho meses.
Se la jugó con hoteles
Pedro Gómez también le apostó a la construcción de hoteles. Uno de los más recordados es La Fontana, que tiene oficinas, locales, restaurantes y hasta capilla. Construyó el hotel de lujo Casa Medina, el Centro Comercial Andino, que también es símbolo del turismo en la capital del país.
Una revisión a su legado deja ver que este abogado fue un verdadero ‘arquitecto’ de las ciudades, pues se le atribuyen al menos un centenar de proyectos que siguen ahí, incólumes, con el sello del que innovó en protección sísmica de las edificaciones y otras novedades que luego se volvieron tendencia.
Paz en la tumba al constructor que quedará en la historia del urbanismo colombiano, tras haber construido millones de hectáreas en distintos lugares.
El empresario, contó la historia de su vida para una entrevista cuando cumplió 90 años. SEMANA la reproduce a propósito de su fallecimiento.
SEMANA: Doctor Pedro, ¿qué siente usted al llegar a la venerable edad de 90 años?
Pedro Gómez (P. G.): Tengo sentimientos encontrados. Durante estos 90 años, en la inmensa mayoría de los asuntos en que me ocupé logré resultados muy valiosos. No tanto para mí, sino para el país. Llegar a 90 años es emocionante, porque me celebran mis hijos, mis nietos, mi esposa, a quienes más amo en la vida.
SEMANA: En su celebración, usted habló de una carta que le envió su hermano cuando usted era estudiante y fue elegido colegial del Rosario. ¿Qué decía?
P. G.: Hablé de ese momento, porque esas palabras marcaron toda mi vida. Yo había entrado a estudiar al Rosario apoyado por él, porque no tenía plata. Y él, que vivía en Estados Unidos, me mandó una carta con un único consejo: “Haz amigos”. Y yo creo que todo en mi vida se lo debo a mis amigos.
SEMANA: Díganos los tres acontecimientos más importantes de su vida…
P. G.: Diría que son más cuatro que tres. Mi trabajo por Armero después de la tragedia, mis intentos de mejorar la relación de Colombia con Venezuela, la creación de la Fundación Compartir y con las múltiples construcciones que llegué a hacer, incluyendo Unicentro. Espero haberles dado a los colombianos lo que siempre fue el lema de mi empresa: “Un mejor modo de vivir”.
SEMANA: Cuéntenos una anécdota sobre cada uno de esos frentes. Comencemos por Venezuela.
P. G.: Sobre ese tema tengo un cuento increíble. Colombia nunca estuvo más cerca de una guerra con Venezuela que cuando, en 1987, nuestra corbeta Caldas entra en aguas que los dos países consideran propias. El presidente Jaime Ramón Lusinchi estaba dispuesto a recurrir a la fuerza si la corbeta no se retiraba. Yo, que en ese momento estaba de embajador, tenía muy buenas relaciones con el canciller Consalvi y pensé que tocaba hacer cualquier esfuerzo para evitar un enfrentamiento armado. Pero lo llamaba y él se me escondía. Finalmente, marqué al teléfono de su casa y contestó la empleada del servicio, que resultó ser colombiana. Al ver que yo era su embajador se emocionó tanto que cuando le pedí que me pasara a su jefe, espontáneamente me dijo: “Aquí lo tengo al lado”. En ese punto, el canciller no se pudo escapar y le tocó pasar. Le dije: “Mira, tú sabes que ni en Colombia ni en Venezuela queremos una guerra”. Procedí a ofrecerle una solución. Colombia estaría dispuesta a retirar la corbeta, siempre y cuando los barcos venezolanos también se retiraran de esa zona. Me dijo que lo tenía que consultar con el presidente. Lo hizo y se desactivó ese asunto.
SEMANA: Cuéntenos algo de Armero.
P. G.: Solo les digo que durante ocho meses trabajé 18 horas diarias, incluidos domingos y festivos, sin pensar en nada diferente. No entiendo ahora cómo mi organismo aguantó. Pero creo que ante una tragedia de esa dimensión se lograron resultados para aliviar el dolor de los damnificados. Como dato curioso, les cuento que se me presentaron 28.000 damnificados, lo cual era un número superior al total de habitantes que tenía el pueblo, según el censo, y que supuestamente casi todos habían muerto.
SEMANA: Usted hizo grandes aportes urbanísticos, no solo para Bogotá, sino para muchas otras ciudades del país. Pero lo que más recuerda la gente es la creación de Unicentro. ¿Cómo fue ese proceso?
P. G.: Unicentro fue el lugar en que quise hacer realidad un sueño que he tenido toda la vida: crear una ciudad dentro de la ciudad. Antes de eso, en Colombia no existían centros comerciales, solo almacenes. Yo ofrecía conceptos de multicentro y no era fácil en ese momento creer en eso. Yo quería lograr un espacio en el que se pudiera vivir, trabajar, estudiar, hacer compras, con solo ir a pie o en patines. No todo se logró en esa apuesta, por falta de espacio. Pero definitivamente sí fue una obra que me cambió a mí, a mi empresa y al país.
SEMANA: ¿Qué tan difícil fue sacar el proyecto adelante?
P. G.: Muy difícil. Principalmente, porque teníamos la idea, pero no la plata. Después de mucho análisis conseguimos un terreno de 24 hectáreas al lado del Country Club, que era de Gloria González de Esguerra, una de las herederas de Pepe Sierra. Incluso el pago de la primera cuota era impensable: 5 millones de pesos, que en ese momento eran una fortuna.
SEMANA: ¿Y cómo los consiguió?
P. G.: En la universidad yo era compañero de pupitre de Jaime Michelsen, que en los años setenta se había convertido en el presidente del grupo financiero más importante del país. Cuando ambos éramos estudiantes, yo vivía con dificultades económicas, pero tenía un puesto en la universidad con un sueldo de 25 pesos mensuales. Jaime era hijo de una familia muy pomposa, pero tenía menos plata que yo. Estaba muy enamorado y cuando se quedaba corto para llevar a la novia a cine, yo le prestaba 10 pesos. Habían pasado ya muchos años de eso, cuando yo fui a pedirle esos cinco millones. Él me pregunto: “Pedro, ¿y qué garantía tienes?”. Me reí y le contesté: “Mi firma”. Y, contra el consejo de sus asesores, me prestó la plata así no más. Al final fue un buen negocio para el banco, pues él acabó invirtiendo en eso y la valorización fue enorme.
SEMANA: Compartir es también el gran orgullo de su vida y se ha convertido en una voz muy relevante en las discusiones sobre la educación en Colombia. ¿Por qué creó esa fundación?
P. G.: Curiosamente tiene un origen diferente. En 1979, varias tragedias naturales hicieron sufrir al país. Un maremoto golpeó a Tumaco, un terremoto sacudió a Pereira y los ríos Magdalena y Bogotá provocaron grandes inundaciones. El expresidente Carlos Lleras Restrepo convocó a los empresarios para ayudar con esos desastres y a raíz de eso yo creé esa fundación. Para ayudar a los damnificados construimos barrios completos que vendimos solo a costo. También construimos más de 60 colegios, que es quizás la labor con la que la gente más reconoce nuestro trabajo. Por eso y por el Premio Compartir al Maestro, con el que queremos hacer un homenaje a profesores que hacen cosas extraordinarias.
SEMANA: Ya que habla de Carlos Lleras Restrepo, usted ha sido una persona clave para muchos presidentes colombianos. Hablemos de cada uno de ellos. ¿Cómo le fue con Alfonso López?
P. G.: Fue un orientador en mi vida y un consejero en los asuntos diplomáticos. Tuvimos una relación muy amistosa porque él siempre me abrió las puertas para conversar de los asuntos más importantes.
SEMANA: ¿Y con Turbay?
P. G.: Nunca fui turbayista, pero tuve una gran relación con él. Me pidió que fuera su tesorero del Partido Liberal y luego el secretario general. Pocos saben que, por enfermedad de él, acabé manejando dos elecciones.
SEMANA: ¿Y Virgilio Barco?
P. G.: Yo era muy amigo de él. Cuando se lanzó a la Presidencia, le aconsejé que fuera una candidatura conciliadora para unir a todo el país. Mario Latorre y Fernando Cepeda se opusieron y le dijeron que tenía que ser un liberal radical de trapo rojo. Yo fui derrotado, pero de pronto ellos tenían razón porque Virgilio obtuvo la votación más alta de la historia hasta ese momento.
SEMANA: ¿Y de los Pastrana?
P. G.: Tuve más contacto con Andrés que con Misael. Me nombró su negociador en el Caguán y tuve la oportunidad de conocer a Tirofijo de cerca. Fue una experiencia muy interesante. En la época dura del secuestro, le pedí a Tirofijo que me presentara al Mono Jojoy, que era el mandamás en ese campo. Jojoy fue por mí a San Vicente del Caguán y me entró en un trayecto de tres horas a la selva donde nos reunimos con Tirofijo. Allá intercambiamos opiniones sobre la situación del país y la verdad es que en varios puntos coincidíamos. Tirofijo era un hombre que tenía muy pocas ideas, pero las que tenía eran claras. Tenía un control absoluto de las Farc. En las reuniones no intervenía, pero todos los que iban a hablar lo veían primero, como pidiéndole permiso.
SEMANA: ¿Ernesto Samper?
P. G.: Un hombre muy importante y muy honorable que metió la pata una vez en la vida.
SEMANA: ¿Uribe?
P. G.: Tuve muy buena relación durante su primer gobierno. Vivo muy agradecido con él. Creo que él fue el hombre que hizo que volviera la confianza. Logró replegar a la guerrilla como nunca antes y con eso abrió la posibilidad de un proceso de paz.
SEMANA: Y ya para terminar, ¿cómo va a ser la celebración de esos 90?
P. G.: Vuelvo a lo que contesté anteriormente: con los amigos, que son lo más sagrado en la vida.