CARIBE
De manos de su padre, Nicolás Petro recibió la bandera de la Colombia Humana-UP
El senador Gustavo Petro, de manera simbólica, entregó el pabellón de su colectividad a su primogénito, que aspira a la Gobernación del Atlántico.
“Yo conocí a Nicolás en la cárcel” recordó crudamente al inicio de su intervención el senador Gustavo Petro en Barranquilla. Allí llegó para respaldar la primera aventura política de su hijo, que no solo aspira a la Gobernación del Atlántico, sino que además enfrenta el status quo de la política nacional, representado en la poderosa casa Char, que tiene todos los ases, no solo para hacerse con el departamento sino también con la alcaldía del Distrito de Barranquilla.
Petro papá buscó evocar de esa manera la época en la que fue parte del M-19 y debió vivir en la clandestinidad. La misma que no le permitió conocer a su primogénito sino hasta que cayó preso hace 33 años. El senador ha contado ya públicamente que en aquel entonces había decidido no estar muy presente en su vida para evitarle los riesgos de su actividad insurgente.
Quince minutos antes había tomado la palabra el candidato. Dio la bienvenida a los periodistas que asistieron a la rueda de prensa y que los esperaron por dos horas por cuenta de un retraso en el itinerario del avión que traía al senador. Por ello ambos intentaron ser breves en sus respuestas. Llegaron de blanco, Nicolás con una camisa de su campaña y Gustavo de guayabera.
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“Este es un acto simbólico del líder de la Colombian Humana-UP, el líder de la oposición, Gustavo Petro, mi padre”, dijo Nicolás, “un acto que me llena de orgullo”, agregó. Aclaró, seguidamente: “Lo digo porque hay periodistas que todavía preguntan por qué le digo papá”.
Antes de tocar sus puntos de campaña, recordó que un año atrás, su padre, para entonces candidato presidencial, barrió en Barranquilla y el Atlántico, y en ello parece centrar buena parte de sus esperanzas electorales.
De ahí pasó a denunciar a las maquinarias y la presunta comisión de delitos electorales: “Ya nos están diciendo, en las calles, en los barrios, que están empezando a dar plata, hay corrupción electoral […], están comprando votos. […] Tenemos que acabar con eso”.
Y con ello pasó a la ofensiva: “Le hemos solicitado a [la exsenadora barranquillera, que perdió su investidura por violar los topes electorales] Aída Merlano que le cuente a los atlanticenses quiénes fueron sus socios políticos, quienes entregaron los dineros, de dónde sacan la plata para comprar votos”.
“Ahí —prosiguió con tono grave—hubo un senador que está vinculado a este caso de la Casa Blanca, que es el hermano del alcalde [de Barranquilla] Alejandro Char, Arturo Char, vinculado a la compra y venta del voto. Nosotros le vamos a hacer una solicitud a la Corte Suprema de Justicia para saber en qué estado está el caso del señor Char, queremos saber si se reeligió como senador de la república comprando votos”.
Luego, Nicolás reparó el actual modelo de desarrollo de Barranquilla, algo en lo que fácilmente puede hacerse un paralelo con las críticas que su padre mantiene con la visión de ciudad de uno de sus más enconados opositores, al alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa.
“Sí, hay grandes obras, nuevos parques, vemos un estadio, calles pavimentados, pero la gente se está muriendo de hambre. Hoy Barranquilla es la ciudad más costosa para vivir en toda Colombia, la inflación está en 3,69%”, expuso. Entonces dio paso “a mi papá, Gustavo Petro”.
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Papá en acción
Cual padre severo, Gustavo Petro siguió en absoluto silencio la intervención de su hijo y apenas en un par de ocasiones asintió con la cabeza las afirmaciones de su hijo. “Yo conocí a Nicolás en la cárcel”, rememoró brevemente.
Mientras su hijo ahora callaba, el senador cargó casi de inmediato contra la clase política tradicional de la región Caribe, a la que llamó “incapaz” y “que no funciona porque está ligada a unos conceptos anacrónicos de la defensa del terrateniente, un factor de antidesarrollo”.
Pasó a aplicar a Barranquilla las tesis que tanto ha defendido, ya sea en su paso como alcalde de Bogotá, como aspirante presidencial o ahora como senador y jefe de una colectividad: “Hay que separar dos conceptos, el del desarrollo humano y el desarrollo visto tradicionalmente”.
Varios de los seguidores con camisetas de campaña que permanecían de pie tomaron asiento en aquel salón de un hotel en el norte de la ciudad, que está localizado a una cuadra del edificio en donde atiende sus asuntos de campaña la candidata del charismo, Elsa Noguera, quien justamente ha prometido llevar el desarrollo de Barranquilla al resto de municipios del Atlántico.
“Barranquilla se está desarrollando tradicionalmente, en un un territorio y en una sociedad profundamente desigual”, señaló. “Cuando se está en sociedades profundamente desiguales, con una delicadeza ambiental —otro de los temas de batalla de Petro— […]. Barranquilla es una ciudad que se ha construído contra el agua”.
Vinculó a los apellidos Char y Peñalosa el “modelo de desarrollo territorial del siglo XX, no del siglo XXI, edificado sobre la base de la especulación inmobiliaria y el cemento. No es que esto sea negativo, pero ahí se prioriza la inversión pública […], que en el fondo está ligado a la corrupción”.
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De ahí solo había un paso a un tema recurrente en sus últimos debates —el último de ellos frustrado—: el caso Odebrecht. Petro rememoró su denuncia de la llegada de dineros de la corrupta multinacional a las obras de canalización de los arroyos en Barranquilla, en una modalidad en que los sobornos no se entregarían de forma directa sino mediante la contratación de obras con precios inflados, algo que vincularía a la empresa Torrosa, del empresario Javier Torres junto con toda la rama de Cambio Radical en la ciudad.
Para Petro, si su hijo se hace con la Gobernación, el desarrolla implica el cambio de prioridades para invertir un billón de pesos que tiene como presupuesto anual el departamento, pues hoy según el senador, “está subsidiando el desarrollo de cemento de Barranquilla”. En ello jugarían un papel esencial la educación superior fortaleciendo la Universidad del Atlántico, el impulso de la energía solar en los hogares (en lugar de la “insostenible” Electricaribe) e impulsar la gestión del agua en el departamento.
Finalmente se levantaron de sus poltronas, se pusieron una gorras rojas con la leyenda “Petro gobernador” y desplegaron una bandera blanca con los logos de la Colombia Humana y de la Unión Patriótica. Se abrazaron por primera vez para las cámaras y el papá le puso el gran trozo de tela a su hijo alrededor del cuello. “Gracias papá”, dijo Nicolás, en acto de cariño implícito, pero con un simbolismo político que aún está por verse.