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“Perdimos el trabajo de 19 años en pocos meses”: dueño de centro de eventos
El sector de organización de fiestas y ceremonias privadas es uno de los más afectados por la pandemia. Esta es la historia de una empresa familiar barranquillera que no soportó la crisis.
Más de 19 años de trabajo familiar se esfumaron en medio de las medidas de restricción por la pandemia. Para Vivian Tovar y su esposo Hernando Roncallo, el recuerdo de la covid-19 será muy triste.
El Centro de Eventos Bruselas era uno de los más reconocidos en el norte de Barranquilla. Sus servicios eran una buena opción para aquellas familias o empresas que necesitaban de un espacio cómodo y bien ubicado para realizar sus celebraciones o eventos.
El negocio fue creado en 1998 por la madre de Hernando, con una propuesta innovadora y creativa. Al poco tiempo el proyecto creció: una de las hijas se encargaba de la decoración y el esposo de la cocina. Hernando se vinculó con la administración de la música y la logística.
El Bruselas creció de manera exponencial. Todo iba viento en popa, pero en 2014 murió repentinamente la madre de Hernando y para esos días una parte de los hermanos ya no vivía en el país; otros tenían sus propias ocupaciones profesionales.
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Con ese escenario, Hernando y Vivian le hicieron una propuesta de compra a la familia. El proceso terminó muy bien, cada uno con lo que pretendía.
A finales del año pasado la pareja de empresarios llegaron a un acuerdo con el dueño del inmueble donde funciona el centro de eventos desde su nacimiento, para hacer una remodelación de unos 45 millones de pesos, que se sumaron a 189 millones más de los últimos años. La obra incluyó la instalación de puertas acústicas para dividir el espacio para eventos simultáneos, remodelación del sistema de aire acondicionado y la decoración interna.
Antes del cierre de la primera cuarentena de marzo, el centro de eventos Bruselas facturaba unos 45 millones de pesos mensuales y tenía una nómina fija para eventos de hasta 15 personas. Pero el golpe del aislamiento fue una bola de nieve. Las cancelaciones de eventos a fin de marzo fueron masivas.
En esos días intentaron negociar con el arrendatario el valor del canon, pero la respuesta no fue la esperada después de muchos años de relación comercial. La siguiente puerta que tocaron fue la de los bancos para intentar beneficiarse con el subsidio para pago de nómina, pero los requisitos exigidos eran incumplibles. “Sin embargo, nos siguieron descontando las cuotas de los créditos. El remedio iba a ser más grande que la propia enfermedad”, dice Vivian.
Las circunstancias, como a muchos, los pusieron a buscar alternativas. Una fue la venta a domicilios de almuerzos tipos bufé, para tratar de pagar a los empleados con eso. Sin embargo, el número de contagios de coronavirus creció en Barranquilla de manera exponencial y a Hernando y a Vivian les dio temor que alguien resultara enfermo por mantener un servicio que no era realmente rentable.
De fondo seguía el no llegar a un acuerdo con el arrendatario. Les dijeron que si no podían pagar tenían que desocupar. El caso se fue a pleito legal y prefirieron que los abogados de parte y parte negociaran.
No quedó otro camino que entregar el local los primeros días de septiembre, debido a la incertidumbre que viven sectores como el gastronómico y de eventos sociales, sus dos campos de acción.
Para tratar de mantenerse activos y buscar nuevos caminos de negocios, Vivian ahora hace eventos en las casas, lleva todos los servicios que antes ofrecían en los espacios del centro de eventos, como comidas bufé, decoración, flores y sonido.
A pesar del duro golpe económico y anímico, no pierden las esperanzas de volver al negocio a mediano plazo. “Por ahora lo mejor es no arriesgar, no se sabe qué va a pasar en unos días con las medidas de restricción”.