JUDICIAL
El socio de Santrich en Nueva York
Un estadounidense acaba de ser condenado a nueve años de prisión en su país señalado de ser cómplice del prófugo guerrillero Jesús Santrich y de ofrecerse a lavar 15 millones de dólares de droga de las Farc. La historia parece sacada de una película.
Vincent Schifano es un completo desconocido para los colombianos. Sin embargo, este hombre, nacido en Nueva York, protagoniza la novela en que terminó convertida la captura de Jesús Santrich, uno de los exjefes de esa guerrilla acusado de intentar enviar toneladas de cocaína a Estados Unidos. Hace pocas semanas una corte de su país lo condenó a nueve años de cárcel por ofrecerse a lavar 15 millones de dólares de cocaína de las Farc. Su historia parece sacada de un capítulo de la serie de mafiosos Los Soprano.
A Santrich lo detuvieron el 9 abril de 2018, señalado por la Justicia de Estados Unidos de formar parte de una organización dedicada a exportar toneladas de cocaína a ese país. Muchos consideraron su arresto con fines de extradición un fuerte golpe a los acuerdos y al proceso de reintegración de los desmovilizados. Un año después la Justicia Especial para la Paz (JEP) ordenó liberarlo y dos meses después se fugó cuando la Corte Suprema ordenó su recaptura. Hoy forma parte de las disidencias que actúan desde Venezuela.
El mismo día que el jefe guerrillero fue detenido en el barrio Modelia en Bogotá, hombres de la DEA esposaron a Schifano cerca de Miami. Durante más de un año agentes encubiertos de esa agencia le siguieron la pista. Haciéndose pasar por narcotraficantes del cartel mexicano de Sinaloa grabaron en audio y video los detalles de la transacción en la que terminó enredado Santrich.
Agentes encubiertos le dieron a Vincent Schifano un carro en el que había cinco millones de dólares como parte del anticipo por el cargamento de drogas.
Durante el juicio contra Schifano salieron a la luz detalles de la investigación que terminó con su captura, como lo divulgó hace pocos días el diario El Espectador. En los documentos de la Corte estadounidense hay más detalles de esta insólita historia. Entre ellos el testimonio de Ken Saunders, un agente de la DEA que contó que el proceso contra Schifano comenzó a mediados de 2007 gracias a la información que consiguió un colega suyo infiltrado como parte de una operación contra narcotraficantes ligados a Santrich y las Farc.
Aparentando ser un narco mexicano, ese agente logró contactar a supuestos emisarios de Santrich y después de varias reuniones concretaron el envío de diez toneladas de cocaína por un valor de 15 millones de dólares. En el juicio contra Schifano nadie menciona directamente el nombre de Marlon Marín, sobrino del comandante guerrillero Iván Márquez, capturado, extraditado y hoy testigo de la justicia en ese caso. Pero por el relato de los agentes, habría participado en las reuniones con los agentes encubiertos.
De acuerdo con el relato del agente Saunders, quienes organizaban el envío de droga creyeron que su compañero, el otro agente infiltrado, estaba encargado de pagar en efectivo por los 10.000 kilos de droga. Por eso le revelaron que Schifano era la persona designada para realizar esa operación, lavar el dinero y traer los billetes por cuenta de la organización de traficantes. Allí comenzó una segunda parte de esta operación de la DEA contra Schifano.
El perfil de este hombre de ascendencia italiana no parecía encajar con el de un lavador de la mafia. Tiene 63 años de edad, un negocio familiar de pasta, tres hijos y cuatro nietos. Sin embargo, la agencia antidrogas planeó una celada para averiguar la verdad. El agente encubierto en Colombia logró que sus contactos en la organización criminal hicieran que Schifano se reuniera con Saunders, también oculto tras la fachada de ser un integrante del cartel de Sinaloa que compraría el cargamento de drogas.
El 7 de noviembre de 2017, Schifano y Saunders se reunieron por primera vez cerca de Miami. Entraron en confianza y el hombre de la DEA, actuando como un curtido narco, comenzó a sacarle información a su interlocutor. Este le contó que conocía de tiempo atrás a los colombianos encargados de enviar la droga. Incluso fue más allá; el veterano vendedor de pastas afirmó que había estado varios meses en Colombia y había ayudado a lavar 120 millones de dólares para esa organización por intermedio de unos proyectos autorizados por el Gobierno, sin especificar cómo, cuáles o a qué Gobierno se refería. Dijo que incluso podía llegar a lavar hasta 300 millones de dólares si era necesario, ya que estaba pendiente de ganar un contrato para construir un oleoducto. Para mostrar su importancia también dijo que llevaba 20 años lavando dinero principalmente para las mafias italiana y rusa. Quedaron en que Saunders, el supuesto narco de Sinaloa, viajaría a Colombia a conocer a quienes estaban detrás del negocio. Todo lo que dijo quedó grabado en audio y video.
Santrich fue capturado en 2018 señalado de formar parte de una organización que iba a enviar coca a Estados Unidos. Lo liberaron un año más tarde y al ordenar su recaptura se fugó.
En su testimonio ante la Justicia estadounidense, el agente Saunders contó que tres meses después, el 8 de febrero de 2018, otros agentes encubiertos se reunieron con varios de los integrantes de la organización de traficantes en Colombia. En esa cita acordaron que para efectuar el pago en Estados Unidos la organización debería designar a un hombre de su confianza que debería mostrar, al momento del recibir el dinero, la mitad de un billete cuyo serial debería corresponder con la otra mitad, que estaría en poder de quien realizaría el pago. La persona escogida fue Schifano.
El día siguiente, en la ciudad de Doral, cerca de Miami, el agente Saunders se reunió con él. Schifano le enseñó en su celular la foto de la mitad del billete, el mismo que manipula Santrich en el video que la Fiscalía colombiana mostró poco después de capturar al jefe guerrillero. Para la DEA eso probaba que Schifano era el hombre de Santrich y su gente. En esa cita, el hombre le ofreció al agente encubierto sus servicios para conseguir más cocaína de ser necesario y transportarla al lugar de Estados Unidos que le señalara. Acordaron que se verían unos días más tarde para entregarle un primer pago de cinco millones de dólares, como anticipo del envío de diez toneladas de droga.
El 13 de febrero, Saunders, acompañado de un policía encubierto, se encontró con Schifano en un restaurante de Miramar, Florida. Fueron hasta el parqueadero, le entregaron las llaves de un carro y le mostraron que en el baúl había una maleta con cinco millones de dólares. Coordinaron la entrega de los otros diez millones y Schifano salió en el vehículo. Varios kilómetros más adelante unos agentes de la DEA lo detuvieron en la carretera y le informaron que había una investigación en su contra. Se llevaron la maleta con el dinero, que era falso, pero lo dejaron en libertad. Tres semanas después, tras la captura de Santrich, lo detuvieron y lo enviaron a la cárcel.
Ante la contundencia de los videos y los audios en los que él reconocía ser un lavador de la mafia, Schifano aceptó cargos por lavado en octubre de 2018. El 27 de marzo la juez lo condenó a nueve años de prisión y lo recriminó duramente por intentar lavar millones de dólares para una organización terrorista.
De nada sirvieron las súplicas de clemencia de su familia y amigos, que escribieron decenas de cartas en las que argumentaban que Schifano nunca lavó un dólar y era solo un fanfarrón que le gustaba hablar de más. Pero por exótico que parezca lo ocurrido con él, la justicia estadounidense no tiene dudas de que fue uno de los socios de Santrich.