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Selección Colombia de apnea busca recursos para ir al mundial en Honduras y Chipre
A través de una Vaki y ofreciendo clases de apnea o yoga, se puede a yudar a los deportistas
El mundial de apnea se realizará en Roatán, Honduras. Sin embargo, antes de definirse esa sede, el evento se iba a realizar en Cuba.
Algunos países participantes, argumentando motivos de seguridad, sugirieron el cambio. Cuando eso sucedió, la federación colombiana de este deporte no pudo garantizar la presencia de los deportistas cafeteros e incluirlos en el cronograma de participaciones internacionales que se le envió al Ministerio del Deporte a finales de 2022 para garantizar los recursos.
Cada plan tiene diferentes precios. 10 millones de pesos para el paquete denominado oro; 5 millones para el paquete plata y para el paquete bronce, 3 millones.
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La inscripción ya está paga y tuvo un costo de 680 dólares. Sin embargo, el presupuesto total para el viaje se aproxima a los 12 mil dólares. El mundial de la organización CMAS será del 19 al 27 de agosto, el certamen de la organización AIDA será el 19 de septiembre.
SEMANA habló con Cristian Cataño, uno de los apneistas que fue atacado por un tiburón en San Andrés y que pese a no alcanzar a participar en el mundial, si está vinculado con la recolección de los recursos.
“Estamos haciendo una colecta de fondos para poder ir. Yo no alcanzo a recuperarme para el mundial de agosto, pero si pienso ir a Chipre. Somos cuatro, dos mujeres y dos hombre”, indicó el joven que milagrosamente sobrevivió al ataque del tiburón y agrega.
“Lo que recaudemos se partirá en cuatro personas. Normalmente el gobierno nos apoya y salió muy tarde la convocatoria por el cambio de sedes y el presupuesto no se alcanzó a definir. Tenemos también una vaki”, agregó Cristian.
El apneísta que fue atacado por un tiburón en San Andrés y sobrevivió
Cristian Castaño, relató en entrevista con SEMANA TV el dramático relato de su encuentro con un tiburón mientras se preparaba para el mundial.
SEMANA: ¿Qué pasó ese 18 de julio?
CRISTIAN CASTAÑO: Ya llevábamos unos 15 minutos ahí en el punto calentando. Antes de bajar muy profundo, hacemos varias inmersiones entre 10 y 20 metros con ese fin. Yo ya había hecho mis calentamientos y estaba a punto de hacer mi inmersión, el objetivo de ese día eran 80 metros. Una compañera me toca el hombro y me dice que no baje porque hay un tiburón, y no bajé. Nosotros ya habíamos tenido la situación con un tiburón, él se queda mirando a ver si tenemos peces y se va. Siempre se avistan tiburones, pero nunca habían atacado. Sin embargo, este sí se puso agresivo.
SEMANA: Entonces, su compañera le avisa que hay un tiburón.
C.C.: Yo estaba tranquilo porque los habíamos visto muchas veces, me pongo la careta para ver bajo el agua y veo que el tiburón está demasiado cerca. Ellos están como a cinco metros y dan una vuelta o algo y se van. Lo que hago en ese momento es golpearlo con la monoaleta que tenía en los pies, se va, pero regresa. En ese momento decidimos reunir nuestras cosas y empezar a nadar hacia la orilla.
SEMANA: ¿Y ahí empieza el ataque?
C.C.: Sí, yo decidí quedarme un poquito atrás intentando espantar al tiburón para que no esté encima de nosotros. El problema es que me aparto del grupo y eso me dejó indefenso, porque, supongo, el tiburón me ve solo. Ahí me empieza a atacar intensamente y yo lo empiezo a devolver con las aletas, dándole patadas y poniéndole la aleta para que él muerda la aleta y no me muerda a mí. Al poco tiempo ya me muerde a mí.
SEMANA: ¿La primera mordedura en qué extremidad fue?
C.C.: Realmente, no sé (risas). Hay tanta adrenalina, miedo y uno está en una situación de alerta como que deja de sentir dolor. Lo que empecé a ver fue sangre, supongo que fue la de la pierna derecha. Yo veo un charco de sangre, de película. Obviamente, el tiburón se pone más agresivo en ese momento y empieza a atacar más.
SEMANA: ¿Por la sangre?
C.C.: Supongo que por la sangre y porque vio que sí había carne, que no era solo plástico lo que estaba mordiendo.
SEMANA: Usted ya era la presa del tiburón.
C.C.: Claro, definitivamente él se enfocó en mí después de ese momento. Mis amigos, cuando vieron que me estaba atacando y vieron la sangre, sacaron valor y lo trataron de atraer para quitármelo, pero ya yo era la presa.
SEMANA: ¿Cómo así que no sentía nada de dolor en medio de semejante escena?
C.C.: No sentí dolor, él viene y me ataca muchas veces más, aunque no en todas me muerde. En algunas no me muerde sino que yo lo devuelvo de una patada o de un golpe. Tuve una lucha con el tiburón que duró más o menos 10 o 15 minutos.
SEMANA: Una eternidad…
C.C.: Sí, en esa lucha me muerde ambas manos, los dedos, y eso me genera cortadas muy profundas, pero no sentí dolor. Sentí los dientes, la fuerza del tiburón. En algún momento alcanzo a tener la mano completa dentro de la boca del tiburón, siento la boca y la saco rápidamente para evitar que me la arrancara. Ahí estoy nadando muy rápido para volver a la orilla.
SEMANA: ¿Cómo aguantó esos 15 minutos?
C.C.: Si yo no supiera hacer apnea, si no hubiera estado tan calmado, no hubiera aguantado ese tiempo. El tiburón iba y volvía, nadaba despacio y atacaba. Yo nadaba muy rápido, pero me tengo que agarrar muy fuerte un brazo por la pérdida de sangre, era impresionante, y el tiburón seguía la estela de sangre.
SEMANA: ¿En qué pensó en esos 15 minutos?
C.C.: La mayoría del tiempo en cómo sobrevivir, es un instinto de supervivencia. Llegué a pensar que no lo lograría, que estoy muy lejos de la orilla. Obviamente, en algún momento pienso en Dios y le digo: “Dios mío, ayúdame. Dios mío, sácame de esta”. Y ahí aparece la lancha que nos rescata.
SEMANA: ¿Cree en Dios?
C.C.: Creo en Dios, nunca he sido muy religioso, pero creo que existe algo superior. Creo que hay algo que nos cuida, pero hasta este momento no había sido muy religioso ni de rezar. En una situación de estas uno piensa que se va a morir, sentí que me iba a desmayar por la cantidad de sangre que estaba perdiendo. Ahí me aferro y digo: Dios mío, sácame de esta. Así que, literalmente, lo dije en mi mente y fue muy fuerte desde un punto de vista religioso.
SEMANA: ¿Un milagro?
C.C.: Sí, pero cada quien puede verlo como quiera. La mayoría de la gente con la que he hablado me ha dicho que es un milagro. Los médicos también me lo dijeron, porque es un milagro que no haya perdido las manos, la pierna o la movilidad. Tengo heridas profundas, pero no pasó nada grave.
SEMANA: Además que tampoco tuvieron que amputar una extremidad. Los videos son muy fuertes y se piensa lo peor.
C.C.: Sí, eso es verdad. Yo salí caminando del agua. A mí lo que más me dolió fue la anestesia que me pusieron antes de ponerme los puntos (risas). Esa vaina sí duele mucho, pero el resto no.