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Siete puntos que indican que la carta de Timochenko es una verdadera ruptura con Márquez
La carta que le envió el líder político a los integrantes de su partido Farc es una muestra de cómo han cambiado las percepciones del excomandante en el ejercicio de la política, ahora desdeña los días de guerra y se compromete aún más con la paz y la justicia social. Con esto Rodrigo Londoño va mucho más allá de la retórica.
La carta de Timochenko a Iván Márquez sigue siendo noticia y objeto de análisis en el país. Y no es para menos: que el máximo jefe del partido Farc y quien además fue el último gran comandante de la guerrilla más antigua de América Latina le diga al exjefe negociador que se equivoca al creer que fue un error dejar las armas, es la muestra clara de que sus intenciones de paz son más serias que nunca, aun en medio de un proceso que patina en las aplicaciones en terreno, y en un país donde crecen los confrontamientos bélicos y verbales. SEMANA le da una mirada a los puntos clave de dicha carta.
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1. La carta deja ver dos bandos dentro de la Farc. El líder político de Farc le recuerda a Iván Márquez sus propias palabras pronunciadas el 23 de septiembre de 2016 en los llanos del Yarí al final de la Décima Conferencia de la guerrilla y en la que se decidió en esta instancia máxima de la organización rebelde, acoger en su totalidad los acuerdos de paz pactados con el gobierno de Juan Manuel Santos. Timochenko le recuerda que esta decisión fue tomada de manera democrática y que pasa por encima, incluso, de las palabras de Manuel Marulanda en las que señalaba que la única forma de garantizar los acuerdos era a través de las armas. “Que un pequeño grupo de antiguos mandos de la organización afirme ahora que fue una equivocación cumplir con nuestra palabra, solo significa que ellos, individualmente, se apartan de las grandes decisiones adoptadas por el colectivo”, dice la misiva en la que se nota la posición del líder por desdeñar el uso de las armas y abogar por la lucha de ideas.
2. La carta es aterrizada y reconoce las dificultades del proceso. Parece que quedaron lejos aquellos discursos de ensoñación sacados de un mal boceto escrito en los albores de los años sesenta. Timochenko dice: “Los acuerdos de La Habana no pusieron fin, ni podían poner fin, al conflicto económico, social y político que padece Colombia”. El excomandante traza una línea divisoria en cuanto a la percepción de los porblemas del país: entiende que el acuero de paz era apenas un comienzo y no un fin en sí mismo para la solución de la desigualdad en Colombia. Parece hablar de los vientos que hoy soplan: “Posibilitan en cambio el despertar de la conciencia y la movilizción social y política del pueblo colombiano”, justo lo que ha venido pasando desde que los acuerdos han recibido ataques desde diferentes flancos.
3. Timochenko sabe que salió del monte y afronta su realidad. Desdeña los años de guerra y pone los ojos en la política. Dice en la carta que la paz no era para “sentarnos a lamentar con nostalgia los días de la guerra, sino de ponernos en movimiento general para dar a conocer a todos los colombianos y colombianas el sentido y los alcances del Acuerdo”. Timochenko asegura que la creeación de su partido político no tenía otro fin más que el diálogo con otros sectores de la vida pública nacional y no el de estar mirándose el ombligo y añorando lo pasado; además, hace una aclaración: que el partido tenía la obligación de ganarse la simpatía de los colombianos, aceptando así una difícil tarea. “Los planes de combate y el enfrentamiento quedaban atrás para siempre”.
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4. La carta reconoce el daño de la guerra. Antes de llegar a este punto, el excomandante asegura que era muy ingenuo creer que la construcción de paz sería fácil, y más en un país con tantos intereses, y en un párrafo después dice: “Lo demás es la guerra infinita, la destrucción interminable de vidas en su mayoría del mismo pueblo, mientras el poder sigue intacto en manos de una clase que se alimenta de la confrontación”. Aquí se puede leer un mea culpa y, también un análisis de la realidad del país ya desde el ejercicio democrático y legislativo que ha venido haciendo Timochenko como dirigente político. “El fin real del conflicto será el triunfo democrático de las grandes mayorías que anhelan la paz y la justicia social en un marco de respeto y tolerancia”. Este punto tiene su pico máximo cuando reconoce que el cambio de la histortia no se puede lograr empuñando un arma sino mediante el poder de la palabra y más adelante confiesa que en medio de las negociaciones de paz se dieron cuenta de que en la guerra cometieron “hechos reprobables”.
5. Le recrimina a Márquez el haberse ido del proceso. “Iván no percibió la dimensión del puesto que nuestra larga lucha lo llevó a ocupar. Se fue, sin ningún tipo de explicación, y se negó a ocupar su curul en el senado, dejando acéfala nuestra representación parlamentaria en el momento que más requería su presencia”.
6. Señala el daño de Marlon Marín a la paz. Timochenko asegura que estos momentos serían más llevaderos si Márquez estuviera en el Senado haciendo su labor como congresista, pero también dice que todo sería más fácil si no existiera “esa extraña y peligrosa relación con su sobrino Marlon Marín, relación que terminó por enredar a Santrich y enlodar nuestro trabajo político. Aquí cabría también una sincera autocrítica de Iván”. De esta manera evita el tema de Jesús Santrich, pues no lo defiende pero tampoco lo acusa, esperando así que la justicia se pronuncie.
7. Se aleja de la retórica populista de algún sector de la izquierda. Entiende que lo más importante es el respaldo democrático al acuerdo de paz y que nada puede poner en riesgo el pequeño trecho andado hasta el momento. “Eso es muchísimo más importante que obtener el aplauso de un puñado de cabezas calientes, que anuncian la caída del imperialismo norteamericano y el triunfo inminente de la revolución socialista mundial. La meta para nuestro partido es la paz con justicia social y democracia para Colombia”.