MOVILIDAD
Regresar con poco o nada: realidad de viajeros que van a la terminal de Bogotá
SEMANA visitó la central de transportes para conocer las historias de quienes regresan a las regiones o se van del país en busca de mejores oportunidades. Los precios "sin techo" de los pasajes son uno de los mayores obstáculos.
Alexis Zambrano viaja con sus dos hijas, esposa, cuñada y cuatro sobrinos para Cúcuta. Tiene 1‘500.000 pesos ahorrados y aún así el monto es insuficiente para comprar los pasajes en la terminal de transportes de Bogotá.
La familia se vino a la capital con la ilusión de encontrar un mejor trabajo porque en el estado de Portuguesa, Venezuela, la situación económica era deplorable y no hubo más remedio que migrar en busca de oportunidades. Sin embargo, después de seis meses, las nueve personas se devuelven a su país en el primer día de reapertura de las vías y carreteras en Colombia.
Foto: Alexis Zambrano vendía bolsas de basura y los otros miembros de su familia vivían del llamado rebusque. Dicen no haber recibido ayudas económicas del Distrito durante le confinamiento. Guillermo Torres / SEMANA.
A las 8:00 a.m. ninguna de las empresas transportadoras que se dirige a Cúcuta había aceptado una rebaja en los precios del tiquete por persona, cuenta el señor Zambrano. "Están cobrando el doble y como ahora hay una silla de por medio se sacan lo del bus completo", dice. Antes de la pandemia esta familia pagó 90.000 pesos por pasaje y ahora el precio está entre 180.000 y 185.000 ya sea que se averigüe directamente en la taquilla o en la página web de la terminal.
"De pasar trabajo y hambre aquí, mejor lo pasamos allá que tenemos familia -afirma- se nos acabó la ilusión que teníamos de estar acá". Aunque las ganas por irse no dan espera, el viaje podría retrasarse horas e incluso algunos días mientras consiguen el dinero faltante para comprar los pasajes. En ese tiempo, los más pequeños aguardarán en las sillas del corredor norte de la terminal junto a las maletas y unos cuantos costales en donde más que sus pertenencias llevan la esperanza de contar con mejor suerte en su lugar de origen.
Foto: Rafael, el tío de Armando, tenía una cita médica programada para el 26 de marzo que nunca tuvo. Un día antes se instauró el aislamiento preventivo obligatorio nacional y quedó atrapado en Bogotá. Los mayores de 70 años no podíamos salir y no me hicieron exámenes ni nada. Llevo el carpetazo con todos los documentos, dice". Guillermo Torres / SEMANA.
En contraste, Armando Villamil se regresa al municipio de San Pablo de Borbur, Boyacá, para ver en qué estado quedó su finca tras cinco meses de ausencia. Dice que por la falta de información no se enteró que la terminal abría entre las 6:00 a.m. y las 10:00 p.m. por lo que, junto a su hijo de siete años y su tío, de 70, tuvo que aguantar frío desde las tres de la mañana mientras les permitían ingresar. "Menos mal trajimos la cobija para el niño", dice.
Hace unas semanas le saquearon su tienda en el barrio La Estancia, en la localidad de Ciudad Bolívar, y las pocas ganancias que obtuvo durante el confinamiento se fueron en cubrir los gastos y reponer mercancía para finalmente irse con las manos vacías. "Toca buscar la tierra, el campo y regresarnos", afirma Villamil.
El tendero cuenta que viajar no será fácil: el bus los deja en Chiquinquirá, recorrido que durará tres o cuatro horas dependiendo del tránsito, y de ahí deben buscar otro transporte que los lleve al municipio en un tiempo similar. Pero, además, es complejo dejar la ciudad porque su esposa no los acompañará debido al trabajo que consiguió como enfermera en la subred de occidente; así que aquí a diciembre la familia estará dividida.
Mientras su padre cuenta las preocupaciones que la aquejan, el niño que cursa segundo de primaria está envuelto en una cobija, con su tapabocas puesto, un gorro y unas gafas con las que a penas se le ven los ojos porque el frío lo consume. "Como las tareas son virtuales y la tecnología es de gran ayuda, mi hijo estudiará allá", dice Villamil, aunque esto implique que deberá velar por su formacióna a la par que levanta de nuevo su finca donde cree que hasta las paredes ya se habrán torcido.
En su caso, el tiquete costó 25.000 pesos por cabeza, pero dice que no es mucho más de lo que pagaba cuando iba de visita a comienzo de año.
Precios sin techo
Este 1 de septiembre la terminal de transportes de Bogotá espera despachar 14.000 pasajeros en 1.200 buses. Al medio día la cifra ya va en 2.050 usuarios. No obstante, esos catorce mil representan el treinta por ciento de capacidad que tiene la central debido a que los protocolos de bioseguridad del Ministerio de Salud exigen que haya una distancia de un metro entre los usuarios, es decir, una silla de por medio entre cada quien.
La problemática con esta nueva realidad es que las noventa empresas transportadoras que comienzan a operar este martes han subido las tarifas, para muchos, de manera exagerada sin importar el destino. "Las tarifas que están reguladas por el Ministerio de Transporte tienen un piso, pero no un techo. Lo que ha dicho el ministerio es que debe haber unos criterios de razonabilidad, no pueden ser precios astronómicos", aseguró Maria Carmenza Espitia, gerente de la terminal.
Bogotá asume el 35 por ciento de la demanda de transporte de media y larga distancia del país, según ecplicó Nicolás Estupiñan, secretario de Movilidad del Distrito.
Bajo esa premisa, los usuarios que llegan a comprar su pasaje en taquilla se encuentran con aumentos del 30 hasta el 100 por ciento del valor que tenía su destino antes de la llegada del coronavirus. SEMANA conversó con el superintendente de Transporte, Camilo Pabón, quien reconoció que el incremento es legal y, sobretodo, no es sancionable ya que la regulación actual tiene vacíos y las empresas solo tienen el deber de informar con antelación esta alza.
"La Superintendencia hace un seguimiento y ya tenemos cuatro investigaciones por la violación del deber de informar el incremento de los precios. Las empresas debían haberlo hecho por lo menos cinco días hábiles antes para que los usuarios no lleguen acá y se sorprendan que ha incrementado (el precio). Pero, como no hay precio techo, las empresas pueden incrementarlo y eso no sería sancionable en sí mismo", señala.
De ese modo, Maribel Archila que pagó 80.000 pesos por un pasaje a San Gil Santander, cuando en meses anteriores valía la mitad, no tendría sustento para quejarse a menos que haya consultado previamente con la empresa transportadora y esta no le informara de los cambios en los precios. En caso contrario, y si quisiera radicar una queja, debe acudir a la página de la SuperTransporte, diligenciar un formato y esperar una respuesta en los próximos días.
Si bien no todos los pasajeros de la terminal reportaron el mismo incremento al comprar su tiquete, la mayoría de los entrevistados por SEMANA dan cuenta de que tuvieron que invertir más dinero para volver a sus ciudades de origen. De otro lado, las empresas que operan en la terminal acuñan que los costos operativos de movilizar la mitad del aforo en cada bus serían iguales si movilizan a la totalidad de pasajeros, por lo que los precios estarán por las nubes hasta que se regule la oferta y demanda de la nueva normalidad en todo el país.