Barranquilla
Así son los bacanales en las cárceles de Barranquilla: fiestas, drogas y presos paseando de un patio a otro
SEMANA revela testimonios de reclusos que cuentan cómo funcionan estos centros penitenciarios, donde el control del Inpec es mínimo.
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Las cárceles en Barranquilla se han convertido en unos bacanales para los reclusos que se pasan por alto las reglas del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec). Así quedó evidenciado en una fiesta sin precedentes ocurrida en la Penitenciaria El Bosque durante la celebración de Amor y Amistad.
Los internos fueron vistos con una nevera llena de cervezas, celulares y otros elementos prohibidos, sin que los guardianes intervinieran. La situación desató indignación ciudadana y llevó a que la Procuraduría exigiera explicaciones por los hechos.

Ante esta grave situación que compromete a los funcionarios de esta institución, SEMANA conoció el relato de varios reclusos, quienes cuentan en detalle cómo son los presuntos hechos de corrupción. Hay integrantes de la banda de Los Costeños, algunos de Los Pepes y hasta del Clan del Golfo.
Uno de los internos, quien pidió mantener su identidad en reserva, relató sin rodeos: “Acá todo es pago. Nada es gratis y hasta los silencios se compran. Esos traslados internos que anunciaron solo fueron para calmar las cosas, pero eso sigue funcionando normal. Si uno quiere otra comida o quiere ingresar celulares, solo debe cuadrar con los guardianes que acceden y listo”.
El joven, perteneciente a una de las bandas mencionadas, afirmó que incluso existe una forma para ingresar droga y comercializarla sin restricción. “Acá todos los del Inpec nos colaboran con lo que uno le pida y también con lo que uno necesite entrar, eso sí, ya ellos no reciben transferencias, porque queda la trazabilidad. Toda la plata se maneja en efectivo y con correos humanos que uno llama dentro de la cárcel, porque llega la Policía con los operativos y se puede caer todo”, detalla.
Al ser consultado por las extorsiones, indicó que “ni los mismos presos nos salvamos”. Indica que para sobrevivir deben pagar para no ser asesinados y “tener algunas comodidades como medio dormir en los pasillos”.
Los traslados entre pabellones también son comunes para reuniones y cuadrar, según él, hechos delictivos fuera de las cárceles o hasta las rumbas como las que se conocieron durante los últimos días.
“Acá uno puede pagar si quiere ir a otro pabellón a visitar o parchar con otros presos. Eso depende, pueden cobrar de 300.000 pesos en adelante por esos cruces, como uno les dice. Los guardianes que no acceden a este enseguida los amenazan, porque esto es como una mafia. Es mejor estar dentro, porque si no te matan. Ellos le averiguan la vida a todos los guardianes y con esos los chantajean hasta que acceden a lo que piden. No es un secreto que nosotros tenemos más poder, muchas veces, que las mismas instituciones, porque todo lo terminamos sabiendo”, detalla.
La Cárcel Modelo de Barranquilla funciona de manera similar, aunque allí —según los reclusos— son más cautelosos y evitan grabar o filtrar videos a redes sociales. Un integrante de Los Pepes habló con SEMANA y describió la situación: “Acá uno vive de las extorsiones y tiene a gente afuera que son los que cobran o si no, uno abre cuentas en las billeteras virtuales para que manden el dinero, pero al final son personas mayores que no pueden ir presas, entonces, uno amarra al Gaula y la Fiscalía”, reveló.
El hombre, un sicario confeso, aseguró que ha debido cambiar sus actividades ilegales para sobrevivir dentro del penal: “Uno cobra las extorsiones, vende droga y hasta coordina homicidios. Se le da su porcentaje a los funcionarios que nos colaboran dejándonos llamar y todo eso”.
Luis Fernando Trejos, profesor de la Universidad del Norte, y experto en temas de seguridad, dijo en SEMANA que lo ocurrido dentro de los penales refleja el fracaso del sistema penitenciario en Colombia, donde las sanciones no logran frenar la corrupción.
“Hoy, las cárceles en Colombia se han convertido en centros dinamizadores del delito, especialmente de la extorsión. También vemos que los delincuentes, al ingresar a prisión, no se ven cohibidos ni limitados en cuanto a su actividad criminal; por el contrario, rápidamente la adaptan a las condiciones de reclusión y desde allí potencian toda la gestión de los mercados de ilegalidad en los cuales están inmersos”, indicó.
Trejos concluyó que el Inpec termina siendo parte del problema junto con los reclusos que delinquen desde prisión. “Tendríamos que preguntarnos hasta qué punto el Inpec hace parte del problema y no de la solución. Todos nos cuestionamos cómo es posible que sigan ingresando de manera sistemática teléfonos inteligentes y computadoras a las cárceles sin que nadie se dé cuenta de que eso está sucediendo”, agregó.