Valle del Cauca
La otra versión sobre la liberación de Lyan que contradice a la familia: hay cosas que no cuadran y ocultamiento de información
El secuestro y la liberación de Lyan es todavía una incógnita para las autoridades. Versiones expresadas por la familia no cuadran, y persiste el temor del retorno a la región de viejos capos de la mafia.

Lo que hay detrás del secuestro del pequeño niño Lyan José Hortúa Bonilla es escalofriante, según las fuentes consultadas por SEMANA. Con el pasar de las horas se siguen conociendo detalles cada vez más escabrosos de este plagio, ocurrido en zona rural de Jamundí el pasado 3 de mayo y que mantuvo en vilo al país durante 19 días.
La primera hipótesis manejada por las autoridades fue un posible secuestro con fines extorsivos, pero con el pasar de la investigación surgieron elementos que no correspondían a este tipo de casos. Algo no cuadraba. La familia del niño, que manifestó tras su liberación el pasado miércoles que nunca recibió ayuda de la Policía Nacional, habría mentido, según el informe oficial conocido por SEMANA.
Desde el primer momento, tanto la mamá, Angie Bonilla, como el padrastro, Jorsuar Suárez, recibieron el acompañamiento de la autoridad. Incluso, habrían sido ellos quienes no quisieron cooperar con el Gaula en un comienzo.

Las autoridades se dieron cuenta de que, paralelamente a las mesas técnicas de diálogo para lograr el rescate, la familia había designado un delegado para que les sirviera como puente con la disidencia Jaime Martínez, autora del secuestro. Esa nueva línea de negociación extraoficial nunca fue informada a la Policía y a través de ella la mamá del menor logró videollamadas con su hijo.
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En ese punto, tanto las autoridades como los organismos de derechos humanos ya tenían claro que había otra motivación para el plagio. La familia no quiso reportar la supuesta verdad detrás del secuestro, pero la información se filtró y empezaron a salir versiones que involucraban al temido capo Diego Rastrojo.
Angie Bonilla, exesposa de José Leonardo Hortúa, alias Mascota o Mochacabezas, segundo al mando de los Rastrojos en el Valle y asesinado en 2013, habría servido como testaferro del extraditado capo Diego, por lo que a su cuidado quedaron varias propiedades y dinero en efectivo.

Presuntamente, la mujer, al quedar viuda y con su supuesto exsocio extraditado en Estados Unidos, hizo uso de esas propiedades y dinero hasta que varios emisarios de los Rastrojos, que ya pagaron su condena en el extranjero, regresaron e iniciaron un proceso de rendición de cuentas. En ese dosier faltaban los bienes en custodia de la exesposa de Mascota.
Esa facción de los Rastrojos habría cobrado el dinero en varias ocasiones, pero ante la negativa decidieron secuestrar a Jorsuar Suárez para presionar la entrega de la plata. Finalmente, todo salió mal y se llevaron a Lyan, el hijo de alias Mascota.
El niño nunca estuvo en riesgo
Otro pedazo de la historia que no les cuadra a las autoridades es la versión pública entregada por la familia. Señaló que el menor estuvo amarrado y, en medio del desespero, se autolesionó las uñas.
SEMANA indagó con varias fuentes cercanas al proceso de rescate y todas desestiman esa versión. “El niño siempre estuvo en buenas condiciones en una finca con piscina en el corregimiento Ampudia”, le manifestó una de esas fuentes a SEMANA.

No obstante, al conocer el trasfondo y la motivación del secuestro, las autoridades no podían realizar un operativo de rescate en esa zona, pues la vida del niño se pondría en serio riesgo. “Todos sabían de quién era hijo y qué podría pasar si lo tocaban; entonces, por ese lado no había riesgo. El riesgo existía en un desafortunado cruce de disparos entre los bandidos y la fuerza pública”.
SEMANA también pudo establecer que el frente Jaime Martínez, al ver la presión mediática que causó el secuestro, se mostró dispuesto a entregar al niño el cuarto día del plagio, aunque desistió al conocer la intención de la familia de acordar un rescate sin intermediación de las autoridades.
“Ellos reconocieron que fue un error llevarse al niño y hasta quisieron liberarlo, pero cuando ya se habló de que efectivamente se iba a entregar la plata, pues ya no lo iban a soltar”, señaló otra de las fuentes consultadas.
Así se entregó la plata
Al parecer, la familia de Lyan sabía desde el principio la motivación del ataque en su lujosa mansión en el corregimiento Potrerito, a 30 minutos del casco urbano de Jamundí.

El dinero adeudado a Diego Rastrojo rondaría los 37.000 millones de pesos, una cifra imposible de pagar en pocos días. Por eso, desde el primer momento se inició una especie de recolección y venta de algunos bienes para programar una primera cuota cercana a los 4.000 millones de pesos, finalmente entregados en efectivo.
Se presume que el encargado de enlazar a las disidencias con la familia sería Antonio Cuadros, un hombre de 38 años con antecedentes penales y un intento de homicidio en años recientes, quien escasas horas después de la liberación de Lyan fue asesinado por sicarios en Cali.
Cuadros se habría reunido con emisarios de las disidencias en al menos cuatro ocasiones, las dos primeras a fin de entregarles un medicamento esencial para la salud de Lyan, y las otras dos posteriores fueron vitales para la liberación. El hombre se habría encontrado con miembros de la Jaime Martínez el martes 20 de mayo en zona rural de Jamundí. Allí les entregó un maletín con parte del dinero pactado. El compromiso de los criminales era liberar al menor ese día, pero algo ocurrió y la operación se echó para atrás.
El miércoles 21 de mayo hubo otra reunión muy temprano en zona urbana de Jamundí para entregar el resto de la plata. Hacia el mediodía, la familia recibió la confirmación de las disidencias para que fueran por el niño al mismo lugar donde siempre lo tuvieron privado de la libertad: la lujosa finca del corregimiento Ampudia. La encargada de esa misión fue una prima de Angie Bonilla, quien pidió el acompañamiento de la Defensoría del Pueblo y la Cruz Roja. Estos dos últimos organismos nunca se enteraron de la negociación paralela de la familia.

Una vida ostentosa y el exilio
Tanto el padrastro como la mamá de Lyan acostumbraban a mostrar en sus redes una ostentosa vida. La mujer, por ejemplo, se hacía llamar Barbie Vanessa y presumía de cadenas de oro, que pueden superar los 300 millones de pesos cada una, y diamantes. En un video enseñó una colección de más de 50 piezas. Ambos son propietarios de una exclusiva joyería en la que, a juzgar por los videos en TikTok, se manejaban millonarias transacciones en efectivo.
Barbie Vanessa paseaba por Jamundí en un lujoso carro BMW convertible rosado, inspirado en la muñeca de Mattel. Esa vida jactanciosa y la negación a las autoridades para inspeccionar la lujosa mansión en búsqueda de pruebas de los agresores despertaron más sospechas y por eso varias entidades decidieron retirarse de la mesa técnica que abogaba por la liberación del niño.
Luego del retorno del menor, SEMANA conoció que la familia salió de Cali el jueves en la noche después del asesinato de Cuadros, primo del padrastro de Lyan. También, Barbie eliminó todo en sus redes y no asistieron al velorio del hombre que los ayudó con el rescate.