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Las rutas del terror: así llegan los explosivos a las disidencias en el suroccidente colombiano

SEMANA conoció detalles de cómo actúan los ilegales en esta zona de Colombia. El Ejército no baja la guardia con sus operaciones.

Gabriel Salazar López

Gabriel Salazar López

Periodista Semana

5 de mayo de 2025, 11:06 a. m.
Los explosivos encontrados por el Ejército pretendían ser activados para generar zozobra entre la población del centro del departamento del Valle del Cauca.
Las autoridades les hacen frente a estos hechos en el suroccidente de Colombia. | Foto: Ejército Nacional

En las montañas espesas del suroccidente colombiano, donde la geografía favorece la clandestinidad, se está librando una guerra silenciosa pero devastadora.

Las disidencias de las Farc han perfeccionado un engranaje criminal que convierte el Valle del Cauca, Cauca y Nariño en epicentros de ataques con explosivos, minas antipersonal y atentados dirigidos contra las tropas del Ejército Nacional y la población civil.

SEMANA conoció información reservada de la inteligencia militar de cómo este grupo armado ilegal consigue los materiales explosivos que les permiten sembrar el terror entre las comunidades.

Según fuentes de la inteligencia, los artefactos explosivos improvisados (AEI) llegan al suroccidente por una combinación de contrabando internacional, redes de distribución internas y fabricación artesanal.

En la frontera con Ecuador, especialmente en el departamento de Nariño, se trafican insumos como dinamita y Anfo (mezcla de nitrato de amonio y combustible) con relativa facilidad.

“El control es menor en el lado ecuatoriano, lo que facilita el paso de estos materiales por trochas y rutas fluviales como el río Patía”, advirtió la fuente consultada por este medio.

Militares, soldados, arma
Soldados hacen operativos para evitar ataques con explosivos. | Foto: Álvaro Tavera

Estas rutas clandestinas son conocidas por las disidencias como las palmas de sus manos. A través de pasos ilegales, muchas veces custodiados por comunidades cooptadas o amenazadas, se introducen los materiales que posteriormente son transportados a puntos estratégicos en Cauca y Valle del Cauca. Allí, explosivistas formados dentro de las mismas estructuras armadas se encargan de fabricar los dispositivos.

Pero el problema va más allá del tráfico de insumos. La inteligencia ha identificado la existencia de escuelas de explosivistas, algunas de ellas operadas por alias Rayo en la zona de Huisito, Cauca, donde menores de edad reciben formación en la manipulación de explosivos.

“Estamos viendo niños que saben instalar una mina antipersonal o programar un dron con carga explosiva”, agregó.

En El Tambo, la figura de alias Karina resalta como una de las explosivistas más temidas. Proveniente de Palmira, su experticia ha sido clave para la elaboración de artefactos que han sido utilizados en ataques recientes contra convoyes militares.

Su nombre aparece vinculado a acciones terroristas de alta precisión, con artefactos instalados en carreteras o lanzados desde drones contra puestos de control. Fue capturada por el Ejército en medio de una de estas operaciones en contra de las disidencias.

Además, las disidencias no solo se limitan al contrabando internacional, también han establecido nexos con redes criminales en departamentos como Putumayo y Antioquia, desde donde se les distribuyen componentes y materiales en el mercado negro.

“Se han detectado camiones que transportan fertilizantes en compartimientos ocultos, y bodegas clandestinas donde se almacena pólvora usada en pirotecnia ilegal para luego ser convertida en parte de los AEI”, explica un documento confidencial del Ejército.

La ecuación es sencilla y perversa: la fabricación artesanal de explosivos no requiere grandes inversiones y sus resultados son devastadores. Un simple saco de fertilizante, combinado con pólvora y una mecha, puede convertirse en una trampa mortal enterrada en una carretera o cargada a un dron. Y eso lo saben bien las estructuras que operan en esta zona.

Así se libra hoy la guerra en las montañas del sur del país: con explosivos que cruzan fronteras sin ser detectados, con niños convertidos en operados de explosivos, y con estructuras que entienden que el terror es más efectivo cuando se activa a control remoto.

Minas antipersonales halladas en el departamento del Meta.
Minas antipersonales. | Foto: Suministrada a SEMANA.

Unas cifras

De los 38 militares que han sido asesinados este 2025 en Colombia, hay un dato que es escalofriante: 13 han perdido la vida al pisar Artefactos Explosivos Improvisados (AEI) o minas antipersonal.

La cifra es aún más aterradora cuando se ven los números de los militares heridos por esos artefactos, que ya son 80.

El caso más reciente sucedió este 1 de mayo. Un grupo de reconocimiento del Ejército Nacional patrullaba en la zona boscosa de la vereda Las Brisas, en el municipio de Lourdes, en Norte de Santander, cuando se escuchó un grito desgarrador.

Un soldado profesional, identificado como Ober Batioja, cayó en un campo minado. De inmediato, sus compañeros pidieron apoyo médico para que fuera evacuado de la zona.

Una patrulla aeromédica del Ejército lo trasladó a Bogotá, donde fue informado de su doloroso presente: perdió la pierna izquierda.

La noticia tomó por sorpresa incluso al alcalde de Lourdes, Andrés Camilo Pedraza, quien solo había escuchado de los campesinos que en la vereda Las Brisas habían sobrevolado unos helicópteros militares.

“Es la primera vez que escuchamos eso. Es un tema grave, debemos hacer un consejo de seguridad para tomar medidas. Las brisas es frontera con Sardinata y Villa Caro, es límite con Catatumbo parte baja”, dijo.

En esa zona de Lourdes, según las autoridades, hay presencia de hombres del ELN. Serían ellos los responsables de haber asesinado al patrullero de la Policía Andrés David Padilla Mejía el Sábado Santo.

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