Justicia
Esta es la historia secreta del asesinato del esmeraldero ‘Pedro Aguilar’: testigos que no declaran, su ropa desapareció y se busca al criminal que apuntó desde la montaña
SEMANA conoció detalles de la investigación tras el asesinato del zar de las esmeraldas en el norte de Bogotá. Testigos que no declaran, pruebas que desaparecen y una versión de película, con un supuesto francotirador como protagonista.
No hay registros de un asesinato en Bogotá cuyo perpetrador se haya camuflado en los cerros, a larga distancia, para llevar a cabo un crimen de película. Los reportes preliminares del homicidio del esmeraldero Juan Sebastián Aguilar, conocido como Pedro Aguilar, trascendieron muy rápido. En minutos, el grupo de escoltas advirtió a la Policía y a los agentes del Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) que el autor del crimen estaba a unos 200 metros, escondido en el bosque. Un comando asesino con fusil de asalto habría sido el autor.
Sin embargo, los primeros hallazgos de los investigadores abren dudas sobre las versiones que surgieron, como si se tratara del tráiler de una película de acción. La Fiscalía recuperó los videos de seguridad y arrancó con los análisis de balística para determinar el tipo de arma que se usó, pero algunos testigos se negaron a declarar y algunas pruebas desaparecieron. El caso se empezó a enredar.
En sus 52 años de vida, el esmeraldero estaba acostumbrado al peligro. Lo vivió como jefe de seguridad del zar de las esmeraldas Víctor Carranza y lo sufrió en su mejor momento como esmeraldero independiente. Hace un año lo intentaron matar, también en Bogotá, y este miércoles 7 de agosto completaron la misión asesina. Un proyectil le atravesó el pecho y la espalda.
El dictamen de Medicina Legal concluyó que fue una muerte violenta, tipo homicidio, y con el impacto de arma de fuego como principal causa, sin rastros o huellas que plantearan que el disparo fue a corta distancia, aunque llamaron la atención la velocidad y la fuerza. Tanto fue así que, después de golpear un muro en la entrada de la vivienda, literalmente atravesó al esmeraldero y terminó contra un espejo ubicado en la sala de la víctima.
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El proyectil que mató a Aguilar quedó en el suelo como prueba del crimen. Los investigadores lo recuperaron y lo llevaron a los laboratorios de balística, donde esperan cotejarlo con los rastros en el cuerpo de la víctima y el impacto en la pared.
Fue un solo disparo, fulminante, el que acabó con la vida del esmeraldero. Pero la historia aún está por escribirse y ese mismo proyectil podría cambiar la hipótesis del asesinato. En las últimas horas, y gracias a las investigaciones, el CTI descubrió que en la zona donde se supone que se ubicó el tirador dejaron abandonada una estera militar, una especie de tapete que habrían utilizado, junto con un improvisado trípode en madera como plataforma para identificar a la víctima y lanzar el ataque. La estera y la fijación fotográfica con el trípode serán objeto de los análisis forenses.
Con el estudio de balística se podrá establecer la distancia del disparo y el tipo de arma, aunque preliminarmente se confirmó el calibre. Al parecer, una bala 9 milímetros quedó como prueba del asesinato, ahora falta identificar el arma de donde salió. Los reportes iniciales señalaban que se usó un fusil, pero esa hipótesis se desmorona con los resultados forenses. Sin embargo, es claro que quien cometió el crimen era un hombre entrenado, y no era para menos, la escolta del esmeraldero era muy nutrida.
El problema, según conoció SEMANA, es que varios de los testigos, incluso presenciales del asesinato y hasta familiares, se negaron a entregar declaraciones a los investigadores. Su versión era crucial para avanzar en el proceso, pero en lugar de colaborar con la administración de justicia, tomaron la determinación de cerrar las puertas y hacer más complicado el trabajo de los investigadores. El temor los invade.
Sumado a la negativa de entregar información, los investigadores establecieron que la ropa que tenía el esmeraldero en el momento de su muerte desapareció en el trayecto entre su casa, la escena del crimen y el hospital, donde trataron de salvarle la vida. La ropa, al igual que las declaraciones, es fundamental para conocer detalles del homicidio, rastros forenses que revelarían la verdad. El crimen ocurrió el pasado 7 de agosto, hacia las 5:35 de la tarde. La víctima salía de su casa en el exclusivo conjunto residencial Bosques de Márquez, donde vivía con su esposa hace menos de un mes. Estaban estrenando casa, buscaron un sacerdote para realizar una eucaristía y bendecir el nuevo hogar.
Fue al término de la misa y mientras el esmeraldero despedía al religioso que el disparo golpeó un muro en la entrada de la casa, atravesó la puerta, luego el cuerpo del esmeraldero y finalmente paró en el espejo, para quedar en el suelo completamente destruido. Ese recorrido de la bala explicaría el poder del arma y la munición.
Un informe que conoció SEMANA explica en detalle el crimen y cómo las versiones iniciales, contrastadas con las evidencias forenses, no coinciden o abren nuevos escenarios de investigación, que descartan al supuesto francotirador y reescriben otras hipótesis de un enemigo interno. Alguien cercano a Aguilar facilitó o incluso perpetró el asesinato.
Fuentes del proceso revelaron que el jefe de escoltas fue el encargado de llevar al esmeraldero hasta un hospital luego de que en el suelo, tras el impacto, fue auxiliado por su esposa. El disparo pasó, de acuerdo con las declaraciones de los escoltas, muy cerca del sacerdote, que ahora también se convirtió en testigo de los hechos, al igual que la empleada de servicio de la víctima.
Sin embargo, las pruebas recaudadas, las dudas respecto de las declaraciones, la desaparición de la ropa y el análisis de balística podrían cambiar la ruta de la investigación. No está confirmado que el asesino sea un francotirador, pues el disparo no fue efectivo, pegó primero en una pared, antes de atravesar el pecho del esmeraldero. Una suerte de tragedia que le ayudó al asesino y que condenó a la víctima.
De confirmarse la hipótesis de un tirador desde la zona boscosa cerca a la casa del esmeraldero, se considera que el asesino habría estado por varias horas en el sitio, esperando el momento exacto y oportuno para el disparo. Sin embargo, los investigadores no descartan que la información con los movimientos de la víctima salió de la propia vivienda y el tirador se pudo anticipar a la salida del esmeraldero. Es decir, habría un cómplice que avisaba los movimientos de Pedro Aguilar.
Los resultados forenses permitirán avanzar en la investigación. El dictamen preliminar de Medicina Legal al cuerpo del esmeraldero también revelará la evidencia que se necesita para continuar con el proceso. El CTI realizará la reconstrucción de los hechos, con el hallazgo de la estera y el trípode que, supuestamente, sirvió como soporte para apuntar, con precisión, el arma de fuego.
Las fuentes consultadas por SEMANA no se atreven a asegurar que un francotirador sea protagonista del homicidio. Son varios los elementos que requieren de un análisis más detallado y muchas las dudas que dejan quienes no quisieron declarar, además de los elementos de prueba desaparecidos. Lo único claro es que fue un asesinato planeado de forma milimétrica, aprovechando que Aguilar solo llevaba unas semanas en su nueva vivienda.