Justicia
La historia secreta del peligroso Satanás que llegó a construir su infierno en Bogotá: arrancó como ladronzuelo, exterminó a sus rivales e impuso su ley
SEMANA revela la historia de este peligroso criminal que arrancó robando celulares y logró forjar un imperio criminal con un ejército de delincuentes. La Policía lo tuvo detenido, pero lo dejaron volar.
En la historia criminal que escribe José Manuel Vera Sulbarán, también conocido como Satanás, las autoridades colombianas tuvieron la oportunidad de poner punto final, pero la desaprovecharon. A pesar de ser inicialmente un ladrón de celulares y bicicletas de poca monta, quien fue arrestado hace tres años, lo dejaron escapar, lo que desencadenó así el caos en la ciudad de Bogotá.
Alias Satanás llegó a Colombia en 2016, procedente de Venezuela. Conformó un ejército de sicarios discípulos de Malverde, un bandolero mexicano, “santo” criminal de narcotraficantes, a quien le ofrecen sacrificios humanos como prueba de fidelidad. El imperio de Satanás se extendió por más de diez localidades en Bogotá e incluso aterrizó en los Estados Unidos.
Junto a su hermano, alias Satanás se consagró como un peligroso ladrón en el barrio Bellavista, de la localidad de Kennedy, la misma que convirtió en el punto de partida de su infierno. Se acercó, investigó y asesinó a los cabecillas de organizaciones rivales. En menos de seis años, decapitando a sus enemigos, se apoderó del tráfico de estupefacientes.
SEMANA conoció la cronología criminal de este asesino. Un perfil incrustado en los expedientes que cursan en su contra por torturas, asesinatos, secuestros y extorsiones. Los investigadores advierten que alias Satanás se hizo millonario y en la cárcel continúa su carrera criminal.
Tendencias
La cabeza de Rony
Los hermanos Vera Sulbarán, de nacionalidad venezolana, llegaron hace ocho años a Bogotá, huyendo de la justicia de su país y con la determinación de construir lo que en el estado Zulia no lograron: una rentable organización criminal encargada de sembrar terror. En Bogotá empezaron como atracadores callejeros, implementando métodos brutales y sádicos. Recordando su adolescencia criminal en Venezuela, pidieron pista en una organización enquistada en la localidad de Kennedy. Primero como sicarios y luego como traficantes.
En el sector de la 38 todos los delincuentes vieron o escucharon la historia de la “cabeza de Rony”. Un episodio que cuenta cómo alias Satanás y su hermano se encontraron con un integrante de los Costeños, lo asesinaron y decapitaron. Luego, dicho por otros integrantes de la organización criminal, caminaron con la cabeza exponiéndola como un trofeo por media cuadra.
“El propósito era provocar terror, intimidar a los dueños de otras líneas, querían hacerse notar, que supieran que estaban ahí; aprovecharon que Rony se metió en la zona y le cobraron el atrevimiento”, señaló un testigo de la Fiscalía que entregó detalles que sirvieron en la judicialización de alias Satanás. Un año después tenían el control en el sector de El Amparo, en las inmediaciones de la central de Abastos, y desplazó a quienes en su momento le dieron la oportunidad de convertirse en traficante.
Ejército propio
Alias Satanás estuvo detenido en la URI de Puente Aranda por más de un año. “Era flaco, pequeño, sabían que era un sicario, pero pasaba desapercibido”, dijo el testigo a la Fiscalía.
Sin embargo, en 2021, en medio de la refriega de un motín, se fugó. Los reportes de la Policía advertían que un grupo de delincuentes menores escapó por el shut de la basura. En ese momento no calcularon la gravedad de la fuga, el demonio regresó a El Amparo.
Mientras estuvo en la URI, alias Satanás logró concretar alianzas criminales con cabecillas de otras organizaciones como los Meliani, también del estado Zulia, que le prometieron armas, estupefacientes y repartirse la ciudad. Todos cumplieron. Los Meliani entregaron las herramientas y Satanás, los muertos.
La ayuda criminal incluyó un grupo de sicarios ‘importados’ de Venezuela, entre ellos alias Gocho, recientemente capturado por la Policía en Medellín y jefe de sicarios de Satanás. Todos se encargaron de liderar una asonada asesina contra otros traficantes. Fue entonces cuando Bogotá se espantó con los cuerpos embolsados y desmembrados, que la entonces alcaldesa Claudia López se empeñó en negar, pero no en combatir, dejando la ciudad sumida en el crimen.
“Mientras Satanás estuvo capturado, los Costeños recuperaron el sector de El Amparo (...) cuando regresa Satanás, empieza a matarlos. Compró armas en Cartagena, que llegaban en repuestos para carros; trajo sicarios de Venezuela para montar un ejército con Gocho, Cachorro, Culón, Christopher, Guajiro y Zancudo”, explicó el testigo sobre el naciente ‘brazo armado’ de alias Satanás. La ola de violencia funcionó y el ejército de Satanás logró expandirse.
Llegó a las localidades de Bosa, Fontibón, Santa Fe, Los Mártires y Suba, enfrentándose a grupos criminales como los Camilo, los Paisas y los Boyacos, a todos los desplazó a sangre y fuego, mientras implantó en su menú criminal las extorsiones.
Los sacrificios
Testigos le contaron a la Fiscalía de qué manera los “soldados” que querían sumarse al ejército de Satanás debían cumplir con un macabro ritual de ingreso. “Para llegar a la organización hay que llevar un habitante de calle y apuñalarlo en cruz en la casa Torcoroma (…), pero antes hay que rezarle a Malverde, patrón de los bandidos. Se le ponen velas negras, ocho heridas para dolor, otras ocho para que hable y cuatro más para matar”.
El ritual era la prueba para demostrar la frialdad de los asesinos. La banda de Satanás logró desplazar a todos los habitantes de una calle cerrada en las inmediaciones de Abastos. Ahí estaba la misma casa que fue bautizada como Torcoroma, donde se hicieron los sacrificios y ofrendas a Jesús Malverde, el ‘santo’, que en México es venerado por delincuentes y a quien le confían sus actividades criminales. “Una vela roja cuando va a sicariar, vela negra cuando está matando, una manzana verde y una berenjena para agradecer”, dijo el testigo. En la misma casa torturaban, secuestraban y asesinaban.
Ahí arrancaba la vida criminal para algunos integrantes de la banda y terminaba para los enemigos de la organización. La casa fue recuperada en operativos de la Fiscalía y la Policía, pero los dueños no regresaron, saben que Satanás se siente en el sector. Junto a la casa Torcoroma, otra más fue bautizada como Tocuyito. Una sede de finanzas donde guardaban estupefacientes, dinero y armas. Allí estaban los hombres de más confianza, los mismos que terminaron capturados cuando la Fiscalía lanzó una operación que incluso obligó a Satanás a buscar un escondite en Ecuador, donde fue recapturado.
Las mujeres de Satanás
Como parte de la estrategia criminal de Satanás, principalmente de la extorsión, más de 30 mujeres venezolanas llegaron a Bogotá. Eran las encargadas de hacer “inteligencia”, buscar trabajo en supermercados, bares o cualquier negocio susceptible de extorsión. Las mujeres buscaban información, recogían datos, seguían a los dueños, incluso, de ser necesario, seducían a las futuras víctimas.
Así lograron conocer en detalle los movimientos, la vida personal de los extorsionados, quienes no tenían forma de ocultarse, solo pagar. “El 18 de enero de 2022 empiezan las extorsiones, una llamada, un mensaje, un disparo y un muerto. Primero con supermercados, luego asaderos, después panaderías, ellas se encargaban de decir a quién extorsionar, conocían todo de las víctimas”, explicó el testigo. Mientras alias Satanás estaba en Ecuador, otro criminal de su confianza que huyó de Venezuela lo acompañó.
Alias Maracucho llegó con la misión de servir de mensajero y compartir las órdenes del cabecilla. No le creyeron y asesinó a un traficante. Su nombre y su foto se conocieron, por eso tomó camino a los Estados Unidos con nueve delincuentes más, convencidos de implantar las extorsiones en Texas. Allá fue capturado, pero el resto de criminales sigue en las calles de ese país, mientras Satanás desde la cárcel, dice el testigo, mantiene el control de las extorsiones a través de alias Moisés, otro delincuente venezolano.