Judicial
Perturbador testimonio de un gota a gota arrepentido: así cuenta cómo golpeaba, amenazaba y “retacaba” a los morosos. Exclusivo
SEMANA tuvo acceso a un expediente en poder de la Fiscalía contra una organización criminal dedicada a los préstamos gota a gota. Un exmiembro de la organización contó la brutalidad con la que actúan.
Ubicar como fuera a esos clientes y golpearlos, inclusive ubicar sus casas y sacarles todas sus pertenencias para pagarse con eso”. Esa es parte de la confesión de un cobrador gota a gota arrepentido que se convirtió en la matriz de una investigación de la Fiscalía que, en el Eje Cafetero y el norte del Valle, permitió desmembrar un infierno con demonios que se mueven en moto y dictan sentencias con base en sus libretas de apuntes.
El hombre, después de varios meses de trabajar para una organización criminal dedicada a los préstamos gota a gota, agarró su moto y huyó del país. Pero antes soltó todo lo que sabía de este negocio de préstamos ilegales. La historia reveló cómo contratan, entrenan y eliminan a sus cobradores, esos que aparecen en videos mientras amenazan a los excluidos del sistema financiero, víctimas de los agiotistas armados, los gota a gota.
SEMANA conoció el expediente de este caso, con las declaraciones, los audios y los documentos que se convirtieron en la evidencia de un proceso que dejó respirar a una comunidad sumergida en el miedo, sometida por una banda de delincuentes disfrazados de salvación económica pero al desproporcionado 25 por ciento de interés. En esa carpeta está la confesión de un cobrador con cargo de conciencia, que se convirtió en el testigo estrella de la Fiscalía.
El gota a gota contó cómo llegó a la empresa criminal, las instrucciones, el listado de “clientes” asignados, las rutas, la forma en que hacían los préstamos, también de cobrarlos, el libreto para amenazar, el entrenamiento para atacar y lo que podría pasar en caso de llenarse de morosos. Cuando se arrepintió, su vida quedó en una letra de cambio firmada en blanco.
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La incorporación
El gota a gota arrepentido aprovechó su declaración con la Fiscalía para exorcizar sus pecados, su participación en una empresa criminal que atacó a madres cabeza de hogar, vendedores ambulantes y abuelos sin la posibilidad de acudir a un banco para obtener un crédito. Dijo que llegó a la organización criminal gracias a una oferta de trabajo que difundieron motociclistas en Pereira. El requisito principal para llegar a la nómina de la “empresa” era tener moto. Lo demás incluía antecedentes criminales, armas ilegales y, curiosamente, habilidades comerciales. Sin embargo, la sangre fría para el crimen se convirtió en el perfil del empleado del mes.
“Todos los días me iban a entregar un dinero base para trabajar, el cual oscila entre 300.000 a 400.000 pesos para entregarles a nuevos clientes, ya que la orden de la empresa era que todos los días tocaba conseguir dos clientes y comprometerlos con la empresa. Yo les digo a estas personas que necesitaba el trabajo, y ellos me iban indicando cómo se trabajaba; también me dan a conocer que todos los días se hacían dos reuniones”, dijo el testigo a la Fiscalía.
La orden para los nuevos integrantes del cobro gota a gota era buscar más clientes, víctimas de los préstamos con intereses abusivos. Es allí donde, además de la moto y la mirada de sicario, resultó necesario tener cierta habilidad comercial, convencer a las personas más humildes de adquirir los préstamos que empezaban a pagar 24 horas después de firmar letras de cambio en blanco.
“Les pregunto por qué se hacía firmar la letra en blanco. Estas personas se ríen y me dicen que en caso que la gente no pagara, le ponían el valor que ellos quisieran y los empezaban a apretar para el pago de la obligación”, advirtió el criminal arrepentido, mientras explicaba cómo funcionaba el lucrativo negocio de prestar y amenazar.
El entrenamiento
La orden era precisa, según el gota a gota: el que no pague se “aprieta”. La instrucción para los cobradores tenía una cronología: un primer aviso, una llamada con advertencia; otra amenaza, con una visita en moto y, finalmente, el llamado “retaque”. Todos los días los cobradores sostenían reuniones con los cabecillas de la organización, en una casa que se convirtió en el centro de operaciones. De las reuniones salía el listado de víctimas que conocerían la crueldad de esta banda de cobardes en moto.
Los gota a gota entregaban los nombres y direcciones de clientes que estaban en mora con la organización. De acuerdo con el monto y el tiempo de mora, se definía la estrategia de cobro, que en ocasiones incluyó a un ejército de motorizados recorriendo las calles buscando a la víctima.
“Debían salir todos en sus motocicletas a visitar los clientes morosos. Es así que nos íbamos todos los 25 antes citados, como cobradores y llegábamos hasta las viviendas o sitios de trabajo de los clientes, los cuales eran abordados y golpeados para que se pusieran al día”, explicó en su declaración que se convirtió en una especie de confesión del testigo.
Cuando las llamadas, las amenazas y las visitas no daban resultado, el paso siguiente, de acuerdo con la instrucción que recibían los gota a gota, era el “retaque”, una violenta práctica que dejaban para los clientes más necesitados y humildes.
Los cobradores se reunían, organizaban y ejecutaban un ataque directo que, de simples prestamistas, los convertía en criminales resueltos a causar daño de la forma más brutal. “Son los encargados de llamar a la gente que no paga, (clientes) a estos los amenazan de muerte si no pagan los dineros en los cuales se atrasan y también los mandan golpear, como lo dije anteriormente. Todo eso me tocó vivirlo, ver esas situaciones que se presentaban con los clientes y los maltratos a los cuales eran sometidos”, señala el testimonio que conoció SEMANA.
Sale pero muerto
La organización criminal tenía ínfulas de red mafiosa. El que entra solo sale muerto o con una letra de cambio firmada en blanco. El gota a gota arrepentido fue testigo de cómo algunos cobradores que acumulaban clientes morosos eran obligados a pagar las obligaciones, con intereses superiores, que básicamente los dejaba como esclavos.
Cuando el ahora testigo tomó la decisión de dejar a su empleador, vivió la venganza, la violenta reacción. Sus jefes lo citaron a la casa donde se planeaban los ataques y terminó secuestrado por casi tres días mientras le advertían que él y su familia tenían las horas contadas. El salvavidas era firmar la letra de cambio, por una supuesta deuda.
“Ellos me dan a conocer que se habían ido a revisar la ruta que yo tenía y que detectaron que varios clientes se habían volado sin pagar sus créditos y que, por tal motivo, yo también debía pagar esos dineros. Les digo que estaban equivocados, que no iba a pagar ese dinero. Después de esto, me dejaron amarrado sobre la cama y allí pasé la noche”, dijo el testigo que logró recuperar su libertad después de que su familia pagó dos millones de pesos.
El gota a gota quedó comprometido a pagar una “indemnización” a la empresa criminal, por dejarla sin previo aviso. Firmó las letras de cambio, alcanzó a pagar dos, pero después huyó para convertirse en testigo a distancia de la Fiscalía. Su relato se convirtió en la radiografía de lo que padecen diariamente miles de personas que no encuentran más salidas para sus deudas que estos costosos préstamos que se llevan su capital, su tranquilidad y hasta sus vidas.