INFRAESTRUCTURA
La universidad es el laboratorio
Con esta idea, la Pontificia Universidad Javeriana cumple una década transformando su campus para responder a las necesidades del país y formar profesionales que cuiden a los otros.
“En la última década no se ha construido una sola aula tradicional”, afirma, orgullosa, Catalina Martínez, vicerrectora administrativa de la Pontificia Universidad Javeriana, en Bogotá. Y aunque parezca contradictorio, esta decisión permitió unir, por ejemplo, a estudiantes de diferentes disciplinas: ingeniería, arquitectura y diseño para desarrollar un proyecto que dota a recicladores con carretas más cómodas y equipadas con un sensor conectado a internet. ¿Cómo? Gracias a los nuevos ambientes que la institución desarrolla y promueve desde hace una década.
En 2019, en efecto, la universidad completó diez años transformando sus espacios académicos para construir un campus vivo, cambiante y lúdico, que sirve como un inmenso laboratorio para sus 23.000 estudiantes. “Poco a poco estamos desmontando los tableros para convertir las aulas en ambientes colaborativos y de innovación”, sostiene Luis David Prieto, vicerrector académico de la institución. “Esta es la visión de la universidad que queremos: integral e integradora, que aprende y se reinventa. Con un campus que es, en sí mismo, un instrumento pedagógico y un mecanismo de integración social”, añade.
Por eso, la institución tomó la decisión de abandonar los planes de desarrollo de cuatro años y se apuntó a imaginar su futuro a dos décadas: así nació el Plan Maestro de Desarrollo con el que buscan fomentar una educación más amplia, ética y con propósito social.
El buen vecino
El Plan Maestro fue diseñado a partir de un Taller de Visiones en el que se le pedía a toda la comunidad (estudiantil, docente, administrativa y hasta vecinos del sector) imaginar cómo era la Javeriana que querían. A partir de estas sugerencias y necesidades surgieron varias visiones de desarrollo que se plantearon en un segundo taller. “Lo más lindo de estas propuestas es que no quedó ninguna, sino una nueva que elaboramos en conjunto”, aclara Javier Forero, director de Recursos Físicos.
Sin embargo, llegar al consenso fue uno de los mayores retos a los que se enfrentaron, pues el Plan debía entender las necesidades dispares de, por ejemplo, un filósofo y un biólogo. “No es solo hacer edificios y calles, sino definir qué hacemos con la infraestructura para atender unas necesidades claras, como pasar de seis a nueve metros cuadrados por cada estudiante”, explica Forero. “Nuestra meta era crear una infraestructura que fomente nuevas dinámicas en la universidad, como el trabajo colaborativo y la innovación”, agrega.
A estas necesidades se suma la ubicación privilegiada de la universidad en pleno centro de Bogotá, donde es necesario integrarse al crecimiento de la ciudad, mejorar su ordenamiento y fomentar la construcción de ciudadanía. Por esta razón, la institución decidió que el campus permanecería abierto a todo el país, para evitar convertirlo en una burbuja ajena a la realidad nacional y, de paso, permitir que todos los ciudadanos aprovechen sus espacios.
El Plan Maestro de Desarrollo de la Pontificia Universidad Javeriana es una hoja de ruta y el vehículo para que el claustro se desarrolle plenamente. “Plantear estas estrategias –explica Prieto–, fomenta una pregunta base y una guía para todo el proceso: ¿Qué infraestructura queremos y para cuál universidad? Tenemos muy claro que la Javeriana debe cumplir con la función social que tienen las instituciones de educación superior: transformar desde lo que nos es propio”. Esto significa, también, erigir un campus que fomente la docencia, la investigación y la extensión, entendida como vocación de servicio para solucionar problemas reales.
Lo anterior implica, según Prieto, la constante revisión de tres ejes fundamentales: el análisis de los contextos mundiales, la colaboración con otras instituciones y el diálogo. Así, la Javeriana puede responder a paradigmas modernos como la explosión demográfica o el cambio climático, problemáticas para las que es necesario revisar cómo están actuando otras universidades referentes como Georgetown, Standford y Georgia Tech. “Frente a los grandes desafíos que tenemos, tratar de que una universidad crezca sola no es una estrategia ganadora”, explica Prieto.
La estrategia que sí es ganadora, según Catalina Martínez, y que ahora hace parte del ADN de la universidad, es “el cuidado de la casa común”, como lo expresó el papa Francisco en su Encíclica de 2015, ‘Laudato si’. “La universidad se apropió de este texto en todos sus ámbitos. Allí dice que, si somos ambientalmente sostenibles, seremos socialmente sustentables. Por eso, todo lo que hacemos busca que seamos más útiles a la sociedad”, sostiene la vicerrectora administrativa de la universidad.
Del dicho al hecho
El Plan Maestro fue pensado en tres fases y, actualmente, se encuentra al final de la segunda. El proyecto de reubicación del Hospital San Ignacio, así como el naciente edificio de ciencias, serán las grandes obras de la última etapa. Pero sus resultados ya son visibles no solo por construcciones nuevas, como el edificio Jorge Hoyos, sino por una política ecológica y ambiental transversal que estructuró la universidad en 2015 y fomentó que todo el desarrollo de infraestructura se haga bajo modelos de consumo responsable de energía y agua. Así, por ejemplo, el agua del campo de fútbol se recupera y se incorpora al sistema de riego y limpieza.
El barco insignia del avance del plan es el nuevo edificio de Ingeniería, que está a punto de terminar su construcción y que reúne todas las visiones de lo que aspira a ser la Javeriana. No solo tendrá 94 espacios de trabajo colaborativo y de investigación, sino que la obra es un laboratorio que puede, por ejemplo, simular sismos. El edificio y su equipamiento tienen un costo de 60 millones de dólares, también cuenta con sismógrafos en sus cimientos que pueden predecir terremotos por milésimas de segundo y hacer ensayos con construcciones de hasta tres pisos a escala real. La estructura sirve como ambiente permanente de enseñanza y aprendizaje para las diferentes áreas de la ingeniería.
Este nuevo espacio cuenta, también, con certificación Edge por sustentabilidad que otorga el IFC, del Banco Mundial, reconocimiento que ya tiene el edificio Gerardo Arango S.J., de la Facultad de Artes.
“La Javeriana tiene como centro el ser humano”, señala Martínez. Y asegura que esta visión de universidad tiene como base una profunda creencia jesuita: la ética del cuidado, que vela siempre por hacerles la vida rica y amable a los demás, incluso con obras de infraestructura. “Esto nos hace pensar siempre en construir las cosas para que el otro esté bien”, aclara.
Sin embargo, la Pontificia Universidad Javeriana sabe que su mejor obra siempre serán los profesionales, destacados por sus competencias humanas y de transformación innovadora, para que puedan responder la pregunta central de la encíclica ‘Laudato si’: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a los niños que están creciendo?”.