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Colombia saca la cara por los palmeros del mundo
A pesar de la mala fama que afecta al cultivo y a la producción de aceite de palma africana en el mundo, el país trabaja para que sea posible generar desarrollo en el campo siendo amigable con el medioambiente e incluso conservando la biodiversidad.
El mercado del aceite de palma se enfrenta a una difícil situación reputacional en el mundo. Campañas digitales que hablan del impacto ambiental del cultivo en algunos países asiáticos, cabildeo en el parlamento europeo para exigir su prohibición y hasta una app para identificar los alimentos que lo usan como insumo, son algunas de las estrategias mediante las cuales organizaciones ambientalistas buscan desestimular el consumo de esta materia prima.
“Para nadie es un secreto que la palmicultura ha sido cuestionada en los últimos años por algunas organizaciones no gubernamentales, que con base en la experiencia de otros países, la han visto como una amenaza para la diversidad biológica de los lugares donde se establece”, da a conocer Jens Mesa Dishington, presidente ejecutivo de Fedepalma. Esta fama no es gratuita. En Malasia e Indonesia, por ejemplo, la implantación de este cultivo significó una catástrofe ambiental. En este último país, según la ONG Greenpeace, en la pasada década se derribaron 1,5 millones de hectáreas de bosques y selvas a costa de la palma africana.
Esta destrucción es hoy una de las principales razones que alientan las campañas internacionales para eliminar el uso del aceite de palma. Sin embargo, en Colombia la expansión del cultivo de palma de aceite ha recorrido un camino completamente diferente. Las 500.000 hectáreas que están sembradas en la actualidad, que convierten al país en el cuarto productor mundial y el primero de Latinoamérica, no son producto de la deforestación. Es más, el impacto en este sentido ha sido mínimo.
Esta tesis es respaldada por dos estudios académicos de 2016, elaborados en las universidades de Puerto Rico y de Duke en Estados Unidos, que indican que en Colombia no hay una relación entre la expansión de la palma aceitera y la desaparición de los bosques vírgenes del país. Si bien los resultados de dichas investigaciones no son concluyentes, sí proveen serios indicios de que en Colombia la consolidación de esta agroindustria no ha sido una consecuencia de la depredación de sus ecosistemas.
Con todo, las preocupaciones ambientales no se reducen únicamente a la deforestación. En el segundo país más biodiverso del mundo, la variedad y el equilibrio biológico se pueden ver afectados por el establecimiento de grandes superficies sembradas con palma de aceite. Esto no solo se evidencia con la desaparición o el desplazamiento de especies animales y vegetales, sino, como explica el ex ministro de Ambiente Manuel Rodríguez, con la generación de nuevos tipos de plagas acentuadas por el uso de pesticidas y por la extensión de los monocultivos.
Advertidos sobre ese riesgo, el Instituto Humboldt, WWF Colombia, Fedepalma y Cenipalma, formularon e iniciaron la implementación desde 2012 del proyecto “Paisaje Palmero Biodiverso”, una iniciativa financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), con recursos del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF). Se trata de una apuesta para materializar el compromiso del país con el desarrollo de una agroindustria sostenible, capaz de cerrar brechas ambientales y de diferenciarse de otros sectores y países productores de aceite de palma. El propósito es crear una ruta de navegación clara para incorporar variables ambientales en la planificación de los cultivos e implementar prácticas agroecológicas que protejan la biodiversidad y a la vez contribuyan al aumento de la productividad.
El proyecto ejecuta acciones en tres escalas de intervención, en los departamentos de Magdalena y Meta. En la primera, de carácter regional, se diseña una herramienta que brinda información ambiental estratégica para orientar la planificación de los nuevos cultivos o la expansión de los existentes. Con ello, se busca prevenir el impacto que generaría el establecimiento de cultivos de palma de aceite en ecosistemas o áreas de importancia ambiental.
En la segunda, a nivel del paisaje, el proyecto establece criterios para el diseño de los predios palmeros, que incluyan no solo áreas de siembra de palma de aceite, sino también elementos del entorno natural tales como cercas vivas o pequeños corredores de conectividad que permitan el paso de especies o la protección de parches de bosque o humedales, que sirven de hábitat para especies endémicas o aves migratorias. Para ello se elaboraron estudios para identificar la biodiversidad (especies y ecosistemas) y los servicios ambientales y sociales presentes en la zona. Esos insumos alimentan planes de manejo orientados a reducir la presión sobre la biodiversidad y aportar al equilibrio ecológico.
Finalmente, en la escala predial, se han diseñado hasta el momento 148 instrumentos de planificación a nivel de finca (Planes Finca), con el fin de orientar la adopción de buenas prácticas agrícolas, el desarrollo de planes de manejo para la conservación de la biodiversidad y el establecimiento de herramientas de manejo del paisaje en los predios de los palmicultores beneficiarios del proyecto.
José Luis Martínez trabaja en una de las 148 pequeñas y medianas fincas palmeras beneficiarias que están cambiando sus prácticas tradicionales por otras más respetuosas con el entorno natural. En el predio, ubicado en Tucurinca, Magdalena, ha empezado a cuidar las especies que lo visitan y a respetar la ronda del río que surte sus cultivos. “Cuando cuidamos el río y no talamos sus bordes, evitamos que haya erosión y en épocas de lluvias no nos vamos a ver afectados por inundaciones”, explica Martínez.
Así mismo, está sembrando pequeños bosques de guaduas y robles dentro del cultivo. “Con eso les doy alojamiento a los animales que vienen a la finca y también permito que existan los insectos que me sirven para el control biológico en la plantación”, dice el campesino.
Gracias a este proyecto se han logrado registrar en las zonas sembradas con palma de aceite y en las áreas aledañas al cultivo más de 1.000 especies de plantas; 90 de mamíferos, anfibios y reptiles; y más de 300 especies de aves, muchas de ellas catalogadas como un Alto Valor de Conservación.
Así, la industria de la palma de aceite en Colombia ratifica su compromiso con la sostenibilidad ambiental. Si bien en otros países este cultivo ha tenido impactos negativos en el ambiente, en Colombia se ha convertido en el ejemplo de que el sector empresarial puede aportar al desarrollo del campo sin destruir la naturaleza. “Fedepalma no solo está convencida de la conveniencia que esto representa para el medio ambiente, sino también es un excelente negocio para los palmicultores, ya que cuidar la biodiversidad propia de cada zona contribuye a eliminar las plagas y enfermedades y permite un cultivo más sostenible ambiental, social y económicamente ”, concluye Mesa Dishington.
*Este artículo hace parte de una serie de cuatro informes sobre la realidad del cultivo de palma de aceite en Colombia.