
Opinión
Amenazas, excusas y deshonestidad intelectual
Un presidente puede equivocarse, lo que no puede hacer es mentirnos para que celebremos sus errores.
Cada semana, el presidente Petro se aleja un poco más del sentido común. Sus ocurrencias van desde trenes imposibles hasta amenazas de guerra con un país vecino, todo envuelto en un discurso que confunde más de lo que aclara. Desde los trenes interoceánicos y metros subterráneos que no cierran financieramente, las propuestas de modificación de un sistema de salud no perfecto, pero sí muy, pero muy eficiente en su relación costo por afiliado, su última movida es la de amenazar con guerra al Perú por —supuestamente— preservar la integridad territorial colombiana.
El 6 de agosto, en respuesta a un trino de Luis Carlos Vélez en el que informó que la prensa peruana denominaba a Petro como el fabricante de conflictos, el presidente le contestó por el mismo medio lo siguiente: “Bravísimo estaba, como tantos como él, cuando afirmaban falsamente que yo entregaba territorio colombiano a Venezuela, y ahora que es en verdad que ocupan territorio que debe ser de Colombia, desde el Gobierno del Perú, se alegran”.
Para evitar que Petro siga manipulando a la opinión pública, es menester aclarar que el presidente se refería a las críticas al acuerdo binacional firmado por su gobierno con Venezuela, sobre el cual —insiste— no hay pérdida de soberanía.
La realidad es que, independientemente del acuerdo firmado con Venezuela —que no tiene validez alguna sin la aprobación del Congreso—, en el departamento de Norte de Santander, en este incluido, no hay soberanía del Estado colombiano, sino de grupos al margen de la ley. Ese control territorial fue coadyuvado por el Gobierno colombiano, y las fuerzas armadas, bajo el mando del presidente como su jefe supremo, no han intervenido para ejercer soberanía desde el evento mencionado.
¿Por qué, entonces, es mucho más grave lo que sucede en Norte de Santander que lo que sucede en Leticia? Primero, por la extensión del territorio. La isla de Santa Rosa, por la cual funcionarios del Gobierno Petro como Armando Benedetti han amenazado con guerra, tiene una extensión de 28 hectáreas, mientras que el departamento de Norte de Santander, es decir, 77 mil veces más grande que la isla Santa Rosa; Petro compara el equivalente a una finca con todo un país. Segundo, porque la población de Norte de Santander es de 1.700.000, mientras que la de la isla Santa Rosa, de 3.000, es decir, 570 veces más, y tercero, porque el régimen de Venezuela es una dictadura que se robó de frente las elecciones presidenciales y cuyo líder tiene una recompensa de 50 millones de dólares.
La deshonestidad intelectual no es solo mentir, es escoger los hechos que convienen, ignorar los que incomodan y manipular la percepción pública para distraer de los problemas reales. Petro la usa con maestría. Claramente, esto desnuda su dificultad para identificar y priorizar las necesidades del país y el actuar del sector público central, así como su afición para disfrazarla por medios de espectáculos como el de la amenaza de guerra al Perú para camuflar su inoperancia.
Un presidente puede equivocarse, lo que no puede hacer es mentirnos para que celebremos sus errores. La honestidad intelectual no es un lujo: es la primera obligación de quien gobierna.
Posdata: felicitaciones merecidas a Luis Carlos Vélez por su seguidor número 100.000, que demuestra no solo sus condiciones como periodista, sino también como emprendedor exitoso.