Fernando Ruiz Gómez  Columna Semana

Opinión

Ante el vandalismo de Estado, enfocar el futuro

El esfuerzo debe enfocarse en buscar las mejores opciones que representen un real cambio a la pesadilla que hemos vivido durante los últimos tres años.

Fernando Ruiz
23 de junio de 2025

Tiene razón el presidente al acusar a sus ministros de haber abandonado al Chocó, porque no se ha avanzado un céntimo en las condiciones de pobreza de los chocoanos. Tampoco en materia de salud, dicho departamento afrontó, en los años pasados, una de las mayores epidemias de malaria y dengue de la última década. Y ni hablar de la fiebre amarilla, donde actualmente no se ha cumplido la promesa de vacunar a toda la población, y mucho menos, al resto de colombianos. Para completar este crudo escenario, el hospital San Francisco de Asís, de Quibdó, sigue siendo una institución fantasma que no sirve a la población.

Ya el presidente no menciona en sus discursos a La Guajira -que era su escenario territorial favorito en su inicio de gobierno- porque las razones son más que obvias: se convirtió en un departamento innombrable después del más estruendoso desastre de corrupción de su gobierno. Aclaro, uno entre tantos. Pero el presidente no asume sus responsabilidades y la versión del contrafactual del gobierno Duque se regresó en su contra. Son tan bizarras las comparaciones que, después de tres años de su gobierno, solamente despiertan irónicas sonrisas.

Los dos mayores pecados del presidente pasan por su decisiva contribución en la polarización de la opinión pública y la increíble falta de coherencia entre sus promesas de cambio y los consecuentes vagos resultados. Un ejemplo de lo anterior es cómo la aprobada reforma laboral fue tomada como una victoria política –que casi se lleva la institucionalidad de la nación- y una reivindicación de los trabajadores formales con las horas extras, pero para para la base del pueblo-pueblo es completamente inane.

Adicionalmente, un tercer pecado es su absoluta incapacidad para nombrar personas competentes en las instituciones públicas, afectando radicalmente el funcionamiento de la sociedad. Tal vez es uno de los pecados más graves porque hacen referencia a importantes cargos de la nación donde se toman las decisiones claves para el presente y futuro del país.

Y en eso un sector crítico ha sido el de Hacienda Pública: De un ministro respetable pero modulable como José Antonio Ocampo, se pasó a una real tragedia que nos ha llevado al extremo de suspender la regla fiscal. Se perdieron gran parte de los incentivos para la inversión; se han afectado las empresas medianas y pequeñas transformándolas en la caja, para soliviantar el tremendo hueco fiscal alimentado por la necesidad de mantener enormes caudas de contratos y activistas con fines políticos. Serán necesarios muchos años para recuperar el aparato productivo del país, especialmente a los pequeños empresarios, quienes son los mayores generadores de empleo.

Un ejemplo realmente funesto ha sido Luis Carlos Reyes, irónicamente autodenominado ‘Mr. Taxes’. Ha sido el peor director en la historia de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) y, contrario a su imagen de técnico fiscal, fue el artífice principal del tremendo hueco fiscal proyectando recaudos ilusorios y ganancias por juicios fiscales que no se iban a generar en el corto plazo. Ahora parece ser el mayor responsable -como ministro de Comercio- de los huecos tremendos en INNpulsa y Colombia Productiva que ya superan los $130,000 millones. Según denuncias, Reyes no gestionó -y tampoco hizo mayor cosa- por solucionar los problemas de esas entidades adscritas a su cartera. Pero, como en Colombia siempre es posible huir hacia adelante, su enorme capacidad histriónica le ha servido para sobrevivir a la responsabilidad que debería asumir por su pésima gestión, haciéndose la víctima de una persecución.

Ahora veamos el balance del gabinete de Petro a marzo de 2025: Completó más de 52 ministros y 126 viceministros durante lo corrido de su gobierno. La gran mayoría han salido completamente quemados y hoy son fuertes contradictores. Esto indica la tremenda incapacidad y falta de coherencia del líder donde las deslealtades que se revelan después de la salida de un ministro -casi siempre- reflejan la propia deslealtad de los presidentes, durante el ejercicio.

Pero aún falta la última trama del último capítulo. El nombramiento del polémico jefe de gabinete y la búsqueda del presidente por rebajar los requerimientos para los cargos diplomáticos, solo indican que lo que viene es un último año de gobierno con los sobreros. A la coalición de gobierno se le acabó la última dosis de gasolina técnica que le quedaba y lo que viene es vandalismo político puro y duro. La octava papeleta es el siguiente episodio para capturar la opinión.

Uno de los problemas más grandes de la mayoría de los departamentos más necesitados del país ha sido la pobreza intelectual y de responsabilidad social de la mayoría de sus dirigentes, como el caso de Chocó y La Guajira. Como colombianos debemos hacer un tremendo trabajo para no dejarnos involucrar en un contrafuego activista y, a los intentos de la presidencia, por liderar un debate donde la sociedad quede capturada y encerrada por su agenda política de confrontación.

Por el contrario, el esfuerzo debe enfocarse en buscar las mejores opciones que representen un real cambio a la pesadilla que hemos vivido durante los últimos tres años. Esto implica e involucra también a los medios de comunicación porque tienen una inmensa responsabilidad social frente al futuro de nuestra nación.

Noticias relacionadas

Noticias Destacadas