Opinión
Aquí y ahora
No es el momento de huir del país, tampoco de esperar a que otros actúen.
La crisis creada por Petro con motivo de la repatriación de colombianos desde los Estados Unidos puso de presente su ineptitud para gobernar; bien fuere —como muchos lo han señalado en estos días aciagos— por razones de salud mental o por imprudencia suma en la gestión de los intereses nacionales. La oportuna y valiente intervención de unos pocos funcionarios, complementada con las acciones discretas de algunos políticos y empresarios, fue eficaz, aunque temo que solo en el corto plazo.
En reportaje de la semana pasada, Petro volvió al ataque. Dijo que no recibirá a nuestros connacionales si vienen cargados de grilletes; considera —con razón— que ese tratamiento es una afrenta a su dignidad. Desde luego, la podemos evitar si nos encargamos de traerlos de vuelta en nuestros propios equipos y en los tiempos perentorios que quiere Trump. Ya se hizo una vez, aunque es dudoso que sea posible repetir ese esquema para un número grande de viajeros forzosos.
La Fuerza Aeroespacial Colombiana carece hoy de la capacidad logística y financiera necesaria. Petro lo sabe y por eso se le ocurrió (el suyo es el gobierno de las ocurrencias) que si se requiere traerlos por mar vendrán en nuestros “cruceros”. ¿Cuáles? Los que tiene la Armada son de combate, no de transporte. Nos tocaría, entonces, contratar barcos de turismo que nos costarían cifras astronómicas, si es que estuvieren disponibles, lo cual es remoto.
Si esa aspiración fracasa, volveremos al punto de partida: Trump nos devolverá a nuestra gente en sus aviones y esposados, salvo que prosperen las negociaciones que, al parecer, se adelantan. Si ya están detenidos muchos de ellos, lo que es probable, les tocará una humillación más amarga que la de viajar esposados unas cuantas horas: estarían privados de libertad durante un período que podría ser dilatado. Resultaría peor el remedio que la enfermedad.
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En esa misma entrevista dijo que la política trumpista con relación a los deportados es nazi. Comparto esa posición. Que yo sepa, el derecho estadounidense no define como delito el ingreso ilegal al país. Sin embargo, haberlo dicho con su habitual imprudencia puede reactivar las iras de Trump, un personaje arbitrario y prepotente, que ya ha dejado saber cuáles serían las retaliaciones económicas que podría imponernos cuando le venga en gana. Serían semejantes a las que ya decretó contra China, Canadá y México. Si no le tembló la mano con ellos, que tienen mayor músculo político que nosotros, todavía menos le preocupará causarnos daños gigantescos.
Me deja sumido en la angustia que para Petro carezca de importancia, que nos paralicen las exportaciones a Estados Unidos, prohíban el giro de remesas de colombianos residentes en ese país, nos dificulten o bloqueen el acceso a la banca multilateral y frenen el flujo de turistas norteamericanos. Peor todavía sería entrar en ese juego subiendo aranceles: los terminaríamos pagando los consumidores colombianos, no los exportadores estadounidenses. Cree, contra toda evidencia, que somos autosuficientes. Que ahora sí nos vamos a reindustrializar y abrir al resto del mundo. Y que vamos a sembrar maíz en mayores cantidades, como si eso fuera lo único que nos hace falta y pudiéramos lograrlo de un día para el otro.
No se percata de que mientras todos esos proyectos maravillosos maduran, en algún futuro tan hipotético y remoto como la revolución socialista o la segunda venida de Cristo a la Tierra, caerían sobre Colombia calamidades sin cuento: contracción económica, desempleo, pobreza, inflación, altas tasas de interés.
Acabo de leer un reporte del Banco Central de Canadá sobre los efectos terribles que la guerra comercial iniciada por Trump tendría para ese país. Es urgente que instituciones tales como el Banco de la República, el Comité Autónomo de la Regla Fiscal, Fedesarrollo, Anif, entre otros, nos indiquen las consecuencias devastadoras del cierre comercial con Estados Unidos.
Este es un momento estelar para el Congreso. Ya está citada la nueva Canciller a un debate de control político por el deterioro de las relaciones con los Estados Unidos. No importa que ella no haya sido la causante del problema (por el contrario: contribuyó a solucionarlo en su fase inicial). El debate versará sobre la conducta del presidente; nadie más que él es el causante del estropicio.
Habiendo establecido la Corte Constitucional que el ministro de Salud ha incumplido la obligación de proveer oportunamente, y a partir de cálculos rigurosos, los recursos al sistema de salud, sería incomprensible que se le permita continuar en el cargo. Se justifica ampliamente una moción de censura.
El riesgo creciente de un severo faltante de energía, derivado, entre otras cosas, del rezago en la definición de nuevos proyectos de generación y transmisión, es asunto que tiene que ocupar al Congreso de manera urgente. El contralor ha prendido las alarmas. Es amplio el consenso técnico sobre las deficiencias de la política gubernamental.
Al examinar la declaratoria de conmoción interior, el Congreso tendrá que dejar claramente establecido que las causas inmediatas del desastre en el Catatumbo son imputables al gobierno; y que como provienen de una confrontación entre delincuentes, los decretos de conmoción solo se justifican cuando esté demostrado que las facultades ordinarias de las que dispone para recuperar el orden público son insuficientes.
La política social para afrontar problemas estructurales tiene que adelantarse con los recursos incorporados en el Presupuesto Nacional. Si se requieren otros, estos no pueden ser arbitrados sin autorización legal. Los problemas del Catatumbo son los mismos que ocurren en otras partes del territorio que —curiosamente— no fueron incluidas en la conmoción interior.
Es importante recordar que cuando esta se decreta, el Congreso debe reunirse por derecho propio, en cuyo caso contará “con la plenitud de sus atribuciones constitucionales y legales”. Podrá, en consecuencia, derogar o modificar las medidas que el gobierno adopte, así la Corte Constitucional las declare exequibles. Si no pudiera, no gozaría de la “plenitud” de sus atribuciones.
La gravedad de lo que está ocurriendo exige acciones inmediatas por parte de muchas instancias de la sociedad. Ya no es posible cruzarnos de brazos y esperar a las elecciones de 2026.
Briznas poéticas. Profundo y simple Gustavo Adolfo Garcés: “Las palabras: ¡Ah! Las palabras / que se las dan de exactas / las que se sienten / de mejor familia que el silencio”.