
Opinión
Asad, ¿Jamenei y Maduro?
Asad ya cayó. Jamenei está en la cuerda floja. Y no podemos dejar de ver cómo se aproxima cada día más el final al dictador criminal y mafioso de Venezuela, Nicolás Maduro.
La soberbia de Irán y su líder Alí Jamenei tiene a su dictadura al borde del colapso. La verdad, ojalá así sea, pues ese país se ha convertido en uno de los grandes facilitadores del terrorismo global. Los Acuerdos de Abraham, que impulsó Donald Trump en su primer gobierno y que normalizaron las relaciones de Marruecos, Sudán, Baréin y Emiratos Árabes con Israel, cambiaron el equilibrio político en el Medio Oriente. Irán, ciertamente, no estaba de acuerdo, pues perdía su supremacía, su capacidad de interferir, e Israel salía del histórico aislamiento político en la región.
Sin embargo, faltaba la pieza clave de la ecuación: que Arabia Saudita, el país más rico de la región, se sumara a los acuerdos, algo que estaba a punto de darse a finales de 2023. ¿Qué hizo Irán? Utilizó uno de sus grupos proxies, Hamás, para crear el caos y así tratar de evitar que esto se diera. El 7 de octubre, Hamás entró en Israel, asesinó a cerca de 1.200 israelíes y secuestró a 251 más, 58 de los cuales siguen secuestrados, aunque se presume que la mayoría de ellos están muertos.
La reacción de Israel fue la obvia. Se tomó Gaza, el fortín de Hamás, y, obviamente, Arabia Saudita frenó su anexión a los Acuerdos de Abraham. Irán había ganado en ese momento esa batalla geoestratégica. Lo que no calculó fue, primero, que Israel iba a acabar con Hamás, algo que está a punto de lograr a un altísimo costo humanitario, y que ante la reacción de Hezbolá, el otro grupo proxy financiado y armado por Irán, que opera en el Líbano, Israel lo atacaría hasta debilitarlo casi a nivel existencial.
Lo otro que nunca calculó Irán fue que en el interregno el dictador sirio Bashar al Asad, su gran aliado, tuviera que salir corriendo y exiliarse en Rusia. Irán se quedó solo, e Israel se fortaleció, mientras los otros países árabes, que ninguna simpatía sienten por Irán y lo ven como una amenaza, tranquilamente veían a su gran enemigo regional debilitarse. Quizás quien mejor calificó el tema hace unos días, y dijo lo que todos pensaban y no se atrevían a decir, fue el canciller alemán, Friedrich Merz, cuando afirmó que “Israel está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros”.
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Este momento de tremenda debilidad estratégica, sumado a la gran crisis económica que sufre Irán por su pésimo manejo, llevó a la dictadura a tomar la decisión de acelerar su programa atómico para lograr tener una bomba. Israel ha mostrado las evidencias a los distintos Gobiernos del mundo, pero, además, no se quedó cruzado de brazos.
Los exitosos ataques de Israel contra la infraestructura militar y atómica y contra militares de alto rango iraníes mostraron tres cosas. Primero, la capacidad de infiltración que tiene Israel en Irán. Segundo, la debilidad militar de Irán, que durante décadas sobrevendió al mundo y a sus enemigos. Tercero, que nadie se la va a jugar por otros si su pellejo no está en juego. Tres ejemplos. Irán dejó solo a su aliado Hezbolá en su batalla con Israel. El dictador Al Asad se quedó solo, sin el apoyo de Rusia e Irán, y le tocó salir corriendo de su país. Irán, en la guerra con Israel, no tiene a nadie distinto a los comunicados de China y de Rusia. Ni siquiera Hezbolá se ha movido, a pesar de ser un apéndice político y militar de Irán. No se van a jugar su supervivencia en el Líbano.
Es pronto para saber si la dictadura religiosa y antioccidental de Jamenei va a caer. No deja de sorprender que algunos ilusos que defienden el feminismo a ultranza por un lado ahora defiendan el misógino régimen de Irán por el otro. Nunca en los 46 años que lleva en el poder el régimen fascista religioso de Irán había estado tan débil. Ni siquiera cuando enfrentó una guerra con la Irak de Sadam Huseín.
Lo cierto es que esto no ha terminado y que las operaciones de Israel y el apoyo, por ahora encubierto, de Estados Unidos y de los países árabes están siendo coordinados desde el Comando Central del Ejército americano, Centcom, encargado de la seguridad del Medio Oriente y el norte de África. Todos tienen un objetivo principal y uno secundario. El principal, destruir el poderío atómico de Irán, y el secundario, tumbar la dictadura iraní, que apoya a tantos grupos terroristas del mundo, muchos de ellos en los mismos países árabes.
La oposición en Irán está muy débil, pero el temor de militares y de amplios sectores de la sociedad, ante lo que se va a venir, puede desencadenar el final feliz que muchos esperamos: la caída de la brutal dictadura de Irán. El mundo, ciertamente, sería muchísimo más seguro sin esos ayatolas en el poder, que han mostrado su cariz expansionista y terrorista desde que llegaron al poder.
Asad ya cayó. Jamenei está en la cuerda floja. Y no podemos dejar de ver cómo se aproxima cada día más el final al dictador criminal y mafioso de Venezuela, Nicolás Maduro. Si yo fuera Diosdado Cabello, estaría negociando la entrega de los otros a cambio de la libertad. Cada segundo que pasa esa posibilidad disminuye, pues la dictadura tiene los días contados. No les quepa la menor duda.