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Opinión

Cero y van tres cancilleres… Y la noche que llega…

Desafortunadamente, el lío de los pasaportes ya tiene efectos internacionales.

Julio Londoño Paredes
11 de julio de 2025

No resulta explicable ante la opinión pública nacional y menos ante la internacional, que tres ministros de Relaciones Exteriores hayan caído por un tema tan secundario y doméstico, como es el de la expedición de pasaportes. Un canciller, a menos que tenga problemas personales, administrativos o penales, se retira, lo retiran por ajustes políticos o porque ha tenido diferencias sobre asuntos fundamentales de la política exterior con el presidente.

Además, sin entrar a analizar consideraciones de carácter técnico o administrativo reservadas para expertos, a la gran mayoría de la gente poco le importa quién elabora los pasaportes, sino tener un documento que sea seguro y aceptable en todas las dependencias de migración del mundo.

Desafortunadamente, el lío de los pasaportes y la consecuente salida de cancilleres ya tiene proyección internacional y se unió a las expresiones del jefe del Estado, que complicaron sin necesidad las relaciones de Colombia con el Gobierno de Estados Unidos, con la famosa carta de rectificación incluida.

Es igualmente absurdo utilizar palabras desobligantes con mandatarios de otros Estados, por razones de carácter ideológico, ya que tarde o temprano eso tiene consecuencias. Dando campo a manifestaciones parecidas de los ofendidos e incluso a declaraciones injuriosas como las de un congresista norteamericano contra Petro, que con todos los problemas y debilidades que tiene, al fin y al cabo es nuestro presidente.

Era de esperarse que ante esa declaración, además de la reacción que en su momento tuvo la saliente canciller Laura Sarabia, al menos las voces de las comisiones segundas del Senado y de la Cámara de Representantes sin distingos políticos, se hubieran hecho oír para censurar las palabras del señor Giménez. Pero estamos en un ambiente de pugnacidad tal, que ya ni nos damos cuenta de las cosas.

Eso se deriva de que Petro resolvió acusar al secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, de fraguar un golpe de Estado contra él, porque así lo dijo su admirado colega y amigo Nicolás Maduro, en una perorata pública. El síndrome del golpe de Estado, blando o duro, ha perseguido a nuestro presidente.

Todos estos líos van alimentando la campaña para 2026. Petro ha dicho que él no quiere reelegirse, pero “el pueblo sí”. Resulta curioso que esa expresión, con razón o sin ella, haya sido utilizada por algunos de sus predecesores con diferentes modalidades, pero con el mismo propósito.

Ahora se hacen cálculos y aparecen encuestas sobre los precandidatos a la Presidencia. Sin embargo, no se ha pensado en serio qué sucedería si Petro, por cualquier medio, lograra la reelección.

Seguramente tendría que reestructurar su eje político internacional, ya que México no sigue su línea y Lula tampoco, pero de todas maneras termina su mandato en diciembre de 2026, cuatro meses después del 7 agosto. Quedarían entonces Evo Morales, que seguramente va a llegar nuevamente a la Presidencia; Nicolás Maduro, que estará hasta 2035; Daniel Ortega, que piensa seguir con su esposa “hasta que san Juan agache el dedo”, y el régimen cubano, que no cambiará de rumbo ni siquiera si se le salen un par de millones de personas más del país.

Con todo esto, hay que preguntarse si se cumplirá la primera de las famosas leyes de Murphy: “Si algo malo puede ocurrir, ocurrirá”.

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