Francisco José Mejía columna Semana

Opinión

Con el Toconabe amigo se evapora la democracia

No solo es un torpedo contra las posibilidades democráticas futuras del país, sino un salto a la nada para quienes lo ejercen, porque se condenan a su evaporación política.

Francisco Mejía
20 de octubre de 2025

Las democracias no sucumben a manos de los demagogos neocomunistas porque les falte razón y lógica a quienes las defienden, sino porque nadie logra tocar las fibras emocionales que movilizan las masas hacia el lado contrario del péndulo. Pero movilizar desde la razón, despertando emociones, es muy difícil. Ese tipo de líderes son escasos y suelen ser outsiders casi que por defecto, pues si estuvieran adentro, la situación de un país no hubiera llegado al estado crítico de necesitarlos para su salvación. Su naturaleza es imposible de ser simulada, tampoco tienen dueños ni necesitan validadores o estructuras establecidas, simplemente irrumpen y patean el tablero. Ese líder ya está en la carrera, para fortuna de Colombia, y se llama Abelardo de la Espriella.

Abelardo seduce porque no les tiene miedo a los censores de la corrección política, que igual sabe que nunca lo van a querer, como tampoco quieren a los políticos de derecha que aceptan sus normas para buscar su aprobación. Cada frase sale de su corazón sin el filtro de las convenciones establecidas: nadie se ha atrevido a decir que Petro y su grupo no son contradictores políticos, sino enemigos de la patria, ¿acaso puede ser contradictor político quien quiere quitarte tus libertades civiles y someterte?

Tampoco nadie se ha atrevido a decir que su intención no solo es derrotar a Petro, sino castigarlo, ¿acaso no es un asunto existencial para nuestra democracia que los perpetradores del saqueo masivo al Estado, y además socios del nacoterrorismo, sean procesados y castigados en vez de que estén incendiándole el país al próximo presidente como opositores legítimos? O que Petro es el jefe de la mafia, ¿quieren más pruebas? La gente está cansada de tanto blanqueo e indulgencia con los extremistas de izquierda, y de tanta impunidad. Pero no solo es cuestión de decir lo que otros no se atreven, sino ser capaz de proyectar la audacia y el coraje necesario para solucionar los problemas en cuyo diagnóstico todos coinciden y, además, tener la inteligencia de representar todo eso con un simbolismo que arraigue el fenómeno en lo profundo de la sociedad, de ahí el tigre. Ese es el factor diferenciador de Abelardo, un fenómeno similar al de Argentina con Milei.

Ahora falta lograr el mayor grado de unidad posible antes de la primera vuelta para asegurar el tiquete a la segunda o, por qué no, ganar en primera. Una centroderecha dividida no pasaría a segunda vuelta y el país quedaría en manos del petrismo en alguna de sus presentaciones (petrismo puro, petrosantismo, verde…), opciones aparentemente diferentes, pero que tienen el mismo punto de llegada: la muerte del Estado social de derecho. No importa si Iván Cepeda o Carolina Corcho lo hacen fusilándolo, o los otros dejándolo morir de hambre; no importa qué cepa del progresismo nos parasite, Colombia ya está en un estado tan crítico que no aguantaría ni la cepa moderada, solo prolongaría un poco la agonía.

Nadie en la centroderecha está en capacidad de presentarse solo a primera vuelta, o en una coalición sin Abelardo, y pasar a segunda, tampoco de ganar una consulta del llamado centro porque no le votarían; así que el Toconabe amigo no solo es un torpedo contra las posibilidades democráticas futuras del país, sino un salto a la nada para quienes lo ejercen porque se condenan a su evaporación política. Como dice el cuento de Jodorowsky: “Queriendo no evaporarse, una gota de agua se lanzó al océano. Queriendo por fin evaporarse, el océano se encerró en cada una de sus gotas”.

Ojalá la oposición en Colombia no se encierre en cada uno de sus egos, sería el último error que cometería, porque no volveríamos a tener elecciones libres.

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