Fernando Ruiz Gómez  Columna Semana

Opinión

Con la salud, no pudieron

El próximo gobierno, sea el que sea, heredará un moribundo sistema de salud y tendrá un camino tortuoso si continúa la misma línea de negligencia.

Fernando Ruiz
5 de mayo de 2025

Dos años perdió el actual gobierno por su error estratégico de utilizar la reforma a la salud como ariete para empujar su agenda de transformaciones. Las movilizaciones de la semana pasada mostraron que hubiese sido más factible empujar una laboral —toda reforma laboral puede ser más propensa al populismo— y dejar que esta empujara las demás.

Eso parece haberlo reconocido el propio gobierno cuando optó por no incluir preguntas sobre salud en la consulta popular que presentó ante el Congreso. Desde un principio, han sido famélicas las convocatorias a la calle que buscaron ser motivadas por reformar la salud. La gente no comió cuento y, por el contrario, es evidente que los problemas del sistema de salud mantienen una creciente sensibilidad manifestada —de manera permanente— en una honda preocupación de los colombianos.

En las audiencias públicas que citó la Comisión Séptima del Senado de la República para analizar la reforma no le ha ido nada bien al gobierno. La afectación del derecho a la salud se ha incrementado y este gobierno ya ha sido etiquetado como el principal responsable de la debacle que hoy sufren cientos de miles de pacientes que han perdido el acceso a los servicios y tecnologías que les permitían mantener una mejor calidad de vida.

Esta administración nunca se percató de la fuerza institucional que ha rodeado y ha crecido en el sector salud, a lo largo de tres décadas, desde mucho antes que fuese promulgada la Ley 100 de 1993. Para ellos todo ha sido un fracaso desde el proyecto de reforma; una emergencia económica; una negociación —por la puerta de atrás— con las EPS que sobrevivieron a la intervención, que son ejemplos claros de su derrota. Todo se resume, además, en una profunda pérdida de confianza hacia el gobierno en sus intenciones y capacidad técnica para hacer una reforma adecuada al sector. Hasta el sindicato de maestros se cuida de abordar el tema con sus afiliados, dados los resultados del desastroso experimento, en que aceptó que los metiera el Ministerio de Salud.

Sin temor a equívocos, la institucionalidad del sector salud es probablemente la más fuerte y diversa de todos los sectores de la sociedad colombiana. También tiene una muy larga tradición con varias instituciones y figuras emblemáticas creadas desde hace más de un siglo. Valga no más mencionar un ejemplo con el gestor de la Asociación de Facultades de Medicina (Ascofame) —doctor Henrique de la Vega Vélez— recreado de forma magistral por el nobel Gabriel García Márquez, quien se inspiró en él para crear uno de los personajes principales (Juvenal Urquijo) de su novela El amor en los tiempos del cólera, de acuerdo con la semblanza que hizo Juan Valentín Fernández de la Gala en Los médicos de Macondo.

Muchos de los hospitales privados de Colombia —y nuestra academia— son legados de personajes que hicieron de sus fortunas un patrimonio para todos los colombianos. Aún el aseguramiento en salud es visto por algunos grupos económicos como un área de responsabilidad social corporativa priorizada más que su propio negocio. Sin embargo, este ha sido el mal cálculo del gobierno que ha generado una verdadera resistencia civil de la sociedad colombiana, frente a la destrucción del sistema de salud, sumado a la vana estigmatización y estilo pendenciero de algunos de sus funcionarios.

Si a lo anterior sumamos la insondable incompetencia y poca profundidad de las propuestas de transformación del sistema, vemos que cada planteamiento gubernamental ha sido débil. Peor aún, cuando han tratado de ponerlos en ejecución, han sido un fracaso. Eso lo vemos claramente en los equipos comunitarios que no han podido con la fiebre amarilla y tampoco con tratar de paliar la desatención en salud de la población de La Guajira. Además, es indudable la incompetente intervención del aseguramiento que ha llevado a que las EPS tengan su peor momento en desfinanciación y pérdida de inversiones para mantener las reservas técnicas.

El próximo gobierno, sea el que sea, heredará un moribundo sistema de salud y tendrá un camino tortuoso si continúa la misma línea de negligencia. Afortunadamente, la institucionalidad del sector todavía está indemne y le corresponderá, más allá del gobierno que venga, darle resucitación artificial al moribundo. Los incompetentes de hoy —en lugar de dejar un sistema nacido, vivo y viable— lo dejaron en cuidados intensivos y con vía hacia cuidados paliativos.

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